Algo maravilloso que ha sucedido con la nueva serie “Cosmos” de NatGeo, es que ha revivido el interés –la fascinación, incluso– de muchos por la ciencia en general. Me incluyo. Está hecha con tanto profesionalismo, tanta belleza y tanta profundidad que hasta los más reacios se que quedan pegados. Espero cada nuevo capítulo con cabritas, me siento cada vez más pequeña en este infinito universo y no dejo de pensar que jamás terminaré de aprender todo lo que debo aprender. Pero que eso es bueno, y me motiva.
Sin embargo, el sólo hecho de haber mencionado que es necesaria una producción con fanfarria para “revivir” el interés en algo, es porque dicho interés en el promedio de la población es muy bajo o nulo, lo que es una pena. Podría caer en el error de decir que sólo pasa en Chile, pero no, sucede en muchos países, donde la enseñanza y entusiasmo por las ciencias deja mucho que desear. ¿Les pasó en el colegio que, en los últimos años de la media, abundaban los humanistas y matemáticos pero biólogos o físicos no había más que un par? ¿Culpa del alumno, del profesor, del colegio… de la sociedad?
De ese mea culpa se hace cargo el concepto Science in Action, el que hace varios años se viene ejecutando en colegios y universidades de Estados Unidos e identifica a todas aquellas intenciones –desde una simple actividad en la sala de clases hasta semestres completos con cursos específicos– que buscan tanto potenciar a los estudiantes con facilidades en la ciencia como introducir y empujar a aquellos más alejados, todo a través de acciones más didácticas centradas en la experimentación más que en los libros y la teoría. ¡Hurra!
Este artículo en Huffington Post firmado por Guillermo Orts-Gil, científico español trabajando en Berlín, reflexiona sobre lo importante de iniciativas como Science of Action y se pregunta si este desinterés por la ciencia es inherente a las nuevas generaciones o se debe más bien a un defecto extendido en los sistemas educativos. Apuesta por lo segundo, reprochando a los profesores que aún en estos tiempos recaen más en dictar la materia que “vivirla”, cuando debería darse todo lo contrario. “Esto representa una gran ironía”, comenta, “ya que la mayoría de las disciplinas científicas obtienen el conocimiento a través de la experimentación, que a su vez nace de la curiosidad humana”. En tiempo y energía, el trabajo de estudiantes en laboratorios o en terreno es mucho menor comparativamente a las horas destinadas en sus pupitres frente a herramientas más áridas como un texto o diapositiva. Sin duda, dice Orts-Gil, una participación física activa en la enseñanza de todas las ciencias (Biología, Física y Química son las clásicas en la malla curricular), “con las manos en la masa”, dicho en buen chileno, alza las posibilidades de dar como resultado un aprendizaje más intuitivo y motivador. Entonces, ¿por qué se hace tan poco? ¿Qué está fallando?
Un esfuerzo mancomunado bajo un lema como Science in Action le hace falta con urgencia a Chile. Qué bien nos haría. Lamentablemente este es un tema en el que, como suele suceder, el problema no está tanto en la falta de recursos, sino en la falta de voluntad. A pocos les importa el desarrollo de la ciencia en todo ámbito; tenemos incendios más importantes qué resolver (literal y figurativamente). De muestra, un botón: por si no se había enterado, se pospuso indefinidamente la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología en nuestro país, decisión que no sólo le dolió a la comunidad científica local sino también a la extranjera, ya que hasta la prestigiosa revista Nature le dedicó a esta noticia un artículo completo. "Chile es un jugador pequeño pero altamente productivo en la ciencia latinoamericana", declararon, por lo que “se ha decepcionado a miles de investigadores que habían participado en una campaña por su instauración [del ministerio]”.
El interés por tal o cual área de conocimiento no depende únicamente de la habilidad innata del estudiante o de su acercamiento espontáneo; también es responsabilidad de los docentes (¡y de los padres!) crear y fomentar instancias que puedan impulsar a aquellos que parecen indiferentes pero que, en realidad, más bien nunca han tenido la oportunidad de explorar esos territorios. Insisto, vean un capítulo de Cosmos. Cualquiera, uno. No hay que ser un experto en astrofísica; sólo hay que abrir la mirada y dejarse sorprender por lo que nos rodea. No se van a arrepentir. El mundo, la naturaleza, la humanidad… todo es ciencia. Aunque a veces no reparemos en ella, la ciencia es nuestra casa, y no hay que tocar la puerta para entrar.