El odio te hace manipulable

Creemos que ser un indignado es un acto liberador, pero ¡cuidado!, podemos estar siendo manipulados

Por Marco Canepa @mcanepa | 2013-03-28 | 12:23
Tags | columna, odio, sociedad
"Si la iglesia es el opio del pueblo, el odio es el control remoto del pueblo"

Son una cosa curiosa, las emociones. Tienen la capacidad de inspirarnos hasta alturas insospechadas o limitar nuestra visión a niveles vergonzosos. Todo depende de la emoción. 

Recuerdo más de una ocasión en que, a mitad de una discusión con mi mujer, me di cuenta que mis sólidos argumentos hacía rato se habían deshecho bajo el peso de la evidencia y lo único que impedía levantar la bandera blanca era mi convicción de que tenía razón. "¡No sé por qué, pero tengo razón!".  Sólo me vine a dar cuenta de lo equivocado que estaba horas después, cuando la rabia se había disipado. 

Y es que la ira provoca eso, no sólo te pone en actitud física de combate y concentra tu atención en el punto de conflicto, también te hace estar absolutamente seguro de que estás en lo correcto y te cierra a escuchar posturas ajenas, por razonables que sean. 

Cualquiera que haya tenido que enfrentarse a una persona cegada por la ira (ojo: cegada por la ira) sabe que, hasta que no se calme, no es posible razonar con ella. Por fortuna la rabia es momentánea, un secuestro emocional, algo pasajero. 

El problema es que existe un tipo de rabia más insidiosa, más venenosa, más corrosiva, porque es un estado permanente, que opera en el "background" de nuestro cerebro: El Odio. 

El odio es una especie de acceso directo a la rabia; una mina antipersonal enterrada en nuestro inconsciente, lista para explotar al primer contacto; una predisposición permanente a bloquearnos a escuchar lo que el objeto de nuestro odio -o su defensor- tenga que decir; a suponer que todo argumento que entregue tiene una mala intención detrás o que es mentira. 

Y para peor, quien incuba ese odio se siente orgulloso de su ceguera. Siente que la está haciendo de lujo. Porque tiene la razón, porque está luchando por sus ideales, porque está haciendo un acto revolucionario, porque nadie es más libre que él, porque no se deja engañar

Nuestra sociedad y las redes sociales rebosan hoy en día de "indignados", ansiosos de expresar todos los matices y tonalidades de su odio, seguros de que eso los hace ver más inteligentes y libres.

Pero, en mi humilde opinión, no son tan libres como creen. Es más, si como decía Marx, la Iglesia es el opio del pueblo, entonces el odio es el control remoto del pueblo.

Si yo apunto a una persona en la calle y grito "¡Ese hombre violó a mi hija!" puedo contar con que el pobre tipo, sin importar cuánto grite que no es verdad, va a recibir una buena paliza. ¿A quién le van a creer, a la víctima o el victimario? El ser humano se hace juicios en cosa de segundos y el odio es muy bueno para afirmar esos (pre)juicios, y así justificar nuestro actuar.

Así, no hay nada más útil para manejar a la masa, que buscarle un enemigo y lanzarla rugiente, con antorchas y azadones a lincharlo. O mejor aún, transformar un concepto en el enemigo y luego pegarle esa etiqueta a toda persona, obra o institución que yo quiera destruir.

Tomemos el  caso del "lucro", el gran enemigo público que instaló el movimiento estudiantil. 

Ni siquiera voy a discutir si el lucro es en sí mismo malo o si es bueno o malo que ocurra en la educación, sólo quiero hacer notar que yo, hoy en día, puedo simplemente indicar a cualquier empresa o institución del país, gritar "¡LUCRO!" y puedo estar seguro que, en cosa de minutos, contaré con un ejército de opinólogos e idealistas dispuestos a prenderle fuego. Da igual si es verdad que lucra, si su lucro es legítimo o no, o si le ha hecho bien o mal a la sociedad. Nuestro switch anti-lucro ha sido activado, el odio tomó el control y nuestra racionalidad se apagó. Ahora somos ángeles castigadores.

Entonces, ante la enorme maquinaria generadora de odio en que se ha convertido la prensa de nuestro país, y su caja de resonancia -las redes sociales- convendría preguntarse... ¿Quién está provocando este odio, a quién le conviene mantenernos furiosos y con qué objetivo nos están controlando? 

Usted será quien responda esa pregunta. Mi punto es otro:

Si uno quiere tomar buenas decisiones, debe pensar con la cabeza fría. 

Así como no es conveniente tentarse con los ofertones y creditazos sin cotizar primero, así como uno debe ver si tiene capacidad de pago y la necesidad real del producto antes de endeudarse, tampoco conviene casarse con una ideología o causa sin haber pensado bien el problema, haber escuchado abierta y desprejuicidamente a todas las partes involucradas y haber "cotizado" diversos argumentos en pro y en contra de un problema.

No llamo a no tener una opinión o a no defender nuestros derechos, llamo a formarse esa opinión después de haberse informado bien y no sólo con información de un lado del problema, sino habiendo escuchado a ambas partes. Realmente escuchado.

¿Será tan ilógico pedir eso?