Imagen: Cortesía de Catalina Olavarría

Vale la pena un poco menos de eficiencia

Luz Edwards reflexiona sobre esos pequeños momentos que la tecnología a veces nos hace perdernos

Por Luz Edwards @luzedwardss | 2013-04-16 | 19:46
Tags | tecnología, sociedad
"Me di cuenta de que yo no había elegido incorporar a mi mundo esas tecnologías"

El otro día me dieron ganas de comer simples tostadas de pan de molde blanco con mantequilla. “Como las de la hora del té en la casa de mi abuela cuando éramos chicos”, pensé. Armé mi antojo, pero no tenía ese sabor de mi recuerdo. Las tostadas que tanto me gustaban tenían algo de humedad; la miga se aplastaba con el roce del cuchillo al untarle la mantequilla; unas partes quedaban más quemadas que otras, y eso le daba variedad al sabor. Mi decepción cambió a entusiasmo cuando me di cuenta dónde radicaba la enorme diferencia: en el tostador. Yo había usado el práctico tostador eléctrico, mientras mi abuela usaba aquella rejilla que se pone al fuego.

Pocos días después, tenía que calentar una cazuela que tenía refrigerada en una fuente con tapa. Me encanta la cazuela, pero me vi calentándola en el microondas –como hago con toda la comida- y se me quitó la ilusión. Menos mal, mi marido tuvo la genial idea de que la calentara al fuego, en una olla. Y claro, tuve que lavar un utensilio más, pero ver hervir el pollo con las verduras, y comerlo todo parejamente caliente valió la pena. 

Estos dos episodios me abrieron un mundo de reflexiones. Porque siempre he mirado con ojo crítico la tecnología y me sentía protegida por esa actitud mía. Pero yo siempre pensaba en temas más “grandes” como el uso de los videojuegos, el tiempo que pasamos navegando por Internet (y lo que nos perdemos mientras tanto) o el uso del WhatsApp (que puede invadir nuestra vida presencial). Con lo del tostador y lo del microondas me di cuenta de que yo no había elegido incorporar a mi mundo esas tecnologías, sino que simplemente me subí al carro de lo que “se usa”, de lo que hacen todos, de lo práctico y lo eficiente.

No voy a eliminar esos adminículos de mi cocina. Pero me gustó haber tenido esos dos momentos de luz y mayor sensibilidad –gracias a mi embarazo, debo decirlo, para que se entienda-. ¿Cuántas costumbres, cuántos sabores, cuántas situaciones estaremos dejando en el pasado sin quererlo realmente? ¿Será nuestra vida más fácil, pero menos rica debido a la ayuda que significa la tecnología?