Sobre el famoso streaming
Hermes el Sabio nos habla en su columna de los servicios de streaming (como Netflix) y de por qué no deberíamos desechar las colecciones físicas de filméfilos destacados que todos alguna vez tuvimos en tiempos menos tecnológicos.
Por
Hermes Antonio | 2014-07-11 | 15:30
Tags | hermes el sabio, flims, películas, cine, streaming, vhs, dvd, netflix, apple tv, hulu, smart tv
Estamos viviendo en el futuro, no digan que no. Maravillas tecnológicas son pan de cada día, y no nos damos ni cuenta. Los esmárfons hacen cosas con las que uno ni soñó (¿han cachado esa aplicación Shazam que ESCUCHA CANCIONES Y TE DICE CÓMO SE LLAMAN Y QUIÉN LAS CANTA? Hechicería, diría mi abuelito y saldría a quemar una bruja).
Uno no alcanza a acostumbrarse a un artefacto y ya salió uno nuevo que deja al otro obsoleto, y casi todos nuestros hábitos están siendo modificados de alguna u otra forma por la tecnología. Hashtag la dura.
A los que nos gustan las películas también nos han llegado los cambios. Todavía me acuerdo lo increíbles que eran los DVDs comparados con los VHS, seguro varios como yo pensaron que no saldría nada mejor y de pronto TATE: Aparecieron los Blurays, el 3D llegó a los cines y a las casas, y el HD se transformó en algo común y corriente.
Hasta que llegaron los famosos servicios de streaming: Acceder a catálogos gigantes de películas y series para ver directamente desde Internet. Algo que uno en su infancia ni alcanzó a imaginar siquiera, y que no vaticinaron ni los Supersónicos ni 2001.
Hoy día todos saben lo que es Netflix (por si acaso: un servicio para ver películas de manera legal on-line, barato y práctico) y muchos lo usan en el computador o en los televisores gracias a las Smart TV, o a artefactos como el Apple TV, el Chromecast o las consolas de juegos. Si son pillos además y se meten a foros y esas cosas, pueden pichicatear la conexión a Internet y acceder a otros servicios de streaming solo disponibles para habitantes de los USA. Servicios como Hulu Plus, Amazon Prime y/o canales gringos que suben sus contenidos. Es filete. No se puede creer lo fácil, lo barato (comparado con el cable), y lo infinitos que son los catálogos. Cualquiera que haya navegado el Netflix gringo sabe que hay entretención para rato, de hecho tengo un amigo que murió de viejo y todavía no llegaba a la última página de películas de acción. Brígido.
Entonces. ¿Es el streaming la evolución natural del entretenimiento casero? ¿Es el Santo Grial del fliméfilo que ama las películas y vive encerrado mirando su pantalla? Los entusiastas dicen que sí, pero yo quiero ponerle un poco la patita al freno, y hacer una pequeña reflexión sobre lo que es ver películas en streaming. Lo siento pero tengo que aguarles la fiesta, queridos colegas suscriptores de Netflix y demases. No es que sea algo malo, al contrario. Yo solo quiero hacer un llamado a no deshacernos de nuestras colecciones de películas, y a no olvidarnos del valor que tiene una copia física en cualquier formato, de la que uno es dueño y señor. Veamos los contras del streaming.
Primer contra: La disponibilidad. Tengo un amigo que tiene una guagua, y la guagua como no sabe pensar ni tiene desarrollado el gusto, es fanática de Cars. Ustedes saben, la película de Pixar de los autitos con vida, en un mundo sin humanos donde igual los autos tienen puertas y espejos y asientos. Yo sé que es una película absurda pero no vamos a juzgar a la guagua de mi amigo. Todavía.
El punto de la historia es que la guagua de mi amigo veía Cars todo el día, era lo único que la calmaba cuando lloraba, su verdadera pasión, etc. Mi amigo feliz prendía el Netflix cada vez que la guagua caía en Carstinencia y todo bien. Hasta que un día Cars no estuvo más. Se fue del catálogo. Sorry, guagua. Mi amigo se desesperó, salió a comprarse Cars en DVD pero tuvo que comprarse un reproductor también, porque durante mucho tiempo se había acostumbrado a la comodidad del streaming y juraba que nunca más necesitaría estas cosas obsoletas.
Y lamentablemente esto es una realidad que hace que el streaming sea un formato muy volátil e impredecible. Las compañías dependen de otras compañías, y los derechos no se compran para siempre. Así que uno puede acostumbrarse a ver las películas ahí disponibles mucho tiempo, hasta que un día no van a estar más. Y sanseacabó. Puede que esto dé lo mismo en el caso de esas películas charcha que uno ve por ver, ¿pero qué pasa con esas obras maestras de todos los tiempos que uno quiere repetirse durante su vida? ¿Qué pasa con los Padrinos, los Pulp Fiction, los Locademia de Policía? Van a desaparecer del streaming, en algún momento. Y de ahí al olvido.
Segundo contra: La dependencia a Internet. Esto parece obvio pero a muchos se les olvida. Porque el fliméfilo quiere ver películas en cualquier parte, y a cualquier hora. En la playa, en un bus, en un avión, en un recreo por ahí. Y la conexión bacán que uno tiene en la casa rara vez se repite en otra parte. ¿Y si van a un lugar sin Internet? Cooperaron. Incluso los streamings guatean cuando tu propia conexión empieza a fallar, o se te pone lento Internet, o se te cae. Ahí lo único que te salva es tener la película en tu casa, en una copia física que existe en el mundo real. No hay dónde perderse.
Tercer contra: No hay libertad fliméfila. ¿Qué pasa si encuentras una película filete que solo está en streaming y como el buen fliméfilo que eres, quieres compartirla? ¿Qué pasa si quieres prestarla? ¿Si quieres llevársela a tu tía para que se distraiga un rato, o si quieres verla con tu mamá el fin de semana cuando vayas de visita? No puedes hacer nada salvo cruzar los dedos porque ellos tengan Internet, Smart TV, o alguno de los soportes. ¿Qué pasó con la facilidad de guardarse un disco en la mochila y llevarlo a la casa del amigo? ¿O de llevar la película a clases con la esperanza de que el profe crea que es educacional y la muestre, capeando así sus buenas horitas? No se puede.
Cuarto contra: Somos esclavos de las corporaciones. Bueno, somos MÁS esclavos todavía. Si uno compra una película en iTunes por ejemplo, sabe que iTunes puede hacer lo que quiera con esa copia digital, porque iTunes es el demonio en persona. Pasa lo mismo con las canciones, uno las puede reproducir solo en sus artefactos y cero posibilidad de compartirla, prestarla, verla en otra parte, etc. Y si se venden los derechos o cualquier pelea corporativa, el que va a perder es uno.
Quinto contra: El catálogo más grande de streaming nunca va a compararse a tu propia colección. Uno arma sus colecciones de películas con los años. Hay muchas experiencias ahí, mucha autobiografía, me comprenden. Puede ser sorprendente pero el catálogo gringo de Netflix tiene ausencias brígidas. Ni una Star Wars, ni una Indiana Jones, ni una Duro de Matar, ni siquiera su Arma Mortal o Depredador. Aunque tienen miles de títulos, siempre van a FALTAR películas que deberían estar. Y esto solo se suple con esa colección que tanto te ha costado juntar. Y reconozcan que no hay como tener una película en las manos, con una cajita bien diseñada y olor a nuevo. Con tanto formato digital este placer va a terminar obsoleto, y yo me opongo.
Lo que estoy tratando de decir no es que cancelen su suscripción a Netflix y se vayan a la montaña. El streaming es un excelente medio para ver películas que no tenías como conocer, para encontrar documentales maestros, para repetirnos esa película que desapareció en la infancia, y para ver series sin depender del cable y/o de la piratería. Se lo recomiendo a todo el mundo. Pero nunca va a reemplazar la colección del fliméfilo dedicado. Así que no boten sus Betamax, ni sus VHS ni sus Láser Discs ni sus DVDs ni sus nada. Créanme que la copia física nunca va a perder su valor. Finalmente quiero pedirle al sinvergüenza que me tiene Rocky III que me la devuelva, no me acuerdo a quién se la presté y no está en Netflix, gracias.