Paternidad: Cómo disfrutar el caos

Muchos padres tratan de involucrarse lo menos posible en la vida de sus hijos para mantener su estilo de vida, pero el Barbón opina que lo mejor para ser feliz como padre, es estar ahí en todas.

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-05-14 | 09:15
Tags | paternidad, padres, hijos, niños
"Si uno le saca el poto a la jeringa, se queda con la peor parte de la paternidad"

Supe de varios asustados con la columna anterior. Es que, como escribí ahí, es imposible explicar lo genial que puede llegar a ser el convertirse en papá. Es fácil quedarse sólo con lo malo, con lo difícil que resulta o lo cansados que quedamos al terminar el día. Porque la llegada de los hijos sí produce grandes cambios en nuestra vida, los que pueden ser difíciles de aceptar (para unos más que para otros). Pero si me preguntan a mí, el poder disfrutar esos cambios depende en gran parte de nosotros mismos.

Como saben, no soy un experto en sicología ni paternidad, por lo que hablaré sólo desde mi experiencia personal, como hombre y padre de dos niñas pequeñas. Por supuesto invito a todos a comentar a partir de las suyas.

Ser un papá feliz.

Según mi punto de vista, hay dos formas de buscar la felicidad después de tener un hijo: Ser feliz a pesar de los hijos y ser feliz disfrutando con los hijos. Yo creo que la segunda es muchísimo más fácil, porque intentar ignorar que se tiene un hijo y mantener la vida tal y como estaba es casi imposible y no nos lleva más que a pasar rabias. Por otro lado, cuando nos involucramos en la vida de nuestros hijos, nos abrimos a un mundo de nuevas satisfacciones que nos pueden hacer mucho más felices. No lo tomen como cátedra ni una queja contra los padres que no se involucran, sino como un consejo para los que lo están pasando mal, porque creo que hacerte parte activa de la vida de tu hijo realmente puede hacer tu vida más fácil.Intentaré explicar mi punto con algunos ejemplos.

Involucrarse “en las buenas”.

Parecerá de lo más obvio querer estar junto a tus hijos en los mejores momentos, cuando están felices jugando solos y de buen humor, pero en la práctica es distinto. Es que son estos momentos en los que uno (papá o mamá) puede aprovechar para descansar o ponerse al día con sus labores. Una presentación de tu hijo en el colegio es el mejor momento para terminar la entrega pendiente, ir por fin a hacer ese trámite eternamente postergado o dormirte esa preciada siesta, pero te pierdes la posibilidad de babear orgullo al verlo sobre el escenario. Obviamente muchas veces hay que aprovechar muchos de esos momentos en que juegan solos para poner un poco de orden a nuestra vida, pero si lo hacemos siempre, probablemente nos perdamos de muchas anécdotas, historias o avances en el aprendizaje de nuestros hijos que nos llenarán de orgullo o nos sacarán alguna lágrima de emoción. Como siempre, y en todo, hay que llegar a un equilibrio.

Involucrarse “en las malas”.

Aquí sí que parece que lo mejor es hacerse el gil, y es donde más se nota que en Chile seguimos siendo enfermos de machistas, porque como papás tenemos miles de herramientas y posibilidades de sacar la vuelta. De nuevo, esto no es un tirón de orejas, lo que planteo es todo lo contrario, es que no involucrarte en estas situaciones puede ser mucho peor.

Ejemplo: mi hijo/a llora inconsolablemente porque está teniendo pesadillas o está enfermo. Obviamente, en mitad de la noche, lo más fácil es quedarse en la cama rogando para recuperar el silencio y rabiando por la mala suerte. Si uno es quien va a verlo, existe la posibilidad de que simplemente necesite contención y que te conviertas en una especie de héroe para él (que se siente increíble). Pero incluso si el problema es mayor (lo encuentras todo vomitado o con fiebre), empatizar con lo que le está pasando nos permite dejar de pensar en el llanto como el problema y en el niño como la fuente del problema, y ver que el verdadero problema es la enfermedad. La mejor forma de olvidar nuestros problemas (el sueño) es ver a un ser querido que realmente nos necesita.

Involucrarse “en las neutras”.

Hay miles de labores prácticas a la hora de ser papá, más aún cuando nuestros hijos son pequeños: prepararles el desayuno, llevarlos al colegio o al jardín, bañarlos, acostarlos, etc. Estos momentos de rutina también nos dan la oportunidad de disfrutar con nuestros hijos. Hay niños que alucinan de felicidad cuando les llevan la leche en la mañana, otros que son infinitamente felices cuando los vamos a buscar al colegio. Bañarlos puede ser el juego más entretenido del día, y para qué decir cómo alucinan mis hijas a la hora de que nos sentemos a leerles un cuento. Son momentos cotidianos que muchas veces se vuelven mecánicos, pero que si se convierten en una instancia para compartir con los papás, se pueden volver importantísimos para nuestros hijos y a nosotros nos permiten disfrutarlos en todas sus dimensiones: con sueño, con hambre, chacoteando, expectantes. Y cosas tan simples como ayudarlos a vestirse rápido porque la mañana está fría nos ayudan a ver en concreto lo importantes que somos como padres para ellos.

Además,el participar de rutinas, incluso que no impliquen el contacto directo con nuestros hijos, ayuda a fortalecer la relación con nuestra pareja: por un lado por compartir las responsabilidades, pero por otro mucho más práctico, por hacer las cosas más rápido y así tener más tiempo para compartir juntos.

Raya para la suma.

En resumen, yo tengo la teoría de que si uno le saca el poto a la jeringa, se queda con la peor parte de la paternidad: llantos a mitad de la noche, menos tiempo con tu pareja, aumento del costo de vida, etc. Es sólo a través de involucrarnos en la vida de nuestros hijos, en lo que les gusta, lo que no les gusta, lo que necesitan y lo que les da susto, nos permite descubrirlos como personas, en toda su complejidad y maravilla.

Ese es mi consejo para ser un papá más feliz ¿cuál es el tuyo?