Imagen: Gojko Franulic

Desde hielo a pañales usados: las otras adicciones

No solo drogas alucinógenas y sustancias químicas producen adicción. Cuando se trata de necesitar obsesivamente algo, incluso la más inocente actividad o los más extraños objetos pueden tomar el control de la vida de una persona.

Por Francisca Solar @FranSolar | 2014-02-19 | 12:26
Tags | adicciones, obsesiones, psicología, rarezas, freak
"Una chica de 22 años, durante su embarazo, desarrolló una extraña compulsión a masticar pañales usados"

Olvídese de la marihuana, también de la piscola que se tomó anoche. Menos hablaré de pasta base, cocaína o esa maldita heroína que el 2 de febrero le quitó la vida a Philip Seymour Hoffman, uno de los actores más talentosos del circuito hollywoodense. Ni drogas blandas ni duras: si todavía cree que ser adicto implica necesariamente fumar o inyectarse algo, prepare sus nervios (y estómago) y siga leyendo.

Desde el boom, hace un tiempo, del jarabe para la tos entre adolescentes –moda que volvió al ruedo con el último rumor sobre Justin Bieber y sus “sizzurp”– hasta las llamadas “sales de baño”, peligrosa droga sintética que ha hecho noticia por provocar arranques de canibalismo en quienes la consumen, sepa que siempre habrá algún inquieto con mucho tiempo libre dispuesto a descubrir (y compartir) nuevas formas “recreativas” de evadir la realidad, así como siempre habrá más de alguien dispuesto a probarlas. Oferta y demanda. Sin embargo, la adicción es mucho más que eso: es buscar un estado de placer constante que, si bien se sabe artificial, sigue siendo placer al fin y al cabo, por lo que no hay reglas en las formas para lograrlo. Como sociedad estamos domesticados a asociar el concepto de adicción con alguna sustancia tóxica, siendo que el problema puede ser mucho, mucho más complejo.

Según la OMS, una adicción se define como una enfermedad física y emocional que implica una “dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación debido a la satisfacción que ésta causa a la persona”. Si lo tomamos de forma literal, lo anterior deja la puerta abierta a que casi cualquier elemento o situación en el mundo sea una potencial “droga”, es decir, en teoría el humano puede desarrollar dependencia compulsiva a lo que sea que su cerebro identifique como “atractivo”. Las posibilidades son infinitas. Dejando a las sustancias de lado, hay un montón de adicciones que han sido muy nombradas últimamente y que nos obligan a repensar cómo diablos llegamos hasta aquí. Sin estar necesariamente deprimidos, parecemos desesperados por empujar los límites y producir altos niveles de dopamina como sea (neurotransmisor también conocido como una de las “hormonas de la felicidad”), encontrándola en los lugares más insólitos. Eso nos lleva a que hoy por hoy, ni siquiera nos sorprendemos tanto de que se haga cada vez más frecuente la adicción al sexo o al deporte (sí, adictos al gimnasio hay más de los que se imagina) o que, a pesar de su excentricidad, proliferen los adictos a la comida chatarra, a las máquinas tragamonedas, a los videojuegos (con su consecuente implementación de un centro para rehabilitarse) o a las cirugías plásticas, con horribles y comentados resultados. No obstante, hay otros ejemplos de que, seguro, jamás se habría detenido a considerar…

A comer hielo

También llamada “Pagofagia”, está siendo tan común que en un pequeño barrido en Google encuentras decenas de foros con gente pidiendo ayuda. Ya sea triturado o en cubos, succionándolo o masticándolo, la compulsión por hielo podría parecer algo inocente, pero se le considera peligrosa, ya que algunos continúan aún cuando se hieran la boca o dañen los dientes. De hecho, hay casos de laceraciones de paladar. Expertos apuntan a que este comportamiento responde a una deficiencia de hierro en el organismo y que tratado adecuadamente, los síntomas de adicción podrían desaparecer.

Al heavy metal 

La próxima vez que en una conversación trivial diga que es “adicto a la música”, piense que la enfermedad de verdad existe. Roger Tullgren es un fan sueco de este género desde 1971 y su compulsión va más allá de su look cliché –pelo largo, siempre de negro, muchos tatuajes–, ya que para ir a más de 300 conciertos (en un año) dejó su trabajo y hasta dejó de comer. Tanto es así, que le extendieron un certificado médico para que recibiera una subvención de “discapacidad” por parte del estado. ¡Insólito! 

A broncearse

Se le llama “Tanorexia” dada su similitud a otros desórdenes psiquiátricos que tienen que ver con la imagen que tenemos de nuestro propio cuerpo (como la Anorexia). La dependencia a la exposición a los rayos UV –sobre todo a los “artificiales” como los solarium– se considera altamente peligrosa y si bien aún se estudian sus reales consecuencias, el mayor peligro de esta adicción es el riesgo a desarrollar cáncer a la piel. 

A los funerales

En Brasil, se estableció que un hombre sufría de adicción a los funerales, ya que había asistido a todos los ritos mortuorios de su ciudad durante los últimos 20 años, dejando trabajo y cualquier otra responsabilidad para lograrlo. Explica que la compulsión de desencadenó con la muerte de su padre en 1983 y que busca su “droga” en los avisos de radio, en el diario, llamando a hospitales o simplemente haciendo guardia en las funerarias. Se ha transformado en todo un “personaje”, al punto que sus conocidos no quieren que busque tratamiento, para poder seguir viéndolo en dichos eventos. Buenos amigos ¿ah?

A comer pañales sucios 

No se rían todavía, porque es grave. Supongo. Este caso apareció en el programa My Strange Addiction del canal TLC y es el más exótico de todos los que busqué e investigué. Una chica de 22 años, durante su embarazo, desarrolló una extraña compulsión a masticar pañales usados, mientras más sucios, mejor. Según ella, tenían sabor a dulces ácidos y estaba dispuesta a hacer lo que sea para conseguirlos, buscando en la basura o golpeando puerta a puerta en su barrio. No supe si su caso terminó en una gran intoxicación o algo peor, pero imaginen ustedes las posibles consecuencias de comer excremento todos los días…

A blanquearse los dientes, a teñirse el pelo, a comer botones… Está claro: las adicciones pueden generarse sobre cualquier cosa y en cualquier momento, así que ya sea a la sustancia de moda o a una situación sorprendente, psicólogos advierten que los síntomas son siempre los mismos. Pérdida de control sobre el objeto o hecho (acto compulsivo), estar consciente del daño, pero seguir haciéndolo y la negación o autoengaño, entre los más clásicos. 

¿Se siente identificado con algo? Le leeré la mente a varios: están pensando en su smartphone. ¿No puede desconectarse aunque lo ha intentado? ¿Lo revisa cada 2 minutos? ¿Se desespera si no tiene señal? ¿Los sonidos de las notificaciones le producen placer? Preocúpese, pues puede tener Nomofobia y a menos que quiera terminar como el freak de turno en un reality, respire y haga algo al respecto. No hay adicciones “inofensivas”, aunque así lo parezcan (y nos riamos de algunas); siempre son un problema que requiere atención y tratamiento, ya que desplaza de forma enfermiza las prioridades del sujeto. Ayúdese y ayude a otros. Y si quiere mantener su dopamina en buenos niveles, hay mejores maneras: coma plátanos y tome menos café, entre otros consejos

¿Podremos, en este mundo loco y nuevo, sentirnos felices y plenos sin tener que buscar los extremos?