Guía de supervivencia dentro de un museo - Segunda Parte

El Barbón continúa su épica aventura en un museo y ahora debe enfrentar su mayor temor: el arte

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-04-05 | 10:34
Tags | arte, Barbón, Siento y Miento, cultura, museos
"Dejar de lado mis prejuicios y buscar meterme dentro de lo que la artista quería transmitir fue todo un desafío"

Ya estaba dentro del museo, mimetizado entre la muchedumbre (cinco personas) y dispuesto a todo (en el buen sentido). Así que respiré profundo y sin mirar atrás me lancé a la primera sala que encontré, como si no hubiera un mañana. ¿Y con qué me encontré dentro? De esto precisamente se trata la segunda parte de esta guía. 

Segunda parte: Un ignorante en la sala

La exposición a la que entré se llamaba “Inmersión”, de una chilena-brasileña llamada Klaudia Kemper. Desde que uno entraba a la sala se sentía una potente cuatiquez en el ambiente, dado en gran parte por sonidos extraños que se escuchaban (provenientes de la misma exposición). 

Lo primero que te encontrabas, antes de entrar a la primera sala, era un texto explicativo de la exposición, que a pesar de las palabras cultas que usaba, encontré que se entendía (¡bien!). Hablaba de que era una exposición bien biográfica, que mostraba los trabajos a lo largo de la vida de Klaudia y que buscaba resumir sus inquietudes filosófico-artísticas. Junto al texto encontrabas tres esquemas de la sala de exposición, hechos por la misma artista. Era un resumen de cómo se organizaban y agrupaban sus trabajos en las salas. No se trataba de una explicación concreta, pero ayudaba a hacerse una idea de lo que uno iba a encontrar. Para mí, que soy un completo ignorante, me ayudó mucho disminuir mi temor a no entender nada.

Adentrándome en la bestia

Entrando de lleno a la primera sala te encontrabas con unos diagramas conceptuales: palabras encerradas en círculos que se relacionaban entre sí a través de flechas. Todo esto dibujado sobre pizarrones, con apariencia desprolija, que le daba apariencia de tener una fuerte carga sentimental. A mí parecer, resumían la visión cósmica espiritual biológica de Klaudia. En ellos, la artista relacionaba conceptos biológicos del ser humano (como sus necesidades básicas y las partes del cuerpo), conceptos sociales (como la organización de un hogar y del mundo), conceptos espirituales y conceptos artísticos. Y todo, para mi sorpresa, a través de este recurso muy ingenieril.

El resto de la sala exponía composiciones fotográficas de muñecos (que parecían como estatuillas indígenas), composiciones fotográficas de ojos y bocas de personas y perros, esculturas con televisores que simulaban ojos, textos poéticos escritos sobre imágenes y videos que mostraban grabaciones y animaciones. No creo que tenga mucho sentido que les explique en detalle cada obra, pero si tuviera que rescatar un concepto de esta parte de la exposición es la sensación perturbadora con la que te quedabas. Y es que todas las obras, aunque mostraran una flor o una niñita, tenían un aire siniestro. Una sensación que se acrecentaba por un sonido perturbador que venía de la siguiente sala.

Las extrañas entrañas

Las siguientes tres salas estaban oscuras. Presentaban instalaciones con proyectores y sonidos tétricos de fondo. La primera era un grupo de globos sobre los que se proyectaban unos ojos. La segunda unas telas en las que se proyectaban videos de recorridos y vivencias. La última de fondo el sonido de una entrevista. Todas me producían sensación extrañeza, intimidad y soledad, que me hacían sentir incómodo. En verdad daba miedo.

La última sala de la exposición estaba en silencio, e iluminada igual que la primera. Era como el fin de la pesadilla. Había muchas láminas con manchas y dibujos, y unas esculturas como piedras colgantes rayadas. Creo que era la sala con contenido más abstracto de las tres y un respiro emocional después de tres salas muy intensas a nivel experiencial.

Reflexiones post-traumáticas

Probablemente me fui a meter al tipo de exposición más ajena a mis intereses artísticos. Yo siempre alucino con las pinturas hiperrealistas y las técnicas deslumbrantes. En ese sentido, dejar de lado mis prejuicios y buscar meterme dentro de lo que la artista quería transmitir fue todo un desafío, ya que normalmente siento que no entiendo nada. 

Para mi sorpresa y agrado, la exposición se explicaba muy bien a sí misma, tanto por los textos al comienzo de cada sala, como por los diagramas realizados por Kempe al principio de la exposición. Al final la muestra buscaba algo así como entrar al interior de la artista, ver el mundo a través de sus ojos y caminarlo a través de sus pies, lo que a su vez se vuelve algo así como caminar a la artista por dentro, porque lo que ves son sus recuerdos y visiones. 

Mi gran conclusión entonces, luego de esta experiencia, es que si el montaje de una exposición está bien realizado y cuidado, es posible entenderlo. Incluso si el contenido es abstracto y no cuentas con conocimientos previos acerca del artista y sus obras. Lo importante es ser abiertos, observadores y reflexivos.

¡Afírmese, que hay más!

Bien, una vez fuera de la sala nuestro viaje casi ha llegado a su fin. Pero aún falta responder una importante pregunta antes de terminar: ¿qué me dejó la exposición? Ese es el tema de la tercera y última parte de este manual de supervivencia, que podrán leer la próxima semana a esta misma hora y en este mismo canal.

Concluirá…