Llegó el nuevo año... ¿pero cerraste el anterior?

Muchos propósitos de cara al nuevo año omiten algo esencial, la importancia de cerrar bien los pendientes del año anterior. Francisca Solar invita a pensar en esas cosas incómodas que preferimos ignorar en lugar de resolver. Porque no se puede tener un feliz año nuevo, si se vive cargado de culpas.

Por Francisca Solar @FranSolar | 2014-01-02 | 10:37
Tags | año nuevo, fiestas, propósitos, resoluciones, balances, pendientes
"Mientras la mayoría de las resoluciones de año nuevo suelen pedirte que te enfoques en el futuro, yo te pediré que no pierdas de vista tu pasado"

Algunos seguirán con caña. Algunos todavía tendrán challa en el pelo y graciosas fotos guardadas en el celular. Otros quizá eligieron una celebración más íntima y familiar. Como sea, para la mayoría hoy es un día laboral como cualquier otro tras las fiestas donde nos abrazamos y deseamos lo mejor para el siguiente año. Lo mejor. ¿Y qué es eso? A veces, lo “mejor” para uno no es precisamente lo que pensamos que es. 

Hay ciertas cosas que cuesta un mundo reconocer. Es más cómodo cuando quedan en algún lugar oscuro del cerebro, seguimos la marcha y actuamos como si nada. Hacerse el loco, en buenas cuentas. A veces funciona, igual que esa mancha en la alfombra que decidiste tapar comprando un sillón nuevo. Si desapareció momentáneamente de tu vista, el problema está arreglado. ¿Cuántas veces lo hemos hecho? Lo malo es que no importa cuántas mesas o sillones compres, la mancha seguirá estando ahí. Tratarás de no pensar en ella, pero al cerrar los ojos la verás ahí abajo, burlándose, penándote.

Sí, evitar lo que nos incomoda es un alivio al comienzo, pero a la larga empeora el malestar. Hacerle el quite es la manera más corta y efectiva de agrandar innecesariamente un asunto que, en realidad, no era para tanto si lo hubieses resuelto a tiempo. ¿Te suena conocido?

Seguro te hice recordar algo que estabas chuteando desde hace un rato. Te pediría disculpas, pero la verdad es que esa era justamente mi intención. No te preocupes; todos tenemos ese “algo”, el tejado de vidrio es amplio y parejo. Mi misión hoy es sacarlo un poco a la luz. Mientras la mayoría de las resoluciones de año nuevo suelen pedirte que te enfoques en el futuro, yo te pediré que no pierdas de vista tu pasado, aunque parezca aguafiestas. Sígueme un minuto.

Sé que en esas trilladas listas abundan las cosas nuevas por hacer, como viajar a ese lugar al que nunca has ido, cambiarte a la pega de tus sueños o conocer por fin al amor de tu vida, todas cuestiones muy seductoras y sin duda prometedoras. ¡Hazlas, búscalas! Que sean tu norte. Sólo recuerda que cada vez que algo comienza, otra cosa debe terminar, y esos finales o cierres tienen una tremenda relevancia en la construcción de nuestro futuro. Son ineludibles, tarde o temprano. Por eso, más vale anticiparse y empoderarse: sin importar qué es lo que quieras emprender en los 12 meses que vienen, detente primero en aquello que has eludido o pospuesto, personal o profesional, pues son esas cosas las que podrían obstaculizar tu avance despejado y seguro hacia lo nuevo. Agradece lo que ya cumplió su ciclo, lo que ya te no sirve o aporta. Promete dejar de fumar de una buena vez, oblígate a hacer las pases con ese hermano o amigo con el que se pelearon por una tontería y no se volvieron a hablar. Antes de gastarte el bono en un auto nuevo, paga tu tarjeta de crédito y déjala en cero. Ejemplos hay miles. Y aceptémoslo: los pendientes son una piedra grande en el zapato. ¿Cuál es la tuya?

Si somos estrictos, en realidad podrías empezar el 1 de mayo o el 1 de septiembre y sería lo mismo. Lo importante es comenzar. La diferencia con los primeros días de enero radica en su efecto emocional, por cierto más poderoso que cualquier otro momento, ya que nos hace creer que tenemos más oportunidades –más ganas, más tiempo– de hacer esos cambios o encontrar esas soluciones. Es pura perspectiva, ¡pero vaya que ayuda!

Podría nombrar varios estudios, renombrados científicos y prestigiosas universidades o laboratorios como respaldo de lo que te estoy proponiendo, pero esta primera columna del año no tiene más sustento que la experiencia de alguien que, por las razones que sean, le ha tocado una vida con muchos golpes. La voz viene desde la vereda del que ya se cayó (hartas veces), ya se levantó (varias otras), ya se sacudió la tierra de las rodillas y siguió andando con la convicción de que posiblemente se volverá a caer, pero que las rasmilladuras sanan en el camino. Y si, sanan, pero sólo si te preocupas de curarlas. Ignorarlas no las hará desaparecer, la responsabilidad siempre es tuya. Todos tenemos deudas, materiales y emocionales, superficiales y profundas. Elige alguna y piensa qué puedes hacer por ella, es decir, qué puedes hacer por ti para que comiences este nuevo año con una rodilla un poco más aliviada. A lo mejor no caminarás más rápido, pero sí más contento y relajado. Si algo he asimilado en estos poco más de 30 años es que la satisfacción de tachar una lista de pendientes es un placer que todos debiesen experimentar.

¿Y ahora, qué? Lo comido y lo bailado no te lo quita nadie, dicen. Bueno, tampoco lo aprendido. Usa la sabiduría que te han dado tus propios pasos y traspiés. En lugar de lanzarte sólo a lo nuevo, sana algo este año nuevo, cierra un ciclo, perdona a alguien, reconoce un error, soluciona un problema, y te aseguro que tendrás ese año “mejor” que deseaste para ti y tus seres queridos cuando dieron las doce en el reloj.