Maldito éxito

El Barbón se pregunta por qué nos matamos persiguiendo triunfos pasajeros

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-04-02 | 11:44
Tags | Barbón, triunfo, éxito
"Es la aventura en sí la que guarda el mayor tesoro"

Oh, éxito… estúpido y sensual éxito. ¡Cómo no hablar de ti! Pienso en éxito y lo primero que se me viene a la mente es el primer libro que publiqué, fruto de cientos de horas de trabajo. Me acuerdo que el lanzamiento fue muy emocionante y muy estresante a la vez, y que después pasada la adrenalina, me bajó todo el cansancio. Entonces, agotado, tomé el libro en mis manos y me pregunté si ese objeto valía la pena todo el esfuerzo invertido. Claramente no. Después me pregunté si volvería a hacerlo, y entonces respondí que sí. ¿Por qué?

Un éxito o logro siempre implica un desafío / empresa / prueba que superar para conseguir un objetivo. Sería algo así como un dragón al que hay que vencer para alcanzar un tesoro. Muchas veces terminamos devorados por el maldito bicho, con los costos y beneficios que comenté en la columna anterior. Pero una que otra vez, gracias a nuestro trabajo (y quizás un poco de suerte) logramos clavar nuestra espada en el corazón del animal, erguirnos victoriosos y recibir en nuestras manos la preciada recompensa. Lo que esperaríamos entonces es que el tesoro conseguido fuera lo suficientemente suculento como para pagar por todo lo trabajado, pero si las cosas fueran siempre así, no existirían los montañistas.

El mayor premio para un montañista es alcanzar una cumbre. Pues bien ¿Cuántos montañistas, después de alcanzarla se quedan a vivir ahí el resto de su vida? Probablemente ninguno. ¿Vale la pena entonces el esfuerzo físico, monetario y espiritual de una expedición así, solo para ver el paisaje en la punta de una montaña? Claramente no ¡Si hasta la vista se ve mejor desde arriba de un avión! Entonces ¿Por qué suben?

Es que hay dos tipos de desafíos que valen la pena. Uno es el de matar un dragón pequeño para conseguir un tesoro grande, como el caso de la entrevista de trabajo para conseguir un buen puesto. En este caso los beneficios son evidentes, aunque el placer que producen pueden ser efímeros. Incluso cuando hablamos de un premio que no se acaba o caduca, el ser humano, que se aburre con facilidad, pasado un tiempo deja de valorar lo que ya tiene. El otro desafío interesante es el de matar un dragón importante para nosotros, sin importar el premio. Este es el que nos entrega los beneficios más imperecederos, porque es la aventura en sí la que guarda el mayor tesoro. Lo que crecimos, lo que aprendimos, lo que nos demostramos y la aventura que vivimos son cosas que van a durar para siempre y que nadie nunca podrá quitarnos. Yo creo que son esos éxitos los que más se disfrutan.

Ojo, que no hablo de transformarnos en unos exitistas que buscan desafíos para verse triunfadores frente al resto. Tampoco digo que los éxitos sean el secreto para alcanzar la felicidad. De lo que hablo es de buscar esos dragones que, aunque sean anónimos, representen un desafío a superar importante para nosotros mismos, para hacer nuestra vida más entretenida. Todos tenemos sed de cazar monstruos: algunos buscan los grandes, otros los rápidos, unos los que lanzan fuego y otros los que lanzan hielo. Lo importante es elegir correctamente el desafío, sin mirar exclusivamente el premio, sino una buena combinación entre desafío / premio. Partir por dragones pequeños y en la medida que crecemos, ir por los más grandes. Y sin temor al fracaso. Porque si lo que queremos es seguridad, entonces es mejor jugar al Loto, donde el riesgo es poco, el tesoro es grande y el trabajo de matar al dragón se lo dejamos a la suerte. Pero ojo, hasta el pozo más grande del Loto tarde o temprano se termina desvaneciendo.

Pienso en mi libro y de verdad no me pasa nada. Pero en cambio pienso en el proceso, con toda la gente que conocí, lo mucho que aprendí y todo lo que crecí, y no me arrepiento ni un segundo de todo lo trabajado. Porque los momentos de euforia pasan y las historias de aventuras no. Esas quedan y duran para siempre.