Sin miedo al miedo

Cuando sentimos miedo vivimos un estado desagradable, de vulnerabilidad y desconcierto que a nadie le gusta, pero que está ahí por un buen motivo ¿Cómo podemos sacarle provecho a nuestro miedo?

Por Alvaro Fuenzalida @anfuenza | 2013-04-17 | 17:08
Tags | emociones, miedo, psicología

Vas caminando por una calle oscura y solitaria, cuando a lo lejos ves una silueta que te parece amenazadora. Empiezas a caminar más rápido, aprietas tu cuerpo, tu mirada se concentra en los factores relevantes de tu entorno y la respiración se te acelera. ¿Qué te pasó? Sentiste miedo. 

Estas reacciones corporales tienen directa relación con la predisposición a la defensa y la huída que genera la emoción del miedo y con un contexto que gatilla la sensación antes descrita. 

En otros escenarios menos amenazantes también aparece esta emoción, con reacciones físicas similares, pero donde no es el contexto lo que gatilla la emoción, sino nosotros mismos y nuestros juicios sobre lo que va a suceder. Un caso concreto de esto es cuando renunciamos a un trabajo ingrato, ese tan deseado: ¡Chao jefe!. En esos casos, a pesar de que la resolución nos lleve a decir adiós, es inevitable que una cuota de miedo se presente en nuestra columna vertebral, asociado a las conversaciones internas que debemos hacernos cargo, como: "Me quedo en la calle ¿Cómo voy a pagar las cuentas?".

El miedo surge por una percepción de que podemos perder nuestra seguridad, nuestro estado acostumbrado, lo “conocido” para nosotros. Todas estas evaluaciones nuestro cerebro las procesa como amenazas inmediatas, haciendo que nuestro cuerpo reaccione y sienta miedo del mismo modo que lo haría ante una amenaza física real. 

Entonces, más allá del contexto, la pregunta es: ¿Qué es lo que el miedo nos quiere decir? o mejor aún ¿el miedo nos sirve para algo?. 

El lado bueno del miedo

Si revisamos el miedo, podemos ver que por un lado expone nuestra inseguridad, dejándonos vulnerables al no saber que va a suceder. Esta cara del miedo es la que no nos gusta y que nos hace creer que el miedo es una emoción negativa. Pero si analizamos en profundidad esta emoción podremos ver que tiene otra cara, amable y cariñosa, que tiene relación con el cuidado. 

El miedo es la emoción que se preocupa por nosotros y nos protege, es la emoción que gatilla el autocuidado, que reconoce el valor de nuestra vida y la protege. Sin el miedo seríamos todos unos temerarios, que en el fondo es no darle valor a nuestra vida. Si el miedo no nos alertara, cruzaríamos las calles sin mirar a los lados o manejaríamos el auto a 200 kilómetros por hora. Sin miedo ofenderíamos  al otro a diestra y siniestra, ni tendríamos trato cuidadoso con las personas que queremos ya que no nos importarían las peleas o la pérdida de alguien que queremos, no nos asustarían esas posibilidades dado que el valor a lo cierto y conocido se perdería.

Para integrar y aprender sobre el miedo en nuestras vidas debemos estar atentos a dos cosas. Primero; ¿qué es lo que puede cambiar? para luego preguntarnos ¿de qué me está cuidando el miedo que siento?. De esta forma recibiremos, dentro de lo posible, al miedo como oportunidad, dejaremos que hable y nos muestre lo que nos quiera decir. 

Con esto el miedo no va a desaparecer, ni dejaremos de sentirlo en ciertas situaciones, lo que sí nos permite es escucharlo y atenderlo para poder aprender de su existencia. No tener miedo está lejos de lo que tenemos que esperar, es más apropiado recibir el miedo sin miedo para aprender de él.