Es quizás el sentido más infravalorado de los cinco, y es que hoy en día estamos tan bombardeados de información visual y sonora, que nos olvidamos de la importancia que este noble sentido cumple en nuestras vidas.
El término clínico para la incapacidad de sentir olores es anosmia, y aunque las cifras en este tema no están muy claras, se estima que alrededor de un 2% de la población mundial sufre de esta condición.
Para las personas con ausencia de olfato, el aroma del café recién preparado, el pan caliente con mantequilla, las hierbas embrujadas de la abuelita, el olor a lluvia, los perfumes y la fragancia de tu pareja en la cama, no son más que historias de las que alguna vez fueron parte, o solo mitología que nunca podrán experimentar por sí mismos.
Un anosmico puede verse enfrentado a múltiples desafíos producto de su condición. Estos pueden ser tanto sociales como físicos.
Como todos los sentidos, el olfato no solo cumple la función de entregar placer, sino que primordialmente de alerta ante posibles amenazas. La incapacidad de oler, por tanto, hace que fugas de gas, humo y olores de alimentos en descomposición para personas con anosmia, sean virtualmente invisibles.
La higiene para un anosmico puede ser un tema. Al no ser capaz de sentir su propio olor corporal, puede sentirse inseguro en entornos sociales, cayendo en el uso excesivo de perfumes y baños sumamente consecutivos. Nadie puede decir que es fácil el ser juzgado por algo que no puedes entender, más si esto repercute en tus relaciones con los demás.
La anosmia se puede clasificar en dos grupos:
1. Anosmia congénita
Esta no es muy común y se presenta desde el nacimiento, en el cual el nervio olfativo no existe o no se desarrolla completamente, o por otros compromisos en el sistema nervioso. Las causas genéticas no se tienen claras aún, pero se sabe que el síndrome de Kallman también la produce.
A pesar de los inconvenientes lógicos, vivir con anosmia congénita en muchos casos puede ser muy llevadero si se toman ciertos cuidados, siendo que la persona nunca experimentó la pérdida del olfato.
2. Anosmia adquirida
Este tipo de anosmia se adquiere después del nacimiento, habiendo múltiples causas, tales como:
Adaptarse a la pérdida del olfato puede ser muy complicado, produciendo pérdida de apetito (el 80% de la sensación de la comida viene dada por los olores), depresión, y disminución del deseo sexual.
Perder el olfato para siempre puede provocar cambios muy profundos en la forma como se percibe la vida, ya que muchos de los recuerdos y sensaciones que hemos adquirido durante nuestras vidas, se encuentran ligados estrechamente a ciertos olores. Una persona que perdió completamente el olfato dijo: “es como ver la vida a través de un panel de vidrio”.
En el tema olfativo hay mucha tarea pendiente, el cual se ha visto rezagado en términos médicos por muchos años, y solo hoy se empieza a estudiar seriamente.
Unas de las instituciones dedicadas a entender sobre este tema es el Monell Chemical Senses Center, localizada en Philadelphia, que actualmente se encuentra trabajando en la regeneración de las células de recepción olfativa y en la identificación de los genes causantes de la anosmia congénita, pero cuyos resultados no se esperan hasta dentro de varios años.
Hoy en día la anosmia congénita no tiene cura, pero sí se ha visto la cura en algunos pacientes con anosmia adquirida, siguiendo un tratamiento de esteroides. También se conocen resultados de recuperación olfativa parcial a través de la acupuntura.
Es cierto que un anosmico pierde literalmente un quinto de las sensaciones externas, pero es importante no llenar ese espacio vacío con inseguridades y angustia. La pérdida del olfato puede ser una oportunidad para sentir de otra forma, más intensamente. El mundo solo empieza cuando se es consciente, y a partir de este punto, no hay límites para sentir.