Chile se está adaptando a un cambio que lo tomó desprevenido. En solo un par de años las calles se transformaron: nuevos acentos y colores llegaron a enriquecer el país. Peruanos, colombianos, haitianos y venezolanos han arribado a distintas ciudades en busca de mejores oportunidades económicas o, en el caso de los venezolanos, de un lugar seguro para vivir.
Así, en cuestión de años nos convertimos en el país latinoamericano donde más ha aumentado la inmigración. Sin embargo, muchos de ellos se encuentran con un Chile que todavía no se ha acostumbrado a este cambio cultural: no hay una normativa que los acoja (la que hay está obsoleta y recién se empezará a discutir un nuevo proyecto de ley) y como sociedad, a veces, no hemos estado a la altura.
El analista internacional y secretario ejecutivo del Centro de Derecho Público y Sociedad (Publicuss) de la Universidad San Sebastián, Patricio Gajardo, dice que es necesario que nos demos cuenta de la gran oportunidad que significa la llegada de migrantes de distintas nacionalidades al país. Y se enfoca aquí en el caso de los venezolanos.
Gajardo dice que tenemos que recordar que Venezuela se caracterizaba por ser un país que acogía a migrantes. Fue uno de los principales países que recibió exiliados chilenos durante la dictadura.
“Allá les dieron mucho apoyo. Gente que se exiliaba por razones políticas, tenía oportunidades de trabajo en su ámbito profesional, nosotros estamos muy lejanos de eso”, explica Gajardo.
No era un país que expulsaba o que generaba olas migratorias como ha ocurrido en estos últimos años. Debido a la compleja situación que está viviendo Venezuela, hoy el escenario es al revés, muchos de ellos están eligiendo Chile para salir de su país.
“Yo sé que estamos enfrentando una situación distinta, pero con componentes que son similares. No vemos una dictadura a través de un golpe de estado, pero es un proceso de aumento del autoritarismo de manera gradual, progresiva, y ahora yo definitivamente pienso que después del 30 de julio pasado, se produjo un golpe de estado en Venezuela y la situación es muy similar”, sostiene Gajardo.
Decidir venir a Chile, es una apuesta riesgosa, porque tienen que viajar miles de kilómetros y abandonar lo que tenían allá, ¿a qué llegan?, ¿cómo los estamos recibiendo?, ¿qué dicen ellos?
En El Definido conversamos con María Laura Liscano, presidenta de Amigos de Venezuela, una organización que busca apoyar a la comunidad venezolana que llega a Chile; para conocer cuál es la situación de los venezolanos que vienen al país.
Nos explica que muchos venezolanos están eligiendo Chile porque acá encuentran algo que en Venezuela perdieron. “Chile es un país que tiene una buena economía, es un país que tiene principalmente algo por lo que nosotros huimos, tiene seguridad (…) En Chile si tú trabajas, tú por lo menos sabes que vas a tener comida, que vas a poder pagar el arriendo y puedes proyectarte. En Venezuela hoy en día eso no es posible, porque la inseguridad es muy grande”, explica y agrega que ellos estiman que hoy la comunidad venezolana en Chile bordea las 70 mil personas (esta cifra la calculan del plebiscito que se realizó el 16 de julio).
Los venezolanos que llegan son, en su mayoría, jóvenes entre los 20 y 35 años. Liscano cuenta que el porcentaje de profesionales (técnicos, universitarios, postgrados) que llegan, siempre ha sido alto, aunque cree que puede haber bajado este último tiempo. “Al menos, el 90% del venezolano que está aquí es profesional”, dice María Laura.
La mayoría de los venezolanos que están llegando a Chile tuvieron, en su momento, buenos puestos de trabajo en Venezuela. “Tenían un estándar de vida alto que probablemente jamás habrían decidido migrar, dadas esas condiciones, a Chile y a ninguna parte”, nos asegura Patricio Gajardo.
Se trata de una migración buscada como la única salida para tener un mínimo de seguridad y un desarrollo personal y familiar mínimo. El analista dice que probablemente, por esta razón, están dispuestos a soportar mucho más de lo que podrían estar dispuesto a soportar si fueran a otro país como un inmigrante tradicional que busca mejores oportunidades. “Está buscando ciertas condiciones de vida mínimas de paz social que en su país no encuentra”, explica el analista.
Los venezolanos que llegan a Chile vienen a trabajar, a salir adelante, a reinventarse y buscar un mejor futuro, recalca Liscano:
“Nosotros estamos dispuestos a dejarlo todo y empezar de cero, hay muchos profesionales que han dejado absolutamente todo y los ves en restaurantes de meseros, porque empezar de cero, implica empezar a hacer todo de nuevo, empezar a construir tu vida y dejar de lado tus títulos, tus posesiones y decir ‘bueno voy a construir una nueva vida, un nuevo futuro’”.
Ya hemos mencionado el valor potencial que tiene la interculturalidad en nuestro país, si es que sabemos abordarlo como oportunidad y no como problema.
Pero yendo aún más allá, y teniendo en cuenta que los migrantes venezolanos son personas con mucha preparación profesional, deberíamos comenzar a cambiar la mentalidad. Empezar a ver cómo los incluimos, cómo aprendemos de ellos, como los integramos y permitimos que ellos también se desarrollen profesionalmente y ayuden al desarrollo de Chile.
Estamos frente a una oportunidad que no hemos sabido aprovechar, insiste Gajardo: “Nos encontramos con un profesional o una persona preparada profesionalmente que el país no sabe aprovechar y que tampoco le ofrece oportunidades. Y que compite con otros inmigrantes, con una realidad distinta, pero compite en igualdad de condiciones, o sea, como si fuera un migrante sin ninguna preparación o una especialización”.
Ahora, afortunadamente y a diferencia de otros grupos, los casos de discriminación han sido minoritarios, asegura Liscano. “En su mayoría el chileno ha recibido bien esta migración. Cada día son más las municipalidades que buscan tener espacios de apoyo a la municipalidad migrante, por ende, yo creo que Chile está caminando a ser un país que acoja de mejor forma a la migración”.
Sin embargo, aún existen trabas que deberíamos mejorar, como los procesos burocráticos para adquirir la visa, ya que se trata de un círculo vicioso donde a la persona le piden un contrato de trabajo para poder solicitar la visa temporal, pero para obtener un contrato, el empleador pide un RUT.
“Así como nosotros venimos soñando con un mejor futuro y construir en el país que nos acoge, Chile tiene esa oportunidad de recibirnos y agarrar toda esta energía que nosotros traemos para que juntos podamos construir y generar nuevas oportunidades”, propone María Laura.