Marcelo y Loreto son padres de Mateo de 15 años y Camilita de 8. Están cuestionándose si darle mesada a sus hijos. ¿Es bueno que los niños reciban mesada? ¿A qué edad será correcto? ¿Cuánto deberíamos darles? ¿Qué nivel de control debemos tener sobre la forma en que la gastan?¿Podemos permitirles que se compren lo que quieran?
Así como ellos, muchas veces como padres nos hacemos estas preguntas en relación a la mesada de los hijos y no hay una respuesta absoluta y correcta, sino que ésta dependerá del estilo y de las características de cada familia. Lo importante es ser capaz de darse el tiempo para reflexionar en torno al tema y tomar una decisión fundamentada, y no que lo hagamos sólo porque todos lo hacen.
Para tomar una buena decisión es importante considerar diversos puntos, tomando en cuenta las características de nuestra propia familia: nuestros valores y prioridades. Es necesario pensar y aclarar varios aspectos, para luego poner dicha información en una balanza y analizar qué es lo mejor para nuestros hijos.
Dar mesada cobra sentido en la medida en que tiene un fin, ésta no debe ser un fin en sí mismo. Los fines pueden ser:
Si la mesada no tiene un objetivo, es mejor no darle.
Es recomendable comenzar a dar mesada cuando los hijos ya poseen la capacidad de comprender realmente el valor del dinero y son capaces de dimensionarlo. Esto requiere tener el pensamiento abstracto desarrollado. En general, esto se alcanza alrededor de los 12 años. Camilita sabe que con los $5.000 le alcanza para 20 chocolates y quiere comprárselos todos de inmediato. Mateo también sabe que le alcanza, pero se da cuenta que no necesita comprarse 20, que puede comprar sólo uno y guardar el resto del dinero para otra cosa.
Adicionalmente, hay que analizar si es que el hijo tiene efectivamente necesidades reales que lo hagan tener que manejar dinero. Mateo ya anda en micro y hace regalos para sus amigos, mientras que Camilita no debe hacer ningún gasto, todo lo cubren sus padres.
Para responder a esta interrogante, los padres deben cuestionarse para qué será el dinero: ¿es para que pague sus gastos cotidianos como movilización y alimentación? ¿o es para que se de sus “gustos”? Dependiendo de el para qué es, se deberá definir el monto.
La cantidad dependerá de la realidad de cada familia, pero es importante mantener un criterio de austeridad aún cuando no existan restricciones económicas. No es bueno que el niño tenga siempre todo lo que quiere, ni que perciba que el dinero es muy fácil de obtener. Esto dificulta el desarrollo de la voluntad y la capacidad de postergación.
Si se decide dar mesada, debemos ser muy claros y firmes respecto a que no pueden pedir más dinero cada vez que se les acaba, porque si no, se pierde el fin educativo.
También es muy importante acordar y explicitar con el niño cuáles son los usos para los que les está permitido gastar la plata. Si no tenemos la capacidad de confiar en que nuestro hijo la usará para lo estipulado, es mejor no dársela.
Marcelo y Loreto decidieron que le darían mesada a Mateo. Definieron que ésta sería para que se pague su movilización, compre regalos de cumpleaños y se pueda dar uno que otro gusto. Le dejaron muy claro que no le darán más si se le acaba y que no puede comprarse ni películas pirata, ni comida chatarra, ni nada que ellos no le comprarían a él. También le sugirieron que trate de ahorrar para contar con dinero cuando necesite algo y que trate de usarlo en cosas que realmente necesite. A Camilita le explicaron que por ahora ella no necesita manejar dinero, pero que cuando sea grande como su hermano, podrá hacerlo también. De esta manera, ellos están seguros que Mateo aprenderá a valorar más las cosas, a cuidar su dinero y postergar sus deseos por algo mayor.