Te perdono... ¡Pero me las vas a pagar!

Pedir perdón puede ser difícil, pero perdonar, cuando nos han herido, lo es aún más. Si uno no puede olvidar a voluntad y tampoco puede dejar de sentir dolor ¿Cómo diablos se perdona? ¿Y qué ganamos con hacerlo?

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2014-01-07 | 11:00
Tags | perdón, disculpas, sociedad, tolerancia
"Perdonar es, entonces, dejar de responsabilizar al otro por el dolor que él nos provocó. Es, por tanto, un acto de voluntad"

Vamos caminando apurados y sin querer pasamos a llevar a otro peatón. Llegamos muertos de hambre y nos comemos el chocolate que nuestro hermano tenía guardado en el refrigerador. Caemos ante la tentación del chisme y contamos a otra persona eso que nuestro amigo nos pidió que no contáramos a nadie.

Desde que somos muy pequeños se nos enseña que, si nos mandamos algún pastelazo, lo correcto es pedir perdón. Y, aunque a veces hacerlo sea difícil, el saber cómo hacerlo es relativamente fácil. Lo que no me parece tan fácil es saber cómo actuar cuando estamos en la posición del afectado. ¿Cómo conseguimos perdonar? Y peor aún, hace un tiempo vengo escuchando a muchas personas que declaran que ellos no perdonan, otros que dicen que solo Dios perdona o incluso quienes dicen que el perdón no existe. Es entonces cuando me doy cuenta de que, antes de preguntarse si es posible o no perdonar, tenemos que preguntarnos qué es el perdón, ya que solo entonces podremos respondernos si el perdón existe y si somos capaces de ejercerlo.

No es olvidar.

Pongamos un ejemplo: Estamos almorzando un día de trabajo y un amigo nos da vuelta un enorme vaso de bebida encima de nuestro pantalón y nos pide perdón en seguida. ¿Qué tendríamos que hacer nosotros para perdonarlo? Opción 1: ¿Olvidar que esto pasó? Dudo que alguien tenga la capacidad de manejar su memoria a voluntad para poder cambiar sus recuerdos. Menos con una mancha enorme y pegajosa en el pantalón. Opción 2: ¿Nos hacemos los lesos y tratamos de ignorar lo ocurrido? También me resulta difícil, sobretodo si falta un buen rato para que regresemos a casa a cambiarnos. Es probable que alguien más se dé cuenta. Opción 3: ¿Nos aguantamos entonces la molestia y nos tragamos la rabia? Bueno, probablemente eso lo tengamos que hacer incluso si no nos proponemos perdonar a nuestro amigo (a menos que no tengamos vergüenza de hacer una escena en público), pero aguantarse y acumular la mierda dentro no me parece una manera muy sana de “perdonar”. ¿Existe alguna forma de perdonar entonces, o tenemos que esperar a que el tiempo pase y simplemente borre lo ocurrido? ¿Hasta qué punto depende de nuestra voluntad?

Te perdono.

Pongámonos puristas: la Real Academia de la Lengua dice, en su primera acepción, que perdonar es:


1. tr. Dicho de quien ha sido perjudicado por ello: Remitir la deuda, ofensa, falta, delito u otra cosa.

Sería algo así como liberar de una responsabilidad, culpabilidad u obligación a quien te afectó negativamente de alguna forma. O sea, perdonar no significa dejar de sentir dolor. Tampoco olvidar lo que otra persona nos hizo. Perdonar es, entonces, dejar de responsabilizar al otro por el dolor que él nos provocó. Es, por tanto, un acto de voluntad que no depende de si dejamos de sentir las consecuencias del daño, sino de aceptar esas consecuencias dolorosas como propias: “Dejaré de culparte por lo mal que me siento, aunque me siga sintiendo así”.

No es fácil.

Claramente no es fácil, y menos en situaciones extremas, pero es importante saber que es posible. Y para eso es clave entender que no depende de si el otro te pide perdón o no. Que nos pidan perdón (de forma sincera) siempre ayuda, porque es más fácil dejar de responsabilizar a alguien que se siente mal por lo ocurrido, pero, así como pedir perdón no es garantía de ser perdonado, el que nos pidan perdón no es requisito para que podamos perdonar.

Por eso es importante practicar el perdón en las cosas mas pequeñas, entrenarse día a día sin vivir esperando a que el dolor se lo lleve el olvido. Y no solo por andar de buenos samaritanos por la vida, sino también porque nos hace bien a nosotros. Porque perdonar es una de las experiencias más liberadoras y sanadoras de la vida, en la cual quien perdona sale tan beneficiado como quien es perdonado. Ganas tú, gano yo, ganan todos. ¿No te parece que vale la pena intentarlo?