Los grammar nazis y su intransigencia textual, ¿vale la pena?

Quienes disfrutamos de la buena gramática y ortografía, muchas veces nos hemos visto con el ímpetu de corregir cualquier texto que vemos mal escrito, pero ¿es prudente, indispensable o si quiera necesario hacerlo?

Por Laura Badilla | 2014-03-04 | 16:02
Tags | grammar nazi, ortografía, palabras, escritura

Creo que escribir bien es una habilidad que todos podemos adquirir y que le compete a todas las personas, sea cual sea la profesión que ejerzan. Ya sea que necesitemos entregar un informe a nuestros jefes, preparar una tesis, escribir un curriculum, declararnos con una carta de amor o simplemente poner nuestro estado en alguna red social, la escritura es parte de nuestra vida diaria, lo queramos o no.

Sin embargo, como bien lo dijo el querido tío Ben, "un gran poder conlleva una gran responsabilidad" y es por eso que quisiera dirigirme a los llamados grammar nazis.

Se conoce como grammar nazi a la persona que corrige casi compulsivamente cualquier falta de ortografía y para quien el correcto uso del idioma está por sobre el trasfondo mismo del texto corregido.

Muchas veces las correcciones que hacen estos personajes ocurren en un ambiente virtual y de manera pública, por lo que el derecho a réplica se ve limitado. Además, el corregir constantemente a otros y dejarlos como ignorantes sube el ego de quien corrige, por lo que se siente superior.

Aunque debo admitir que muchas veces me he visto con la urgencia de corregir a alguien mientras habla o escribe –si me sirve de excusa, puedo decir que es un defecto profesional, debido a que mi trabajo me obliga a estar siempre pendiente de estos temas–, me he dado cuenta que, dependiendo del contexto y la cercanía que se tenga con quien escribe, el corregir la escritura de otros muchas veces es completamente innecesario.
 

¿Cómo lo hacen los grammar nazis?

Suponga que usted es un grammar nazi y que una amiga muy querida se va a casar. La novia no cabe en sí de felicidad, por lo que escribe en Facebook: "Me voy a casarme!!!! No pudria estar mas felis".

Al leerlo sientes caer una lágrima por tu mejilla y crees que es de emoción, pero luego te das cuenta que es porque te sangran los ojos leyendo un texto tan mal escrito.

Entonces, lo primero que escribes es: "No cuesta nada tomarse un tiempo y leer lo que se escribe. ¿Cómo es posible que haya tantas faltas de ortografía juntas? Debiste decir: '¡Me voy a casar! No podría estar más feliz'. A ver si para la otra te fijas más... Ah, y felicitaciones por tu compromiso".

Y entonces, ¿vale la pena?

A mi parecer, en ese contexto es completamente innecesario el corregir a tan emocionada novia, ya que lo que ella quiso expresar es mucho más importante que la forma en que lo hizo.

Con esta reflexión no quiero justificar a quienes escriben como sea sin preocuparse nunca por su redacción, sino que quiero crear un poco de conciencia emocional –si se puede decir así– en las personas que lo corrigen todo y a todos, sin importarles el trasfondo. Por último, si pareciera que la corrección es necesaria se puede hacer con un mensaje privado y en un tono cordial, más como sugerencia que como recriminación.

Como consejo adicional, ya que a todos se nos puede pasar alguna pifia y podemos cometer algún error al presionar mal una tecla o por distracción, si el texto escrito debe pasar a manos de alguien más (jefe, cliente, supervisor, etc.), es una buena idea pasárselo a alguien de confianza que lo pueda revisar de antemano para evitar pasar alguna vergüenza.

Para finalizar, acá dejo algunos ejemplos en los que hubiera sido de utilidad tener un diccionario cerca, para evitar ser presa de un grammar nazi.

Error doloroso (y permanente)

 Tan tierna que es esa raza

Con esto no sé si llorar de risa o de pena...