¿Por qué no votaste por mi candidato, re%@$#?

¿Cómo puede ser que tanta gente vote por políticos que detestamos? ¿Estamos rodeados de estúpidos? El Barbón explora la cuestión.

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-11-19 | 10:32
Tags | tolerancia, política, presidenciales, elecciones, prejuicios, comunicación, segregación, diálogo, empatía
"Vivimos en una sociedad tan segregada, que no sólo no tenemos contacto con quienes pertenecen a otro estrato social, tampoco tenemos mucho contacto con quienes piensan diferente"

Tanto el domingo como ayer lunes el mensaje que más vi repetirse en mi Twitter y en mi Facebook era más o menos así: “No puedo creer que en este país exista gente tan weona como para votar por Juanito/a ¡Ahora se lo aguantan por imbéciles!”. ¡Puro amor! Lo más gracioso (y terrible) es que Juanito/a no era un candidato específico, sino que realmente cualquier candidato ganador que al twittero en cuestión le parecía repudiable. Al enfrentarse a semejante paisaje solo queda preguntarse ¿vivimos en un país lleno de idiotas o si simplemente no somos capaces de aceptar una derrota?

Si perdió mi candidato, son todos estúpidos.

Debido a estos mensajes, y con algo de rabia, ayer puse en Facebook un estado que decía que me parecía súper miope creer que los que no votan por mi candidato son todos estúpidos o ladrones. Al mensaje contestaron dos amigas que no se conocen y ambas concordaban sarcásticamente que entonces eran miopes (porque sí consideraban que la gente era tonta por votar como votaba). Lo gracioso es que ambas concordaban en su frustración, pero votaban por candidatos radicalmente opuestos: es decir, caían mutuamente dentro del saco de los “estúpidos y ladrones” de la otra. Por supuesto, conociéndolas, ninguna es estúpida ni ladrona, solo tienen pensamientos políticos diferentes y ambas se sentían muy frustradas. Pero la situación da para pensar ¿por qué tenemos esa tendencia a asumir que el que opina de forma diferente a nosotros es idiota? 

¿Y vo’ quién soy?

Yo pienso que la respuesta es simple: no nos conocemosVivimos en una sociedad tan segregada, que no sólo no tenemos contacto con quienes pertenecen a otro estrato social, tampoco tenemos mucho contacto con quienes piensan diferente dentro de nuestro mismo nivel socioeconómico: Los de derecha viven y estudian con los de derecha, los de izquierda con los de izquierda, los católicos con los católicos, los evangélicos con los evangélicos, etc. Nos encontramos con ellos en el supermercado, los vemos en la calle y los leemos en las noticias, (casi) siempre manteniendo un trato gentil, pero distante y la verdad es que no nos conocemos de verdad. Entonces, obviamente, somos incapaces de entender que sus motivaciones son positivas y bien intencionadas, porque no hay un espacio natural donde plantear las ideas y es en ese vacío donde nacen los discursos nefastos. Que los pobres son flojos y la clase alta son ladrones, los creyentes son tontos, los curas son pedófilos y los ateos son egoístas y satánicos: todas caricaturas que se construyen en base a información (que puede tener alguna base en la realidad, pero que es limitada y parcial) y no en base a una experiencia de conocimiento integral.

Salir de la trinchera.

¿Qué hacemos entonces? Yo creo que lo más importante es perder el miedo a discrepar, vivimos tan atemorizados que huimos de quienes piensan distinto y por eso comienzan a formarse mitos en torno a quienes no conocemos. Necesitamos promover los espacios de buena comunicación y planteamiento de ideas y favorecer el mantener un buen ambiente dentro de los lugares de encuentro. Es increíble como un comentario calmado y empático es capaz de calmar la más ardiente discusión en una red social.¡Pero no basta con quedarse en el terreno del debate!

Conocerse no solo se trata de saber como piensa el otro, es mucho más que eso. Necesitamos promover espacios para compartir con el que piensa distinto, no desde el temor, sino entendiendo que se trata de una posibilidad de enriquecimiento de nuestra realidad. Podemos ser un agente de cambio en nuestro alrededor, en nuestra propia familia siempre hay quienes piensan distinto y, para lograrlo, el primer paso es dejar de ver al que piensa diferente como nuestro enemigo. Solo así saldremos del terreno de la descalificación y podremos entrar en el terreno de los acuerdos, donde más que ceder en mi postura por presión, entiendo lo necesario de entrar en un terreno común donde poder convivir con aquellos que piensan diferente.