Imagen: "Anciano en pena (En el umbral de eternidad)", pintura de Vincent Van Gogh, 1890

Libros: “Una mente inquieta†Depresión bipolar en primera persona

La psicóloga Kay R. Jamison no sólo estudia esta enfermedad, sino que ella misma la padece desde su adolescencia. En el libro, narra su experiencia, sus altos y bajos, y lo mucho que le costó aceptar tomar litio, aún sabiendo que era lo único que podía salvarle la vida.

Por Luz Edwards @luzedwardss | 2013-05-22 | 11:05
Tags | libros, depresión, psicología, manías, enfermedades, desórdenes, salud, biología
"En uno de los episodios narrados cuenta que se compró más de 20 relojes de lujo y artefactos para la casa que jamás usó"

La psicóloga Kay R. Jamison, es actualmente Co-Directora del Mood Disorders Center (Centro de Desórdenes del Ãnimo) del Hospital Johns Hopkins de Estados Unidos, que incluye el tratamiento de personas con depresión y trastorno bipolar. Una de las principales áreas de trabajo de este centro es la educación de la población sobre los desórdenes del ánimo y, principalmente, de las personas que los padecen, sus familias y seres queridos. 

Uno de los aspectos que más le preocupan a Jamison es la dificultad que tienen los pacientes maníaco-depresivos para ser constantes en su tratamiento, lo cual los lleva a períodos de gran sufrimiento. Y comprende que eso ocurra, pues fue una de las mayores dificultades que tuvo ella misma en el proceso de aprender a vivir con su enfermedad. Así lo plasma en Una mente inquieta (An Unquiet Mind): â€œA pesar de que mi trabajo era clínico y científico [la autora estaba estudiando psicología], incluso comprobando en la literatura médica las terribles e inevitables consecuencias de no tomar el litio, durante muchos años, tras el diagnóstico inicial, me opuse a la medicación tal como estaba prescritaâ€. 

¿Qué la llevaba a esa negativa? ¿Por qué seguía prefiriendo pasar por largas depresiones suicidas antes que tomar el litio? Principalmente, dice  la psicóloga, porque le costó reconocer que estaba enfermaExplica que esto es muy común, porque la persona considera que sus cambios de ánimo son parte de su personalidad y pieza clave de su forma de estar en el mundo. Jamison describe que en los períodos maníacos sentía una creatividad desbordante, no necesitaba dormir más de 3 horas diarias, se percibía atractiva y poderosa. Cuenta que algunas personas le comentaban que andaba demasiado acelerada y se preocupaban, pero que, en general, los frutos de su manía eran bien valorados, pues consistían en buenos avances de su trabajo e ideas creativas y útiles para el departamento donde estaba empleada. No era de las personas a las que se les ocurren cosas raras; más que nada, era el número de las ocurrencias lo anormal. 

En la fase depresiva pagaba caro por esos días, pero ella sentía que valía la pena. Pensaba que no sería la misma sin esos vaivenes, por mucho sufrimiento que le causaran. Las consecuencias eran incluso financieras, pues la euforia la llevaba a “necesitar†muchas cosas y tener que comprarlas, sin pensar un segundo en si podía financiarlas o no. En el caso de Jamison, sus compras eran sobre todo libros y ropa, aunque en uno de los episodios narrados cuenta que se compró más de 20 relojes de lujo y artefactos para la casa que jamás usó. Cuando llegaba la fase depresiva, llegaban también las cuentas de la tarjeta de crédito, lo que la hundían aún más.

Lo que más le costaba de estos meses depresivos, era que su mente se tornaba lenta y la capacidad de concentrarse era nula. Como era estudiosa, lograba disimularlo en clases, pero sufría en silencio. Jamison cuenta que ama leer autores clásicos, filosofía y extensos libros de medicina, y que en esta fase sólo lograba terminar artículos cortos, cuentos infantiles y poesías breves. “Empecé a hacer labores para pasar el rato y terminé innumerables cojines y bordados en un intento inútil de llenar las horas que antes utilizaba en leerâ€, cuenta en el libro. 

De esta manera la autora va recorriendo su vida, contando el gran apoyo que fue su madre, su hermano y su marido; describiendo un intento de suicidio que salió mal sólo porque su mente nublada no pudo darse cuenta del error. Agradece el apoyo de su psiquiatra, a quien ella eligió por considerarlo inteligente y tranquilo; también da las gracias a los amigos que se turnaban para cuidarla sin que ella se diera cuenta. Comparte cómo llegó, finalmente, a aceptar tomar litio y lo imprescindible que es la psicoterapia como tratamiento paralelo a la medicación, por ejemplo, ayudando a la persona a aceptar su enfermedad.

El libro es, sobre todo, un texto que acompaña y acoge a las personas que sufren de depresión maníaco-depresiva, y permite que quienes no la padecen puedan comprender un poco de qué se trata. El primer gran aporte del libro -han dicho otros profesionales dedicados a la salud mental- es la sinceridad de la autora y su valentía de reconocer públicamente su enfermedad. 

“Ignoro el alcance que tendrá para mí, a largo plazo, airear estos asuntos de mi vida personal y profesional, pero sean cuales sean las consecuencias, no tienen más remedios que ser mejores que el silencio. Estoy cansada de disimulos, de retener y malgastar energía, de conducirme como si tuviera algo que ocultar. (…) Sigo teniendo dudas sobre si hago bien al hacer público mi problema, pero una de las ventajas de padecer la enfermedad maníaco depresiva durante más de treinta años es que pocas cosas parecen imposibles de vencerâ€, escribe Kay R. Jamison en el prólogo.

FICHA BIBLIOGRÃFICA

“Una mente inquietaâ€
Kay R. Jamison.
Editorial Tusquets.
Primera edición en año 1995.
222 páginas.