¿Te imaginas que cada vez que te vayan a sacar sangre o pinchar, te pudieran dormir por cinco minutos sólo esa zona? Se acabaría el sufrimiento y los niños ya no pensarían en las vacunas como la experiencia más traumática de su infancia. Bueno, los alumnos de tercer año de ingeniería de la Universidad Católica pensaron en eso y en muchos otros problemas cotidianos, para los que buscaron una solución.
En una presentación ante un jurado compuesto por representantes de Endeavor, Start-Up Chile y de la compañía ENGIE, los casi 60 alumnos presentaron 11 proyectos para postular a una subvención económica y así seguir avanzando en sus ideas, de los cuales cuatro fueron elegidos como ganadores.
Acá te mostramos una selección de seis de los inventos más ingeniosos, novedosos y útiles:
Este grupo, compuesto por las alumnas Catalina Lizama, Javiera Rivera, Ignacia Cancino y Karla Cuevas, pensó en las apneas del sueño y ronquidos fuertes y los peligros que pueden implicar: infartos, muerte súbita o derrames cerebrales. Además, las integrantes del grupo se centraron en un dato clave para empezar a desarrollar su idea: el 98% de las personas con apnea del sueño tiende a dormir de espalda, lo que le provoca problemas de respiración.
Para evitar las muertes por esta anomalía, crearon un sistema que consiste en una manta que se pone por debajo de las sábanas de la cama y ayuda a respirar.
¿Cómo funciona? La manta tiene unos motores vibradores incrustados, los que están conectados a un oxímetro (implemento que se usa para medir la saturación de oxígeno). Cuando la persona está saturando bajo un 90% de oxígeno, los vibradores se activan, lo que induce a que la persona cambie su posición, libere su vía respiratoria y vuelva a respirar normalmente.
La saturación de oxígeno es la cantidad oxígeno que se combina con la hemoglobina para formar la oxihemoglobina, que es el elemento que transporta el oxígeno en la sangre hacia los tejidos. Los niveles de saturación óptimos garantizan que las células del cuerpo reciban la cantidad adecuada de oxígeno. Lo normal es que las personas tengamos una saturación de oxígeno entre un 96% y un 99%. Cuando se llega a un 90% o menor (hipoxemia), es cuando comienzan las complicaciones potencialmente mortales.
El grupo hizo las pruebas de su invento y comprobó que la persona se demora un tiempo estimado de tres segundos en reaccionar y cambiar de posición.
Su idea les permitió obtener el primer lugar del concurso.
MedFill es el nombre que recibe la potencial aplicación que permitiría a los usuarios acceder a medicamentos más baratos que en las farmacias tradicionales y, además, recibirlos directamente en su domicilio.
¿Por qué más baratos? Los alumnos explicaron que al funcionar con una aplicación, no tienen gastos operacionales, ni de personal, tendrían un solo lugar de operaciones para contener los medicamentos, lo que reduciría sus gastos en un 30%, que se ve reflejado en el precio final de los remedios.
Este grupo de alumnos, integrado por Federico Kunze, Patricio Larraín, Eduardo Guerra, José Miguel Montes y Andrés Irarrazaval, pensaron en la comodidad para las personas; esta aplicación te da la opción de seleccionar el medicamento que quieres y la frecuencia con la que lo quieres recibir, ya sea cada una semana, una vez al mes o cada dos meses, y no tiene costo de envío.
Además, si es que lo que usted quiere es un remedio que tiene receta médica, tampoco habría problema. Los pasos a seguir son subir una fotografía de la receta a la aplicación, la que será revisada por un farmacéutico para verificar su validez. Si la aprueba, entonces los medicamentos llegarán a la casa, pero ahí vendría el segundo control para comprobar que la receta ingresada a la aplicación coincide con la entrega en persona. En caso de ser boleta retenida, ésta deberá ser entregada al delivery antes de que le pasen los medicamentos.
Aunque la aplicación ya está lista, aun no la han lanzado, pero se encuentran realizando las diligencias para constituirse como farmacia legalmente, contratar al clínico farmacéutico y realizar los trámites correspondientes con el Instituto de Salud Pública (ISP).
Estos estudiantes ganaron el segundo lugar en el concurso.
Este producto es un parche anestésico que funciona a nivel local. La duración del efecto es mucho más corto que las anestesias ya conocidas (este dura tan solo unos minutos) y su valor sería económico, y accesible para todas las personas. Esta hecho sobre la base de productos naturales y sirve para inyecciones a nivel subcutáneo: vacunas, inyecciones para enfermedades como la diabetes, o para sacar muestras de sangre.
Los alumnos detrás de este invento, que dejará atrás las pesadillas de niños con las vacunas, son Benjamín Stegmafer, Joaquín Rodriguez, Catalina Hidalgo, Nicolás Soto y Matías Haussmann. El ingrediente clave para este producto fue el clavo de olor, el que, según explican, se ha utilizado desde los inicios de la medicina para adormecer ciertas zonas.
Una vez que se aplica, se demora dos minutos en actuar y la zona se mantiene dormida por cinco minutos.
En el mercado existen los parches de lidocaína, que también se usan para adormecer zonas específicas, pero el efecto es más fuerte y duradero, por lo que se usa para zonas afectadas por alergias, herpes o fuertes irritaciones. Su precio es de $25.000 aprox. y el paquete contiene cinco parches, pero el Calm Down sería mucho más barato; los alumnos estiman que una caja con tres parches costaría entre $1.000 y $2.000.
El único riesgo que podría presentar este parche, es un tipo de alergia al eugenol, producto que se extrae del clavo de olor. Sin embargo, esto irá especificado en las advertencias del parche.
Este grupo busca pronto salir al mercado, apuntando especialmente en los padres de los niños que se deben vacunar, y así aliviar un dolor de cabeza a ellos y un susto a los menores.
Ellos se inspiraron en los famosos portonazos. Luego de que dos de ellos vivieran la experiencia de cerca, tomaron la decisión de buscar una forma de evitar el robo del auto ¿Cómo? Con un simple llamado telefónico apagarían el auto, donde sea que estuviese.
El grupo compuesto por Diego Noguera, Nicol Blin, Santiago Vergara y Vicente Barros, lo que hizo fue crear un fusible inteligente que reemplaza el original de auto. Éste cumple las mismas funciones que la pieza original y no afecta en ningún sentido el funcionamiento del vehículo o las posibles garantías.
Este fusible, conectado a la red de antenas telefónicas, lo que hace es que cuando el dueño del auto toma un teléfono (cualquiera) y marca el número del fusible, éste se apaga lentamente simulando una pana de bencina y obligando al ladrón a detener el auto.
No necesita conexión a internet o ninguna otra plataforma. Además, este aparato no necesita mantención, por lo que solo tiene un costo inicial de $30.000 aproximadamente, incluyendo la instalación.
Los alumnos Francisco Valdés, Ignacio Hermosilla y Karla Carreño, a diferencia del resto, buscan ofrecer un servicio anti incendios en lugares cerrados.
Ellos tomaron una tecnología recientemente descubierta, y que les narramos con detalle en este artículo, la cual en pocas palabras logra apagar el fuego con ondas de sonido. Usando esto, crearon un dispositivo de sensores de calor que detecta el fuego y que está conectado a este aparato de ondas. Por ejemplo, si en un edificio comienza un incendio, los detectores rápidamente activarán las ondas de sonido para detener el fuego.
Los estudiantes explicaron que los primeros 30 segundos son fundamentales para detectar el origen del fuego, de esta manera los daños serán menores. Lo que hace su servicio es exactamente esto; localizar el fuego con los sensores y las ondas de sonido se direccionan hacía las llamas para apagarlas, y agregaron que al no utilizar agua, los daños serían mucho menores dentro de los inmuebles.
Los alumnos detrás de este descubrimiento no son chilenos, son todos de intercambio; Valentina Osorio es de Colombia, y sus compañeros Óscar González, Tahiry Bolaños y Miguel Alvarado, de México.
Estos estudiantes crearon un fungicida que ataca al hongo Botrytis cinerea, el que afecta principalmente a los cultivos de uvas. Los materiales utilizados fueron naturales, ecológicos y amigables con el medio ambiente, no generan contaminación y tampoco son tóxicos para los seres humanos. Su ingrediente esencial fue el aceite de ruda, una hierba medicinal que se da mayormente en el sur de nuestro país, aunque según explica Valentina Osorio, es una planta que se da en zonas tropicales, por lo que en Colombia las cantidades de ruda son aún mayores.
Las pruebas realizadas fueron en comparación con otro fungicida comercial que se usa en el mercado, donde tomaron uvas contaminadas con este hongo y aplicaron por separado los fungicidas. Los resultados demostraron que el fungicida natural hecho con ruda, tenía mayores y mejores efectos para eliminar el hongo.
Aun no tiene un precio, pero los estudiantes estiman que por los materiales utilizados, mientras un litro del fungicida que hoy está en el mercado cuesta US$42 dólares, el de ellos costará US$40 dólares.