Con todo en contra, se capacitaron. Estudiaron muchas veces teniendo que pedir una mano, pues la estructura de la educación no estaba acomodada para ellos. Si no podían llegar en micro a la u, buscaron a un amigo paleteado que los pasara a buscar. Si no podían oír bien la clase, se sentaban en el primer puesto y miraban atentos al profe. Si tenían dificultades para hablar, se armaban de valor y sin pudor levantaban la mano en clases para expresarse. Y si no veían, le pedían a ese amigo cercano que leyera en voz alta, para poder estudiar sin problemas.
Son cerca de 2,5 millones de personas en Chile las que hoy se encuentran en situación de discapacidad, según los datos de la Fundación Nacional de Discapacitados. ¿Cuántos de ellos son jóvenes menores de 18 que están pensando en la educación superior? ¿Cuántos, pese a los obstáculos, han sacado una carrera y les ha costado un mundo encontrar trabajo?
En El Definido hablamos con Daniela Carrasco, una abogada de 33 años no vidente que hoy está ejerciendo su profesión en Caja Los Andes (CLA), gracias a su programa de inclusión.
“Yo tengo una afección genética degenerativa, en que las células del ojo –los conos y los bastones que son los que captan la luz y los colores- se van suicidando, se van muriendo, autodestruyendo”, nos cuenta Daniela.
La abogada señala que esto le pasó “desde siempre”, pues cuando tenía solo dos años le dieron el diagnóstico. Ella sabía que su afección podría avanzar poco a poco, hasta llegar al punto de dejarla ciega.
Gracias a su buen desempeño en el colegio, Daniela entró a estudiar Derecho en la Universidad de Chile, y hasta segundo año no tuvo mayores problemas. “Pasaba piola como una mina súper ´piti´ no más, de hecho no usaba bastón”, nos cuenta. Era capaz de llegar e irse sola de la universidad, leía (aunque con dificultad) y escribía. Era totalmente autovalente, hasta que lo inevitable comenzó a ocurrir.
“Ya del segundo año en adelante empecé a perder muy rápido la visión, y ahí tuve que buscar otros medios, porque ya no podía escribir. Empecé a estudiar con compañeros, pero ya en tercero era mucha la carga de materia y no siempre había alguien que me pudiera ayudar”, señala. Con tenacidad, Daniela no dejó que su condición se la ganara y buscó alternativas.
Se dio cuenta que otros compañeros ciegos en la carrera podrían darle algunas claves para desarrollar mejor sus estudios. Se acercó a ellos y le recomendaron un lector de pantalla, un software que utilizan las personas con discapacidad visual que es capaz de leer y explicar en voz alta aquello que aparece en sus computadores, tablets o celulares (en este link puedes descargar algunos). Paralelamente, empezó a grabar las clases, para no perderse de nada a pesar de su nueva condición.
Este software, el primero que ella conoció y utilizó, le sirvió para tener más autonomía y no depender de familiares o amigos para estudiar.
Entonces llegó la hora de hacer la memoria, la práctica y dar el examen de grado. Daniela se convirtió en abogada y por fin consiguió algo para lo que había luchado hace varios años. Lamentablemente, encontrar trabajo no le fue fácil por un buen tiempo.
Pero ella no se quedó de brazos cruzados y empezó a hacer voluntariado. Entró a trabajar a la Fundación Fundalurp (Fundación Lucha Contra La Retinitis Pigmentosa), una organización que se dedica a ayudar a quienes sufren de retinitis pigmentosa, la afección que Daniela padece, brindándoles atención médica, psicológica y dándoles espacios de recreación, información y capacitación.
En la fundación, al paciente se le entrega información sobre lo que está sucediendo en su cuerpo, se resuelven sus interrogantes (pues se trata de una condición muy desconocida) y se los orienta junto a sus familias en los pasos a seguir.
Al mismo tiempo, la recién egresada abogada fundó junto a otras personas un club de andinismo inclusivo llamado Club Ayuwnquienes, motivados por la falta de actividades inclusivas, desarrollan trekking y senderismo para personas con discapacidad visual y auditiva. Daniela se dedicó entonces al deporte y fue justamente aquí en donde surgió una oportunidad.
Pese a sus actividades, Daniela necesitaba encontrar un trabajo remunerado y se movía todos los días para ello:
“Yo creo que les escribí a casi todos mis contactos. ´Por favor, si saben de algo avísenme, avísenme de lo que sea, por favor ténganme en mente´. Y a cada rato, tenía anotada una base de datos en que decía: ´a este le escribí el 3 de marzo, a este otro el 10 de abril, entonces voy a esperar un mes y les voy a escribir de nuevo´. Súper ordenada y por WhatsApp lo mismo”.
Y de tanto moverse, la cosa resultó. Era diciembre de 2017 y la Ley de Inclusión Laboral ya se estaba anunciando; comenzaría a regir desde abril de 2018. Una kinesióloga que era parte del Club Ayuwn y que trabajaba con personas con discapacidad, le pasó el contacto de la persona encargada del área de inclusión en CLA, donde estaban recibiendo currículums. . “Así que envié mi currículum y me llamaron para venir a entrevista”, nos dice.
Pasó todas las etapas y desde enero trabaja en CLA, como parte del equipo de abogados de fiscalía. Ella es una de las 32 personas con algún tipo de discapacidad que trabajan dentro de la empresa de 3 mil trabajadores (cumpliendo ya con el 1% de dotación de colaboradores con discapacidad que exige la nueva ley).
“Ha sido un tremendo desafío. Aquí he encontrado no sólo la oportunidad de aportar como profesional, sino que también aporto con mi experiencia como persona en situación de discapacidad. Y lo más importante es que cuento con las facilidades para poder desempeñarme como cualquier otro, sin diferencias”, explica.
“Para mí, la clave para encontrar el trabajo que uno quiere, es moverse. ¡Yo me movía pero demasiado! Porque es súper difícil para nosotros. No hay que quedarse sentado esperando a que te llamen. A mí en varias partes me dijeron ´no, si te vamos a llamar, que por la Ley de Inclusión te vamos a llamar´. Y hay gente que espera, ´no, si me van a llamar´. No, no, en verdad no. Y opciones hoy, existen”.
Historias como la de Daniela demuestran que con perseverancia, los objetivos pueden alcanzarse. Gracias a que hoy existen posibilidades y cargos especialmente destinados a personas en situación de discapacidad, el camino se allana para quienes, como la abogada, están buscando una oportunidad.