Imagen: Gojko Franulic

Acusete cara´e cuete

A nadie le gusta un niño que anda permanentemente acusando a sus hermanos y amigos. ¿Qué delata esta conducta y cómo resolverla de manera sana?

Por Ignacia y Javiera Larrain | 2014-07-10 | 12:30
Tags | niños, padres, crianza, hijos, acusar, denuncias, paternidad, maternidad, infancia
"Es importante establecer la diferencia entre el niño que siempre acusa y lo hace en todo tipo de situaciones, respecto de un niño que en ocasiones en las que existe un riesgo real para él o para otros, recurre al adulto como una manera de buscar seguridad"
“¡Mamá, mi hermano me quitó el autito!”, “¡Mamá, mi hermano está sacando las galletas de la despensa!” “¡Papá, los niños no quieren jugar conmigo!”, “¡Profe, Juanito dijo una palabra fea!”

Algunos niños utilizan frases como éstas en forma muy habitual y en los distintos contextos y situaciones de su vida, lo que los lleva a ser considerados por sus pares e incluso por los adultos que los rodean como “acusetes”.  Esto puede tener un fuerte impacto en sus relaciones interpersonales, ya que una persona que es vista así por los demás puede generar rechazo e incluso puede provocar que lo dejen de lado o lo excluyan.  

¿Por qué hay niños que suelen recurrir a los adultos para “delatar” a sus compañeros o hermanos? Existen distintas razones por las cuales un niño puede “acusar” a otro y estas dependerán del contexto de la situación.

CASO 1. María se acerca a la profesora y le cuenta que sus tres amigas no habían hecho la tarea en su casa y la están haciendo ahora en el recreo.

Es probable que detrás de la conducta de María se esconda una necesidad de ser reconocida por la profesora. Algunos niños acusan a otros porque sienten que de esa forma ganarán el afecto y reconocimiento de los adultos. Piensan que al acusar otro se está “aliando” con los grandes, ayudándolo a ejercer su rol y que por esto serán valorados y queridos. 

CASO 2. Rodrigo está jugando con dos niños de su edad. Va corriendo donde su mamá y le dice que Martín no le presta los lápices, luego de unos minutos vuelve y le cuenta que no lo dejan sentarse en la silla que él quiere. Al poco rato vuelve llorando y dice que le dijeron que su dibujo era feo.

Otros niños acusan porque no han desarrollado otras habilidades interpersonales que le permitan resolver de forma autónoma los conflictos con los pares. En este caso Rodrigo recurre a su mamá, ya que probablemente no sabe de qué otra forma podría solucionar los problemas que se le presentaron e intenta hacerlo pidiéndole a la madre que los resuelva por él. 

CASO 3. Marta va donde su mamá y le dice: “Matías rompió el jarro del living porque estaba jugando a la pelota adentro… castígalo porque eso es mucho más grave que cuando yo rompí su camión de juguete”.

Es posible que algunos niños acusen a otros como una forma de expresar sentimientos que han ido acumulando, como por ejemplo, rabia o celos. Al acusar a su hermano o compañero, lo que en el fondo están buscando es que el adulto tome partido por ellos y sancione al otro, como una forma de “obtener venganza”.

CASO 4. El teléfono nuevo del papá apareció sobre la mesa quebrado. El papá comienza a interrogar a todos sus hijos y les pregunta “¿Quién fue?". Tomás salta y delata a su hermana Sofía. El papá castiga a la niña y felicita a Tomás por haber dicho la verdad.

En ocasiones los adultos ponemos a los niños en situaciones en las que los “estimulamos” a que acusen a otros y luego reforzamos dicha conducta, ya sea elogiando al que acusó o usando la información que ellos han entregado para tomar medidas en contra del tercero. A través de situaciones como éstas los adultos estamos modelando la conducta de acusar y la estamos validando como una forma adecuada de resolver problemas.

¿Qué se puede hacer en estos casos?


  • No utilizar la información que nos ha dado el niño como fuente de castigos o sanciones para el tercero. Si lo hacemos, el niño sentirá que su conducta fue útil para el adulto y volverá a repetirla en el tiempo.

  • Cuando el niño acusa a otro, debemos transmitirles que no nos gusta que él acuse y asegurarle que el adulto cuenta con los medios suficientes para ejercer el rol de autoridad por su propia cuenta. Es importante que el niño tenga claro que el encargado de administrar las normas y consecuencias es el adulto y no él.

  • Si el niño llega a acusar porque se encuentra afligido o asustado, es importante acogerlo y validar su emoción. Pero esto no significa que el adulto tenga necesariamente que intervenir y resolver él el problema.

  • Enseñar estrategias alternativas de resolución de conflicto. Por ejemplo, si viene a acusar porque le quitaron un juguete: mostrarle que puede pedirlo de vuelta, decirle al niño que hagan turnos o que él puede usar otro juguete mientras tanto. En caso de que alguien lo ofendió o criticó: enseñarle que la mejor estrategia es ignorar, pero no resolver la situación por él.

  • Favorecer el desarrollo de la empatía. Es importante ayudar al niño a ponerse en el lugar del “acusado”. Para esto se pueden usar preguntas que le hagan reflexionar respecto a cómo se sentiría él en una situación similar: “¿Te gustaría a ti que tu hermano te hubiera acusado?”, “¿Cómo crees que se siente tu compañero si tu lo acusas?”.

  • No poner al niño en situaciones en las que lo presionamos para que delate a otros. Si queremos saber quién cometió una determinada falta, debemos apelar a la conciencia individual de cada niño y pedir que el propio responsable sea quien diga la verdad y no exigir a otros que lo hagan.

  • Mostrar las consecuencias que tiene el ser "acusete": los otros niños se enojan y no quieren jugar con un niño que siempre acusa. 

Distinguir entre acusar y buscar protección.

Es importante establecer la diferencia entre el niño que siempre acusa y lo hace en todo tipo de situaciones, respecto de un niño que en ocasiones puntuales, y en particular, en las que existe un riesgo real para él o para otros, recurre al adulto como una manera de buscar seguridad. En este último caso es necesario que le brindemos la protección que nos está pidiendo. Por ejemplo, si el niño llega llorando porque otro niño mucho mayor le pegó, es necesario intervenir, ya que por la diferencia de fuerza y poder, el niño se encuentra en una posición más vulnerable y no cuenta con la posibilidad real de defenderse o solucionar por sí mismo el conflicto

Si estimulamos al niño a que no sea acusete, sino que por el contario, vaya desarrollando sus propias estrategias para enfrentar y resolver conflictos, estaremos ayudándolos para que en su vida sean más autónomos y menos dependientes, y a su vez le estaremos proporcionando la oportunidad de establecer relaciones interpersonales más sanas.