Imagen: Rodrigo Avilés

El refinado arte de no hacer nada

Las actividades y mantenernos ocupados son una parte importante de la vida, sin embargo nos llevan a problemas de estrés y ansiedad. Por eso es importante dedicar parte del tiempo a no hacer nada, algo que puede llegar a ser muy beneficioso y productivo.

Por Francisco J. Lastra @efejotaele | 2014-11-25 | 12:00
Tags | tiempo, nada, tiempo libre, cerebro, descanso, ideas, meditación
"Ni siquiera se piensa en el valor de dicha actividad, simplemente en que hacer algo, cualquier cosa, es mejor que nada en absoluto porque existe esta extraña noción de que estar ocupado es un símbolo de estatus."

¿Cuándo fue la última vez que “no hiciste nada”? Siestas o una tarde jugando Solitario no califican. Hablo de tirarse en un sillón o sentarse en un paradero y dejar la mente vagar, sin una tarea en específico.

Se suele citar la frase italiana “Dolcefarniente” para comenzar a hablar sobre el placer en no hacer nada. Al parecer se hizo conocida por una película que nunca vi, por lo que prefiero usar una frase que puede que sea menos romántica y un tanto pop, pero sí es mucho más cercana: “Haz todo, haz nada”. Mi intención el día de hoy no es venderles bebidas con alta concentración de azúcar (ni sonar como vendedor de micro), sino hablar sobre nuestro derecho a no hacer nada. Puede que no sea un derecho constitucional, pero bien podría serlo.

“Hay que trabajar, hay que producir, ya habrá tiempo en vacaciones para no hacer nada” nos decimos con optimismo. Es cierto que las vacaciones revitalizan nuestro cuerpo y mente, además de proveernos de nuevas experiencias, pero ¿qué conseguimos relegando estos momentos a las pocas semanas libres que tenemos al año? Es más, estudios indican que los efectos positivos de salir de vacaciones duran apenas 2 a 4 semanas, lo que nos deja, básicamente, 11 meses del año que trabajamos sin pausas para poder “no hacer nada” durante una fracción mínima de todo ese tiempo. Y eso si es que logramos relajarnos en vacaciones.

La preferencia del hacer por hacer

Hacer nada en absoluto es la cosa más difícil en el mundo, la más difícil y la más intelectual” escribió el irlandés Oscar Wilde. No habría que sorprenderse, pues de su autoría también es el ensayo “La importancia de no hacer nada”.

Si bien la frase del artista tiene más de 100 años, no puede estar más vigente. El “hacer” es tan prevalente en nuestra cultura, que la mínima excusa, como revisar el correo cada 10 minutos, nos sirve para evitar momentos de divagación. Ni siquiera se piensa en el valor de dicha actividad, simplemente en que hacer algo, cualquier cosa, es mejor que nada en absoluto porque existe esta extraña noción de que estar ocupado es un símbolo de estatus. Si bien es cierto que la actividad nos permite realizarnos como personas, y por ende, nos hace más felices, el exceso nos lleva a los problemas endémicos del siglo XXI: estrés y ansiedad.

¿Mi humilde sugerencia? Haz nada todos días, aunque sea por un ratito. Puede que parezca una sugerencia tóxica en el competitivo ambiente de hoy, pero lo cierto es que se trata de un refinado arte que puede tener muchos beneficios.

Los beneficios de no hacer nada

El investigador científico Andrew Smart, en su libro Autopilot: The Art & Science of Doing Nothing, cree que tener tiempo para poder divagar libremente no es un lujo, sino una necesidad tan importante como dormir.

Entre las ventajas destaca que:

Incrementa la actividad cerebral: Suena contradictorio, pero así lo han demostrado estudios. Cuando creemos que nuestro cerebro descansa al no hacer nada es cuando más trabaja, incluso más que cuando estamos enfocados en una tarea específica. Estas regiones del cerebro que se activan en periodos de ociosidad se conocen como Default Mode Network (DMN) o RestingState Network (RSN).

Incentiva los momentos de inspiración: Las grandes ideas ocurren en el baño no por el poder inspiracional de la taza del water, sino por el estado de nuestro cerebro en estas ocasiones. Estos momentos de inspiración se producen cuando se activan las regiones que he mencionado en el punto anterior. Smart cita en su libro el caso del poeta alemán Rainer Rilke, quien perfeccionó esta forma de inspiración en todo un arte. Rilke, que pasó gran parte de su vida viajando de ciudad en ciudad sin objetivo claro alguno, sentía que los poemas simplemente llegaban a él, y que su trabajo se limitaba a tomar nota. Robert Bly, poeta estadounidense y traductor de Rilke, cuenta que el alemán cuando “capturaba” un poema, solía perder alguna que otra rima al no poder escribir lo suficientemente rápido. ¡Eso es un hombre inspirado!

Deja el control al Piloto Automático: Usando una metáfora de aviación, Smart explica que nuestro cerebro cuenta con un Piloto Automático que comienza a “pilotear” una vez que dejamos de enfocarnos en un problema en particular. Es este piloto automático el que sabe hacia dónde quieres ir y qué quieres hacer, pero para manifestarse tienes que cederle el control de vez en cuando.

Estas son ventajas que ya se explotan a nivel empresarial. Un ejemplo es la consultora The Energy Project, que se dedica a implantar políticas que permitan a los empleados tener altos niveles de energía (su slogan, de hecho, es “Energizamos a la gente y transformamos compañías). Sus buenos resultados le han valido contratos con Google, Microsoft y Coca-Cola, entre otros. Adivinen cuál es una de las primeras prácticas que implementan: tener tiempo libre en el trabajo.

Una encuesta hecha por The Energy Project a más de 150.000 personas a lo largo del mundo concluyó que el 74% sufre una crisis de energía personal en el trabajo. Con datos como estos no hay duda de que los publicistas de Canada Dry dieron al clavo con su slogan, aunque permítanme ser más exacto: “Puedes hacer todo, cuando haces nada”.

Y tú, ¿tienes momentos donde no haces nada? ¿Sientes algún beneficio?