Imagen: César Mejías

Pesadillas y terrores nocturnos: ¿Cuándo debemos preocuparnos?

Ambos tipos de sueños, nos dificultan el poder disfrutar de nuestro descanso y muchas veces pueden significar un desencadenamiento de malos hábitos o incluso razones psicológicas en el caso de los niños. ¿Cuándo y cómo reaccionar frente a ellos?

Por Paula Walker | 2016-07-26 | 11:17
Tags | Pesadillas, sueños, noche, miedo, psicología

¡Mamá, tengo miedo! ¿Puedo dormir contigo? No eres el único que sufría de pesadillas y que dijo esas palabras en más de una ocasión. Y probablemente tus hijos digan lo mismo. Pero no solo es cosa de niños, sino que a más de alguno nos pasa que despertamos en medio de la noche sobresaltados y después de unos segundos viene esa sensación de alivio, ¡Uf, estaba soñando!

Pero, ¿hasta qué punto podemos considerar “normales” estos -para muchos terroríficos- sueños que no nos dejan descansar? ¿Cuándo se convierten en un verdadero problema?

Pesadillas anormales

Una pesadilla es un ensueño tenaz y angustioso que produce una opresión en el corazón y una dificultad para respirar durante el sueño, así lo define al menos la Real Academia Española (RAE). En palabras más sencillas, son esos sueños que varias veces nos han hecho despertar acelerados y hasta transpirados. Pero, ¿por qué se producen?

La Asociación Americana del Sueño (American Sleep Association, ASA), indica que las pesadillas que ocurren con frecuencia, son un estado de parasomnia del sueño. Eso quiere decir que son fenómenos físicos o conductas no deseables, en las que se desarrollan secuencias visuales, por medio de imágenes o situaciones que son particularmente inquietantes y aterradoras para quien los experimenta, y a menudo vienen de los temores de su propio subconsciente. Traumas, inseguridades, angustias, hacen fila para aportar con su creatividad en nuestros sueños.

Sin embargo, las pesadillas se consideran un trastorno una vez que se producen con la suficiente frecuencia, como para interrumpir el sueño de manera regular, haciendo que la persona que las padece tenga miedo a dormir, dando lugar a la privación del sueño y también llegando a producir otros trastornos o condiciones médicas y psicológicas.

Según nos explica Fernando Schifferli, neurólogo de la Clínica Somno (medicina del sueño), éstas se producen en la fase de sueño de Movimiento Ocular Rápido (la conocida REM, por sus siglas en inglés), en donde hay conciencia y tiene una profunda característica emocional:

“Se pueden deber a razones como el miedo o la ansiedad, ocasionalmente con un despertar. Esto suele ser más frecuente entre los 4 y 13 años, muchas veces asociado a la parálisis del sueño, una ansiedad, depresión o algunos fármacos”, indicó.

De esa misma manera, agrega que este tipo de sucesos pueden resultar más molestos en una que otra persona… ¿En quién? Aquellos que comen de noche, toman algún remedio o tienen fiebre. Ahora, si la dificultad para dormir viene después de las películas de terror, ¡ojo ahí! Claramente esa podría ser una de las razones (les recomendamos no ver el Conjuro 2 más allá de las 8pm, por su atención, gracias).

¿Pesadillas? ¿O terrores nocturnos?

Hay dos tipos de "malos" sueños: las pesadillas y los terrores nocturnos. Ambos ocurren en diferentes partes del ciclo del sueño (puedes verlos aquí) y, por lo general, son más comunes en niños.

Los terrores nocturnos generalmente suceden durante el primer tercio de la noche, entre medianoche y 2 de la mañana, cuando el niño está “atrapado” entre una etapa de sueño profundo y ligero, en el cual el cuerpo esta “despierto” pero su mente no. Son más comunes en niños menores de 8 años. Las pesadillas en cambio, suceden en la otra mitad de la noche, durante el sueño ligero, que es cuando hacemos la mayor parte de nuestros sueños. Pero, ¿cómo podemos diferenciar a cada uno de estos temores? ¿Y de qué nos sirve?

En un terror nocturno, los niños se "despiertan" drásticamente, es común que griten, estén asustados, confundidos y hasta puedan golpear violentamente a su alrededor. Por lo general no están conscientes de su entorno yluego de unos minutos se vuelven a dormir.

Intentar calmarlos solo empeorará el episodio y puede generar incluso un tanto de agresividad. Además, casi nunca son capaces de explicar a la mañana siguiente qué sucedió, ya que apenas lo recuerdan. Incluso, según el Hospital de Niños de Stanford, es mejor comprobar que el niño esté bien y luego dejarlo soñar (mientras sea seguro hacerlo).

En las pesadillas, en cambio, los niños están conscientes de sus emociones, despiertan completamente y pueden recordar los sucesos que soñaron. ¡Ahí los abrazos si son bienvenidos! Y unas palabras para calmar el miedo y aterrizar la fantasía, son fundamentales para tranquilizarlos antes de volver a la cama.

Cuándo necesitamos tratamiento

Ahora bien, muchos se estarán preguntando por qué es necesario tratar las pesadillas si es que son "normales". Ante esto, el doctor Schifferli, aclaró que al estar considerados dentro de un trastorno, no son normales, pero tampoco hay que confundirse, ya que uno que otro mal sueño, no son motivos de preocupación.

No obstante, para algunos niños que tienen pesadillas frecuentes y muestran signos de sufrimiento, como cambios de apetitos y dolores, deben ser vistos por un profesional de salud, que pueda trabajar con el niño y la familia para identificar y abordar razones que podrían estar provocándole estos malestares (el bulliyng por ejemplo, podría ser uno de ellos).

Los desencadenantes comunes de pesadillas y terrores nocturnos incluyen enfermedades (físicas o psicológicas) y falta de sueño, tanto para adultos como para niños, y según el doctor, se pueden evitar dependiendo de los factores que lo provoquen. En algunos casos menos complejos, podemos hacerlo nosotros mismos.

“La gente hoy en día no se está preparando para dormir, de hecho las tardes comienzan a las 6 PM más o menos, que es la hora en que la gente debería empezar a prepararse. Pero no lo hacen, sino que esperan a estar cansado y no duermen con cierta placidez, así la ansiedad y depresión aumentan, asociándose al miedo, al terror”, aclaró.

Para eso, aconseja comer dos a tres horas antes de dormir, alimentos livianos, evitar remedios, irse a dormir con calma y prepararse para el sueño. Esto aplica tanto para niños, como adultos.

En Harvard recomiendan también generar ambiente, como eliminar o desactivar las fuentes de luz antes de dormir (como televisores o el celular) y establecer una rutina antes de dormir, una especie de transición con actividades más relajadas (leer un libro, darse un baño, etc.).

Por último, la mantención de un horario regular para irse a dormir y levantarse también es fundamental y una rutina de ejercicio también puede contribuir a un mejor sueño.

¿Cómo ha sido tu experiencia? ¿Qué recomendarías tú en estos casos?