No me había interesado en leerlo, pero desde la semana pasada se está publicando en quioscos a un precio irrisorio. Quienes leemos cómics sabemos que una revista de 24 páginas puede llegar a costar $3.000 y la editorial Unlimited está publicando tomos equivalentes a 12 revistas (250 páginas aprox) en apenas $4.990. Así que me animé a hincarle el diente a uno de los más grandes responsables del boom del fenómeno zombi que a muchos ya nos tiene un poco cansados. Con entusiasmo y pocas expectativas me lancé a leer el primer tomo del cómic de WalkingDead, con la esperanza de sobrevivir al holocausto zombi.
La historia comienza rápido. Rick, un policía bonachón, recibe un balazo durante un procedimiento. Al despertar en un hospital se encuentra con que todas las enfermeras, doctores, pacientes y visitas fueron reemplazados por muertos que caminan y se lo quieren comer. Rick logra escapar sólo para darse cuenta que las cosas fuera del hospital no están mucho mejor. Sin una explicación mayor que “aparecieron y se los comieron a todos”, el hombre emprende un viaje a Atlanta con la esperanza de encontrar a su familia.
El tomo 1 contiene dos historias equivalentes a 6 revistas cada una. La primera me entretuvo mucho: Sin perder un segundo en explicaciones, presenta a un personaje que no se caracteriza por su complejidad y le entrega una motivación poderosa: encontrar a su familia. Y con fluidez, Kirkman (el guionista) logra ir armando una intriga que permite mantenernos interesados a medida que la historia va avanzando, mientras Moore (el dibujante) nos deleita con tripas, carne podrida y un dibujo inusualmente empático para un cómic de este género. Lamentablemente las cosas no funcionan tan bien al pasarnos a la segunda historia.
Con un nuevo dibujante (Adlard) que tiene un estilo de dibujo mucho más cercano a lo que nos esperaríamos de un cómic de zombis (con más uso de negros y un tono más siniestro), Kirkman retoma la historia unas horas después del final de la primera. Siempre preocupado que las cosas avancen rápido (rasgo que caracteriza a este guionista), de inmediato vemos a los personajes ponerse en acción, pero esta vez con una ausencia total de intriga. La trama ahora no pasa de ser “Vamos pa’ allá. ¡Oh no! ¡Hay zombis! Entonces vamos a este otro lado”,y vagando de un lado a otro vemos a los personajes enfrentarse a vicisitudes que al parecer no los llevará realmente a ninguna parte. La tensión, la intriga y el temor vienen en dosis de un par de páginas para luego volver al mismo lugar de siempre, en una ausencia total de un in crescendo tan necesario para mantener el interés.
La verdad es que el cómic funciona bastante bien, pero el contraste entre una historia y la otra es chocante. La primera, una historia redondita, opaca a la segunda, una historia floja y sin mucho sentido. Pero aún así, la segunda está lejos de ser una historia ilegible, porque Kirkman sabe manejar los tiempos y escribir conversaciones, que hace que las escenas le queden bien contadas.
Al final, lo que le juega más en contra es la sensación de que lo que estamos leyendo no tiene mucho sentido, porque a fin de cuentas todos terminarán como almuerzo de zombis. Porque no hay ni un atisbo de objetivo a largo plazo, de motivación más trascendente en los personajes, de esperanza. Tendré que aventurarme con el segundo tomo que salió esta semana, pero si las historias no mejoran respecto a la segunda del primer tomo, dudo que siga leyendo (y comprando). Porque tengo el temor de que se trate de un cómic de supervivencia y nada más, en que las cosas avanzarán sin destino todo lo posible mientras los personajes puedan sobrevivir durante este boom de la moda zombi que ya lleva varios años.