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"Es importante evitar sobredimensionar la situación o, en el otro extremo, minimizarla en exceso"
El invierno además del frío y la lluvia, se caracteriza por ser una estación donde son pocos los que pueden decir que pasaron invictos de los virus y bacterias que abundan en todas partes.
Los padres, sobre todo de niños chicos, debemos asumir que las probabilidades de tener un hijo enfermo son muy altas, por lo que hay que preparar el botiquín y la paciencia para esos días. A pesar de que a nadie le gusta ver a su hijo enfermo, podemos enfrentarlo de diversas formas.
Mimadores vs. indiferentes
En un extremo tenemos a los papás que se desarman ante cualquier síntoma y toman una actitud de excesivo cuidado y consentimiento, lo que puede implicar que el niño haga todo aquello que nunca se le permite y que supone romper algunas reglas importantes para la familia. Mientras que en el otro polo, están los que asumen una actitud de “no mimar” al niño para que no se mal acostumbre, pudiendo llegar a transmitir al niño un mensaje de poca contención y cuidado.
Cuando un niño se enferma, es normal que los padres se tensionen, pero es importante evitar sobredimensionar la situación o, en el otro extremo, minimizarla en exceso. En el primer caso, el niño se da cuenta de que con la enfermedad obtiene mucha atención, lo que puede dificultar la recuperación e incluso llevarlo a ser más enfermizo; mientras que en el segundo, la actitud distante de los padres puede agregar un componente de sufrimiento emocional al sufrimiento físico del menor.
La involución de un niño enfermo
Cada uno puede tener diferentes estilos para enfrentar las situaciones en que los niños se enferman, pero hay ciertas cosas que debemos tomar en cuenta considerando el proceso biológico y psicológico que ellos viven.
Las enfermedades, desde las más leves, producen una regresión en el sistema nervioso central en los menores, lo que los hace ponerse irritables, llorones, hipersensibles y muchas veces aparecen conductas correspondientes a etapas anteriores del desarrollo, es decir, se vuelven más infantiles. Esto ocurre desde que se incuba la enfermedad, por eso muchas veces, ante la irritabilidad del menor, los padres pueden intuir que se enfermará. Se ponen más sensibles y vulnerables ante los estímulos.
Consejos:
- Tener mucha paciencia y ser más comprensivo, ya que su irritabilidad es una condición orgánica más que una maña. Es aconsejable repartirse las tareas, dentro de lo posible, entre ambos padres, para no cargar la mano solo en uno.
- Asumir siempre una actitud tranquila, cual sea la gravedad de la enfermedad. Los niños son muy sensibles frente a las actitudes de los padres y las perciben aún sin que nosotros las expresemos verbalmente, por lo que si estamos tranquilos ellos se sentirán más confiados y seguros.
- Acompañarlo y generar una atmósfera de ternura y cuidado, ya que esto favorece la recuperación. Si los padres trabajan, es aconsejable que le pidan a un abuelo, tío o persona cercana, si lo puede acompañar al menos un rato, para que se sienta mejor. Los niños pueden sentirse solos e incluso abandonados cuando están enfermos y no se les acompaña.
- Sentirse entretenido también ayuda a la recuperación. Por eso es bueno proponerle alternativas que pueda realizar mientras está enfermo, escogiendo juegos y actividades que pueda hace en reposo, de manera tranquila. Ponerle audiocuentos, que lea libros, que vea películas, contar cuentos. También se le pueden contar historias sobre niños que hayan estado enfermos y se hayan mejorado. Otra alternativa es ofrecerle materiales para que dibuje o pinte, que arme puzzles o haga manualidades. Si puede hacer cosas que le causen risa, mejor aún, ya que el sentido del humor es otro factor que ayuda a la recuperación.
- No convertir los momentos de enfermedad en una verdadera "fiesta", donde todos lo visitan y le hacen regalos, ya que esto hará que el niño no quiera mejorarse.
- Estar en un ambiente tranquilo y con luminosidad media, porque los niños enfermos son más sensibles a la luz. También es importante mantener el espacio relativamente ordenado y limpio, procurando ventilar bien la habitación en algún momento del día (para lo cual es recomendable que el niño salga de la pieza).
- Explicarles su enfermedad en palabras simples y sin mentirles, pero de manera accesible a su capacidad de comprensión. Si hay que ponerle una inyección, explicarle que le dolerá, pero será solo un pinchazo y luego se sentirá mucho mejor. No podemos mentirles y decirles que no les dolerá, porque eso hará que pierdan la confianza en sus padres.
- Sobre los 4 años hay que explicar cuales son las causas y las medidas que se están tomando para que mejore, para reducir la angustia de lo que están viviendo, ya que les ayuda a anticiparse. Por ejemplo, si tiene amigdalitis, explicarle que tiene unos bichos en la garganta y para combatirlos deberá tomar un remedio que no es de buen sabor pero es necesario para mejorarse. Que se sentirá mal por unos días, que le costará comer un poco, pero que debe tomar bastante líquido para mejorarse pronto. Si el niño no cuenta con una explicación sencilla y comprensible puede desarrollar la fantasía de que tiene algo muy grave.
- Darle espacio para expresar sus miedos y angustias, ya sea del dolor o el malestar que tiene. El no expresar las emociones produce más ansiedad y es fundamental para la recuperación el optimismo.
- No caer en mimarlos en exceso y eliminar todo tipo de rutinas y hábitos, mostrando que cuando se está enfermo, todo está permitido. Eso puede ir instalando en la mente del niño la idea de que es conveniente estar enfermo.
- A algunos niños les cuesta mucho tomarse los medicamentos. Una actitud tranquila es mucho más eficaz que suplicarles o forzarlos a que se lo tomen. Para facilitarlo, puede ser útil mezclarlo con un alimento que le guste o partirlo en pedazos pequeños.
- Si es que tiene más de un hijo, aproveche la enfermedad de uno de ellos para enseñar la solidaridad, pidiéndole al otro hermano que ayude en el cuidado. Por ejemplo, que le lleven un vaso de agua, que le pregunten cómo se siente o lo acompañen un rato.
- Tomar las precauciones necesarias para evitar contagios, como lavarse bien las manos, utilizar alcohol gel, evitar que los otros miembros de la familia usen los mismos vasos y cubiertos. Si es posible, que no duerman en la misma pieza.
Es un hecho que las enfermedades complican las rutinas de la familia y crean preocupación y tensión, pero en la medida en que como adultos logremos manejarlas de forma serena y realista, con cariño y contención, estaremos ayudándolos a recuperarse de mejor forma y además les estaremos dando un modelo de cómo enfrentar las adversidades de la vida.