Imagen: César Mejías

La verdadera historia del Guatón Loyola y otros íconos de nuestra cultura popular

“Combo que se perdía lo recibía el Guatón Loyola”, ¿fue tan así? Parece que sí, y hay harto cahuín también entorno a La Consentida, la Quintrala y el teniente Bello. Hoy te contamos la verdadera historia de todos estos personajes.

Por María Jesús Martínez-Conde | 2017-09-15 | 07:00
Tags | dieciocho, chile, guatón loyola, la quintrala, teniente bello, la consentida, personajes populares

*Esta nota fue originalmente publicada en 2017.

¿Realmente el Guatón Loyola “quedó como cacerola” en el rodeo de Los Andes? ¿La Quintrala azotaba a sus esclavos hasta la muerte? ¿Quién era la consentida de Jaime Atria? Y la pregunta que se lleva el millón, ¿cómo #$%& se perdió el teniente Bello?

Éstas son dudas que todo chileno que se precie de tal, se ha hecho alguna vez en sus noches de insomnio. Y como en El Definido somos más chilenos que la marraqueta con palta, hicimos nuestro mejor esfuerzo para darte un sueño tranquilo este 18.

El Guatón Loyola y su audacia a toda prueba

A mediados del siglo pasado, existieron en la zona central unos famosos folcloristas llamados Los Perlas, que se hicieron famosos por popularizar la cueca “El Guatón Loyola”, a quien “lo dejaron pa’ la historia” por dárselas de “encachao”. O sea, que se hizo el choro y por eso se llevó varios combos.

El Guatón Loyola efectivamente existió, y su nombre completo fue Eduardo Loyola Pérez, quien dedicó parte de su vida a ser martillero de remates de ganado, públicos y privados. Alentados por la curiosidad de esta historia, el diario El Llanquihue de Puerto Montt lo entrevistó. Y él relató aquella apasionante noche en que sacó pecho valientemente por un par de mujeres.

En 1954, Eduardo Loyola, el Flaco Gálvez y Mario Cassanello, estaban en un rodeo en el fundo de Santiago Urriente Benavente, en Parral (el escenario del cuento fue modificado). Se encontraban “tomándose una cosita” y disfrutando del casino que se había instalado en el lugar, cuando llegaron tres huasos borrachos a molestar a las meseras. Ante los insultos, el Guatón Loyola, con la audacia que le dieron unas copas de más, “se encachó” y salió a defenderlas, pero todo terminó “yéndose a las manos”. Nuestro querido y gordo personaje, que probablemente no se caracterizaba por su agilidad, acabó peleando a combos bajo una mesa y fue tal “la bataola”,que llegó hasta Carabineros al lugar. ¿Y cómo terminó todo?

“En uno de los entreveros caí, y el otro tipo agarró una silla y tuve que esquivarlo. Alguien trató de quitarle la silla, pero no resultaba. Entonces, un amigo echó mano atrás y el que peleaba conmigo pensó que iba a sacar una pistola y se espantó. En verdad, fue un manojo de llaves. Pidiendo auxilio salió corriendo para el lado de la estación y no supimos más de él”, declaró el Guatón Loyola. ¿Y quién fue el que escribió una de las cuecas más famosas de nuestro folklore?

Pues uno de sus amigos que estaba en el rodeo de Parral, el Flaco Gálvez quien, “a modo de leseo”, le compuso la chistosa tonada que tocaron al otro día en la medialuna, haciendo bailar a su amigo panzón con una de las candidatas a reina.

Luego Los Perlas hicieron famosa la cueca y cambiaron “Parral” por “Los Andes”, porque sonaba mejor. El Guatón Loyola murió en 1978, después de varias operaciones que intentaron extirparle algunos quistes al estómago.

La Quintrala y sus “pitutos” con la justicia

Quizás los más viejitos recordarán la clásica interpretación de Raquel Argandoña como “La Quintrala”, en una miniserie que paralizó los corazones de nuestros compatriotas en 1987 (aquí una “pildorita” de ese culebrón).

¿Quién fue realmente este ícono de la maldad chilensis?

Catalina de los Ríos y Lisperguer fue una terrateniente chilena que vivió durante la Colonia, en el siglo XVII, bisnieta de un carpintero alemán que llegó junto a Pedro de Valdivia, y de una mujer indígena, conocida como Elvira de Talagante. Los herederos de esta pareja original, disfrutaron de su gran fortuna, y fueron conocidos también por realizar pactos con el demonio y por su crueldad.

"La Quintrala", como fue conocida, se casó con Alonso Campofrío, y también fue acusada durante su vida de innumerables barbaridades. Sin embargo, su riqueza y sus “pitutos” y parentescos con las autoridades, siempre la salvaron de los castigos. Por ejemplo, fue acusada de envenenar a su padre en su lecho de enfermo, inculpada de asesinar a un caballero de la Orden de Malta (a quien invitó antes a su cama), le cortó la oreja a uno de sus amantes y apuñaló a un sacerdote.

Pero sus más famosas fechorías las cometió contra sus empleados en su fundo de La Ligua, tanto sirvientes como esclavos negros (en Chile hubo esclavos negros desde el siglo XVI, aunque menos que en otros territorios de América). Los azotaba, los quemaba, a muchos hombres les cortó la lengua y a varias mujeres, los pechos.

Aun cuando fue encontrada culpable por la Real Audiencia por algunos de estos sangrientos sucesos, la Quintrala “zafó” gracias a sus contactos, arrepintiéndose al final de su vida y dejando su fortuna en beneficio de su alma, para ser rescatada pronto del purgatorio y no ser conducida al infierno. ¡Winner!

“Recuerde que usted es mi consentida”

Otro infaltable en cualquier fonda o asado dieciochero, es sin duda La Consentida de Jaime Atria. Una mujer que “todo consigue con sus porfías”, porque es “la idolatría” del huaso que canta la cueca.

Pero el cuento no es tan bonito ni romántico como parece, porque Atria -ganador de la competencia folclórica del Festival de Viña en 1961 por esta canción- era bien “lacho” y varias se pelean hasta el día de hoy el título de “su consentida”.

Tuvo dos matrimonios y varias hijas, por lo que en teoría podemos pensar que la consentida podría ser cualquiera de ellas, teniendo en cuenta que el folclorista se llevó a la tumba la identidad de su inspiración. Sin embargo, hay una evidencia que inclina la balanza hacia la primera de sus esposas: Alicia Rosselot.

Un verano en que ambos se juntarían en la casa de un amigo, Alicia recibió antes un telegrama que decía “Recuerde que usted es mi consentida” (una frase que probablemente intentaba destacarla sobre otras). Si bien la prueba es bien concluyente, Alicia conoció bien a su ex y declara: “Hasta donde sé, yo era, pero que me conste o que hayan otras consentidas por ahí escondidas... no sé”.

“Tai más perdido que el teniente Bello”

Esta famosísima frase chilena, que alude no solamente a quien está perdido geográficamente, sino también a quien no entiende algo o no encuentra respuestas a un problema, tuvo su origen en un joven aviador llamado Alejandro Bello Silva. Ya han pasado más de cien años desde que el teniente Bello despegó y pareció esfumarse en el aire, porque por más que lo buscaron por cielo, mar y tierra, nunca dieron con su paradero.

El 9 de marzo de 1914 en la madrugada, los tenientes Alejandro Bello, Julio Torres, Tucapel Ponce y el sargento Menadier, debían hacer algunas pruebas para obtener el título de aviador. Se encontraban en el aeródromo de Lo Espejo, listos para partir, pero el día estuvo lleno de complicaciones.

En el primer intento, tuvieron que regresar a Santiago a causa de la espesa neblina que había. Intentando hacer un aterrizaje, Bello dañó su avión, y tuvo que cambiar de nave para seguir participando de las pruebas. Luego, en el segundo intento, tuvieron que realizar un aterrizaje de emergencia debido a falta de combustible. Pero de Bello ya no se supo más.

Luego del aterrizaje del resto de sus compañeros, Tucapel Ponce declaró:

“A las 4.55 P.M. después de un vuelo de prueba de 10 minutos partí más o menos 5 minutos después que el teniente Bello en dirección a Cartagena con un fuerte viento de la costa y una bruma espesa que impedía ver con claridad. Al teniente Bello no le perdí un momento de vista y a las 6.20 P.M. como unos 20 ó 30 kilómetros al E. de Melipilla vi que regresaba. Creí que las nubes estaban muy altas, pues nosotros navegábamos más o menos a 1.900 metros y pensé hacer lo que supuse haría el teniente Bello, bajar para continuar el camino bajo las nubes. Al teniente Bello lo perdí de vista y en la imposibilidad de continuar tomé rumbo directamente al O. el viento que soplaba me derivó hasta muy cerca de Angostura que reconocí por estar muy cerca de ella”.

Supusieron entonces que había aterrizado en otra parte, pero no. Luego, el capitán Manuel Ávalos ordenó su búsqueda por mar y tierra, por la zona de Melipilla, San Antonio y Cartagena. Así y todo no se encontró nada.

Varias expediciones de búsqueda se han realizado desde entonces, la más reciente el año 2007, esgrimiendo diferentes teorías y basándose en rumores sobre el paradero del avión de Bello. Todas han sido infructuosas y el paradero del joven teniente, ícono de los más distraídos, volados y perdidos de Chile, continúa siendo un misterio.

¿Qué otro personaje ícono de nuestra cultura popular debería estar en esta lista?