Pobre niño rico

El Barbón reflexiona sobre cuánto realmente necesitamos para sentirnos satisfechos

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-04-09 | 09:31
Tags | riqueza, pobreza, sueldos, sociedad, felicidad
"¿Qué tan rico es alguien que gana millones y no tiene tiempo para disfrutar la vida y de las cosas que le gustan?"
“Este mes ando pobre” es una frase que usamos muy seguido. Yo mismo la escucho en la casa cada vez que nos falta plata para pagar el jardín de las niñitas o la cuenta de internet (a estas alturas, necesaria para sobrevivir). Es que cuando tenemos que empezar a bicicletear platas para terminar el mes, no importa en qué barrio vivamos ni cuanto sea nuestro sueldo, nos sentimos desdichados, con la soga al cuello, con el agua hasta el cogote. Y miramos para el lado y nos preguntamos ¿cómo este tipo, que gana el doble que yo, puede sentirse pobre? ¿Acaso es idiota o se está riendo de mí? 

Yo creo que ninguna de las dos cosas. Es sólo que cada vez que hablamos de pobreza o riqueza tendemos a medirla sólo según nuestros ingresos, lo que a mi parecer es un error. Es que el bienestar -y hablo del bienestar económico, no de felicidad interior mística- no depende sólo del dinero. A mi parecer el problema tiene 3 aristas:

1) El sucio dinero

Obvio. Si no dudo que se necesita un ingreso digno para poder vivir bien. Y digno en serio. 

Ahora, cuál es ese sueldo, da para una discusión enorme que va más allá de esta columna, pero no cabe duda de que se necesita un nivel mínimo de ingreso para vivir tranquilo.

2) El tiempo es oro

A un amigo lo ascendieron en su empresa. Ganaba un 50% más que antes, pero para su sorpresa, no se sentía muy feliz. Es que el aumento de sueldo tenía algunas condiciones: debía llegar una hora más temprano que antes, salir dos horas más tarde e incluso trabajar algunos sábados. Encima, el lugar donde trabajaba ahora quedaba a una hora de recorrido más lejos que el anterior, pero como era el jefe de su área, tenía que llegar primero e irse último. Conversando nos dimos cuenta que el cambio, como negocio, no era una gran mejora. Recibía un 50% más de lucas, pero dedicaba un 50% más de tiempo a su trabajo, en vez de estar 9 horas fuera de su casa, estaba 13 o 14. Bajo esa perspectiva, no estaba ganando mejor sueldo (por hora), sólo estaba trabajando más.

¿Es eso vivir mejor? Quizás sí, si es que realmente necesitas esa plata o si tu trabajo te llena. Pero en el caso de mi amigo, no era así. Es que la segunda arista del bienestar es el tiempo, es cuánto de tu tiempo estás dedicando a lo que te gusta, a lo que te llena. ¿Qué tan rico es alguien que gana millones y no tiene tiempo para disfrutar la vida y de las cosas que le gustan? Parece obvio cuando uno lo menciona, pero montones de veces nos dejamos seducir por las cifras y no ponemos ojo en el costo personal que implica un trabajo ¿A alguien se le pasaría por la cabeza que se puede ser más feliz rechazando un ascenso?

3) La necesidad tiene cara de hereje.

Otro amigo mío tiene una teoría que yo comparto. Dice que la holgura que te da un aumento de sueldo dura sólo un mes, que pasado el primer mes el nuevo sueldo se normaliza y uno deja de sentir que es más rico. No sé si sea así de rápido en todos los casos, pero es un hecho que muchos de nosotros aprovechamos cualquier aumento del ingreso para comprarnos esa TV en cuotas, mejorar el plan del celular o implementar cualquier ‘mejora’ a nuestra vida. Lo que no nos damos cuenta es que hacer eso es similar a decir “ahora que la soga está más sueltita, aprovechemos de apretarla otro poco”. ¡¿Por qué cresta hacemos esto?!

Es que todos tenemos una lista virtual de compras en nuestra cabeza, de cosas o servicios a los que queremos acceder apenas nos dé el bolsillo. Y mientras más larga es esa lista, más necesitados nos sentimos.

¿Y tú? ¿Qué tan rico eres?

¿Te has preguntado alguna vez cuánto necesitaría ganar una persona para sentirse feliz? ¿Te has preguntado cuánto necesitas tú para ser feliz? Piensa en una cifra. Y después piensa si al alcanzar esa cifra estarías realmente conforme. O si al superarla le darías lo que te sobra al del lado, porque pobres hay en todas partes: algunos no tienen para comer, otros para pagar el tratamiento de algún familiar, otros para pagar la casa, otros la ropa, otros la TV, otros el auto nuevo, otros la casa en la playa, otros el yate.

¿Dónde está el límite de la pobreza real? ¿Cuánto subimos nuestros estándares cuando ganamos un mejor sueldo? ¿Cuánto necesitamos realmente para ser felices? Son preguntas a las que hay que darles una vuelta, y si tenemos suerte, quizás podemos hacernos un poco más ricos sin ganar un peso extra, sólo necesitando un poquito menos.