Demasiado bueno para ser verdad

El Barbón nos ofrece un acercamiento poco ortodoxo para generar confianza: mostrarnos falibles

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-04-23 | 11:20
Tags | sociedad, confianza
"La herramienta más poderosa para generar confianzas es darnos a conocer tal cual somos"

–Juan Alberto ¿tú me amas?

–Por supuesto, Laura Rocío. Yo te quiero con toda mi alma.

–¿Estás seguro de que me amas, Juan Alberto?

–¡Por supuesto, mi amol! ¡Yo daría la vuelta al mundo descalzo por ti, mi vida!

–¿De verdad, mi hombre querido?

–¡Que te digo que sí, conchalevale! ¡Qué quieres que haga para demostrártelo, mujer incrédula!

–Buaaaa… si me quisieras de verdad no me levantarías la voz así.

Probablemente todos hemos sido víctimas alguna vez de un interrogatorio así, donde parece que no importa lo que digamos, no hay caso de hacerle entender al otro que realmente estamos diciendo la verdad, llegando a situaciones realmente desesperantes.

Es que la confianza es clave para nuestro desempeño exitoso tanto en nuestra casa como en nuestro trabajo. El problema es que conseguirla parece no ser cosa fácil.

Más información, menos confianza.

Vamos al doctor que no nos da confianza. Entonces desconfiamos de su diagnóstico y vamos a otro que opina distinto. Ahora no sabemos a cuál creerle. Entonces entramos a internet, hay miles de foros en que se discute el mismo caso y no llegan a ningún acuerdo. Vivimos en la época de la información, donde el acceso a ella está literalmente al alcance de la mano en cualquier momento del día. La ironía está en que, a pesar de contar con más información que nunca, vivimos una etapa de profunda desconfianza y paranoia, en donde ser confiable se vuelve un recurso invaluable. La pregunta es cómo convertirnos en personas confiables para quienes nos rodean. 

La crisis de confianza.

Si nos remontamos a los posibles inicios de la comunicación, probablemente ésta se daba sólo a través de una familia, tribu o pueblo, donde la información a la que accedían era más acotada. Ahora, en cambio, podemos acceder (a través de twitter, blogs y páginas web) a opiniones y versiones de miles de personas. Por cada noticia que se informe A, encontraremos otra que informe B y más de alguna que informe Z, y es esa información contradictoria la que nos hace dudar. ¿Qué solemos hacer, entonces, para tratar de vernos creíbles entre miles de opiniones diferentes? Mostramos nuestra mejor cara, tratamos de vernos como entes analíticos, cultos y ojalá perfectos, creyendo que así nos ganaremos el respeto de nuestro entorno. Yo tengo la teoría inversa, que es exactamente eso lo que nos hace menos confiables. Es cosa de ver los resultados que trae eso en el mundo de la política.

Con el defecto a la vista.

Yo no creo que la confiabilidad o la credibilidad sea una característica exclusiva de seres perfectos, que no cometen errores. Al contrario, creo que la clave para conseguir credibilidad no está en ocultar nuestros defectos o caídas, sino en hacerlos explícitos. Es el presentarnos tal como somos, con cosas buenas y malas, con una forma de pensar diferente al resto e incluso con dudas en torno a algunos temas, lo que permite al resto poder confiar en nosotros. Es que la confianza no se trata de ser un ídolo a quien adorar, es mucho más simple. Se trata simplemente de permitirle al resto entender (e incluso predecir) nuestro comportamiento. Si quienes nos rodean saben que esperar de nosotros, les evitaremos sorpresas desagradables y el sentirse defraudados. Porque el conocer lo bueno y malo de mí es lo que le permitirá al resto el ver una consistencia en mi forma de actuar.

Es por eso que la herramienta más poderosa para generar confianzas, es darnos a conocer tal cual somos. Y no digo conocernos en el sentido de “estar en el mismo lugar del mundo y estrechar las manos”, sino que al comunicarnos, expresar abiertamente nuestras motivaciones, contar nuestra historia e incluso mostrarnos imperfectos. Así, cuando llegue el momento en que necesiten depositar su confianza, sabrán exactamente qué esperar.

Porque lo que le molesta a Laura Rocío Mercedes Leiva no es que Juan Alberto de los Jacintos no sea perfecto. Es que eso que le dice, a su parecer, no se condice con la forma en la que él actúa.