La Cordillera Económica

Guy Sorman apunta en el diario español ABC que Los Andes marcan una frontera entre dos estrategias en Latinoamérica: aperturismo contra autarquía

Por Otros Medios | En: ABC.es | 2013-06-04 | 16:59
La economía es una ciencia muy imperfecta porque, a diferencia de las ciencias llamadas «duras», es difícil comprobar las experimentos, y eso condena a economistas y analistas a realizar unas propuestas a menudo contradictorias de políticas económicas del pasado o contemporáneas. Pero la Historia, excepcionalmente, produce a veces laboratorios: las dos Alemanias permitieron comparar las virtudes y los defectos de la economía socialista frente a la economía liberal; y la separación permanente entre las dos Coreas pone de manifiesto la eficacia relativa de la economía abierta frente a la economía autárquica.

Pues bien, en este momento, se está creando ante nuestros ojos, siempre que queramos mirar, un nuevo laboratorio en Latinoamérica. De mi reciente gira por esta región, me quedo con que la cordillera de los Andes se convierte en una frontera económica, y ya no solo geológica, entre dos estrategias. Por ejemplo, viajar de Buenos Aires a Santiago de Chile, un viaje de apenas dos horas, equivale hoy en día a pasar de un país en vías de «desglobalización», Argentina, a otro país que ha optado por abrirse (con Gobiernos de izquierdas y de derechas indistintamente). Ahora bien, Chile crece, mientras que Argentina retrocede. El contraste entre los dos países y sus estrategias divergentes es significativo: la cordillera separa, cada vez más, dos visiones del continente.

Al este, desde Argentina hasta Venezuela, pasando por Bolivia y por Brasil (que, desde la sustitución de Lula por la presidenta Dilma Rousseff, sigue dudando), los regímenes políticos se vuelven autoritarios, las decisiones económicas se vuelven anticapitalistas y hostiles a la globalización y las políticas sociales se vuelven más redistribucionistas que productivistas.

Éste «este latinoamericano» ha podido dar la impresión, en estos últimos años, de que la autarquía era más beneficiosa que el libre cambio. Pero esta euforia estaba enteramente provocada por las tendencias al alza de las materias primas: la soya en el caso de Argentina y Brasil, el petróleo en el de Venezuela, y los minerales y el gas en el de Bolivia. Lo que los economistas del desarrollo llaman la «maldición de los recursos naturales», en realidad ha perjudicado a la diversificación económica de los países implicados y a su integración en el circuito mundial de los intercambios. La actual ralentización mundial del crecimiento y de la demanda de esos recursos naturales anuncia unos despertares dolorosos para los defensores de la autarquía redistribucionista. Al este de la cordillera, el crecimiento tiende a ser nulo, lo que conlleva una sucesión de deudas públicas, inflación monetaria y desacuerdos sociales.

Por el contrario, el oeste latinoamericano, desde Chile hasta México, pasando por Perú, Colombia y Costa Rica (Ecuador duda), ha optado claramente por abrirse e iniciar con todos los países del contorno del Pacífico, Japón incluido, pero no así China, una amplia negociación comercial para crear una zona de libre cambio (el Pacto Transpacífico) que podría convertirse en el eje de la economía mundial del futuro. Al oeste de la cordillera, casi todos admiten que la idea de economía «nacional» ya no tiene sentido y que en el futuro solo existirá una economía mundial.

Por tanto, la única pregunta que procede en Latinoamérica es si hay que formar parte de esta economía mundial o hay que rechazarla orgullosamente y dentro del aislamiento como el «modelo» argentino actual presidido por Cristina Fernández. Por otra parte, nos quedamos asombrados al enterarnos de que el economista Joseph Stiglitzreconoce en Argentina un modelo recomendable. Sin duda le gusta la provocación. Para formar parte integrante de la nueva economía mundial se requieren algunos requisitos nacionales: un Estado de derecho sólido que atraiga a los empresarios y a los inversores, una moneda fiable y unos Gobiernos previsibles. Chile, que es el modelo del Pacífico desde hace 30 años, cumple estos requisitos, Argentina no cumple ninguno. Argentina se «desglobaliza» y se «desdemocratiza», y ese parece ser el destino de la Sudamérica «oriental».

El filósofo Blaise Pascal, al reflexionar hace cuatro siglos sobre el relativismo, señalaba que lo que parecía verdad a un lado de los Pirineos se percibía como un error en la otra vertiente. La cordillera de los Andes desempeña hoy en día la misma función significativa: ¿verdad al oeste de la cordillera y error al este? Es probable, pero, por desgracia, las víctimas de cualquier error de juicio serán más bien los ciudadanos y no sus dirigentes equivocados y los economistas que los asesoran.