Nunca he ganado ningún sorteo... el azar no va conmigo. En toda mi vida no recuerdo haber ganado ni una sola rifa, por más insignificante que sea, lo que ha influido bastante en mis ganas de concursar en cualquier tipo de cosa. Pero esta vez fue distinto.
Poco enterada de la situación, leo un whatsapp donde una amiga anunciaba: "¿Revisaron si son vocales de mesa?" Con la clásica confianza del que se ha librado un par de veces de la tarea, entré a la página del Servel, para verificar que no lo fuera. Pero en realidad salía "Sí, usted ha sido designado como vocal de mesa". Gané.
Claramente no era el mejor premio y confieso que volví a entrar a la web para revisar de nuevo, a ver si cabía alguna posibilidad de error del sistema. Absurdo pensamiento. Así que una vez chequeado por segunda vez, era hora de asumirlo: me había tocado ser vocal y tampoco había que ponerle tanto color. Era tan sólo un "cacho" más de los ineludibles en la vida. Había que levantarse temprano y estar todo el día apernada recibiendo votantes. Al fin me consolé a mí misma con la idea de que algo aprendería de la experiencia.
Ley de Murphy, ¿Cómo, si puse dos alarmas? Una a las 6.10 y otra a las 6.18, pero pasó lo clásico: se integraron como música a lo que soñaba y me desperté sobresaltada a las 7.30. Obviamente las otras cuatro vocales me esperaban porque yo, como Comisaria de la mesa, era la encargada de retirar los materiales. Amablemente se tragaron el odio, totalmente justificado, que sé que sintieron con mi retraso. Bueno y ahí empezó el show. Y les prometo que fue entretenido.
Organizar la mesa, doblar y desdoblar papeletas cual origami para dejarlas listas (una de mis tareas favoritas), repartir tareas. Armar packs votos-estampillas-lápiz, recibir a la gente, explicarles como doblar el voto, porque siempre se nos olvida. Registrarlas en el padrón, llenar formularios con actas, contar y revisar votos. Todo esto junto a 4 personas más que se tomaron todo con mucha buena onda, desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche. Funcionábamos como una línea de producción y con el paso de las horas nos íbamos haciendo cada vez más expertas.
Aunque el proceso es bastante mecánico, sobre todo cuando hay una fila interminable durante 3 horas seguidas, los ánimos de la gente, los saludos, la buena disposición del equipo y alguno que otro regalito comestible de algunos votantes que se compadecieron de nosotros, hicieron que el tiempo volara.
Creo que las claves para no hacer del día una pesadilla fueron tres: saber organizarse, la amabilidad entre vocales y con los votantes y tener siempre algo que hacer o por lo menos alguna anécdota que comentar. Porque no estuvimos faltas de ella, como que una votante cantara a todo pulmón y sin pudor unas desconocidas canciones, mientras hacía la fila para votar. O que una mamá dejara a su hija chica marcar el voto, la cual obviamente se equivocó. O que una señora que tomó su tiempo de demora en la cabina, insistiera en que recordáramos que eran 3 minutos y medio por si nos venían a preguntar los periodistas.
¿Qué pasa después con los votos? Lo que viene después de que los votos se acumulan en la urna es todo un mundo. Momento clave y protocolar del cuento. Aunque el día de la capacitación no entendí casi nada con los "demasiado entusiasta" videos que entregaban exceso de información, en el momento fui entendiendo mejor. Creía que se venía algo eterno. Y lo fue, pero como cada una tenía un rol activo y fundamental, de nuevo los minutos corrían sin darnos cuenta. ¿Cómo fue la experiencia de escrutinio?
Primero abrimos una urna y sacamos todas las papeletas blancas de presidente. Ahí nos asignamos roles. Cada voto lo firmó el presidente de la mesa y un vocal más, mientras otro los contaba. Si calzaba el número con la cantidad de personas votantes registradas en el padrón, los abríamos. Tuvimos suerte de contar sólo un par de veces, porque una mesa de al lado estuvo algo más de una hora buscando un voto perdido.
Y ahí empezó el canto de los candidatos presidenciales. Unos desdoblábamos votos, la presidenta los cantaba, otras dos anotaban la cantidad… y los apoderados de cada partido observaban. Después de esto vimos si calzaba la suma total de los votos y anotamos la cantidad que recibió cada candidato, los nulos y los blancos en tres actas iguales. Con número y escritura, incluyendo la hora de comienzo y término del escrutinio, entre otros datos. Además el nombre, Rut y firma de todos los vocales y apoderados. Ese rol lo tomé yo, me dediqué a rellenar los formularios…
Por último tuvimos que meter cada acta en un sobre también firmado por todos los vocales: uno para el Tricel, otro para el Servel y otro para el Colegio Escrutador. Como comisaria, me tocó pasarle esos sobres a los delegados y recibí un comprobante que tengo que guardar por un mes, porque comprueba que entregué el registro de los votos presidenciales. Luego de eso recién pudimos seguir con el siguiente escrutinio: los senadores. Así pasamos con el equipo desde las 6 de la tarde hasta las 10 de la noche, avanzando cada vez más rápido.
La experiencia fue un microcosmos de lo que pasaba a la misma hora en miles de rincones de Chile, eso fue entretenido. ¿Cómo habrá sido en otros lugares? ¿Y en zonas rurales y más aisladas?
De alguna manera uno se siente importante teniendo la responsabilidad en este proceso de elegir a los representantes que toman las decisiones que conducen nuestro futuro. Tiene todo este protocolo adjunto, los miles de formularios, firmas, sobres sellados, revisiones, lo que retrasa enormemente el proceso, pero lo valida. Por último, me encanta recordar que al final todas estas cosas tan fundamentales y oficiales, dependen de ciudadanos comunes y corrientes para que funcionen. Puede ser menos eficiente que otros modelos, pero lo manual tiene su encanto en este mundo tan automatizado.
Por varias razones lo haría de nuevo. Principalmente porque estoy obligada a hacerlo el próximo 15 de diciembre, claro. Pero dejando de lado la dificultad de levantarse a las 6.00 horas un domingo, ya sé de antemano que no va a ser para nada una mala experiencia.
Si quieren entender la gracia que me causaron los videos instructivos, les dejo uno aquí (aunque igual aprecio el esfuerzo pedagógico):