El derecho a la ciudad

ONU-Hábitat estima que al 2050 dos tercios de la población mundial vivirá en zonas urbanas, siendo Latinoamérica la región más urbanizada del mundo ¿Progreso o crecimiento descontrolado? Como ciudadanos, tenemos mucho que decir en cómo se desarrollan nuestras urbes.

Por Karen Mena | 2013-05-08 | 12:16
Tags | ciudad, urbanismo, plazas, ciudadanía, vecinos

El Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) reveló en 2012 el acelerado crecimiento de las metrópolis en América Latina, las que aumentaron seis veces su número en los últimos 50 años. 

En nuestro país la expansión inmobiliaria se aprecia, en el caso de Santiago, con la escasez de terrenos para construir, lo que impacta en el valor de las viviendas, las contribuciones y los arriendos. En otras regiones, vemos cómo afloran los edificios a diestra y siniestra, aparecen los tacos, se instalan industrias y centros comerciales, vemos cambiar todo a nuestro alrededor sin cuestionarnos si es lo que deseamos para el lugar donde vivimos.

A fines de los sesenta, el francés Henry Lefebvre escribió un libro llamado “El derecho a la ciudad”, el cual inspiró a diversas agrupaciones de todo el mundo a reunirse a debatir sobre cómo generar espacios más justos, solidarios y sustentables, tras lo cual Habitat International Coalition (HIC) redactó la “Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad”, que invita a la ciudadanía a hacerse participe de la construcción de su entorno.

El “buen vivir” es el objetivo, y se consigue apropiándose de los espacios, utilizándolos, queriéndolos, compartiendo entre nosotros; no sé ustedes, pero a mí de inmediato se me viene a la mente una forma de contribuir a la disminución de la delincuencia y del stress. Tener espacios más iluminados, con mayor tránsito de personas, con actividades para las familias, y reducir poco a poco los pasajes oscuros como boca de lobo, por donde nadie en su sano juicio caminaría después de la puesta del sol, son una invitación a salir de las cuatro paredes y comenzar a ser parte de un mundo social mucho más nutritivo.

Cambiar nuestros hábitos como comunidad no es un trabajo fácil, pero se puede lograr con un pequeño gran acto: saludar y conocer a nuestros vecinos. Esto nos ayuda a aumentar nuestra confianza en el barrio, generar lazos, compartir inquietudes, tener una “ayudita” para cuidar la casa mientras se está de vacaciones, podemos, incluso, compartir el auto y descongestionar las rutas, además de tener amigos. En definitiva, tener una mejor calidad de vida, que es lo que todos buscamos ¿o no?

Una vez alcanzada la cohesión podemos utilizar algunos instrumentos existentes como las audiencias públicas, con las que los vecinos, presentando 100 firmas, pueden reunirse con su autoridad municipal a conversar sobre algún tema de interés, teniendo posteriormente el alcalde 20 días para entregar una solución a los problemas planteados. O los presupuestos participativos que destinan algunas municipalidades, para que los ciudadanos organizados puedan postular con propuestas que mejoren sus barrios.

Sin duda, la voluntad política también es necesaria, pero no podemos desconocer nuestra parte de la pega. Recordemos que nuestros derechos son deberes también y nuestra participación es importante para poder influir en los cambios que día a día vive nuestra ciudad.