Porque no tenemos tiempo. Mentira. A veces, porque tenemos cosas más importantes que hacer. Falso. Porque la risa abunda en la boca de los tontos. Error. O simplemente porque pensamos que somos personas serias, respetables, que no pueden permitir dar lugar a leseras. Lamentable.
Sonreír hace bien. Triste resulta ver tanta cara larga en el Metro, en la calle, en la fila del banco. Son tan pocas las sonrisas que vemos a diario que cuando aparece una… nos sorprende. La sonrisa, dijo algún sabio, “es el idioma universal de las personas inteligentes”. Biológicamente hablando, la sonrisa libera endorfinas en nuestro organismo, neurotransmisores responsables de hacernos sentir felices y lograr que bajemos los niveles de estrés. Y muscularmente hablando, además, es más fácil sonreír que enojarse: para poner cara de felicidad se requieren 15 músculos faciales. ¿Para enfadarse y arrugar la frente? Cuarenta.
Inspirador resulta el testimonio que, en su minuto, entregó YokoOno: “En cierto momento logré sonreír de nuevo y sentirme mejor. No solo en el corazón, sino en todo mi cuerpo. Caí en la cuenta de que me hacía bien, que tenía que seguir sonriendo”.
Lo complicado, a veces, está en encontrar motivos para reír. Por eso preparé este listado con 10 prácticas concretas, de fácil ejecución, que –garantía de por medio- te sacarán una sonrisa. Piérdele el miedo a “tontear” un poco y toma nota:
1 Regar o caminar a pata pelada por el pasto
Todo lo que nos conecta directamente con la naturaleza produce una sensación placentera. Poner la plata de los pies sobre el césped produce una sensación de alivio enorme, un cosquilleo adictivo del que los zapatos nos privan injustamente. Regar, asimismo, relaja. Ambas actividades, además, nos cargan de energía vital para seguir trabajando.
2 Hacer morisquetas frente al espejo
Puede parecer una tontera, pero en la privacidad del baño o el ascensor (poner ojo a que no tenga cámaras) se puede pasar muy bien poniendo caras raras o sacándose la lengua a uno mismo. Las imitaciones a famosos, por ejemplo, son una buena forma de sentirse ridículo y aprender así a reírse de uno mismo. ¿Nunca has sacado músculos frente al espejo como si estuvieras en la final del Mundial de Fisicoculturismo? Haz la prueba.
3 Estirarse como gato
Debido al estrés y las malas posturas que adoptamos, nuestro cuerpo se va a acostumbrando a vivir en tensión, apretado. La solución –y el alivio inmediato- está en estirarse cada mañana como si fuéramos un gato: sobre la cama, en cuatro patas, encorvar la espalda hacia arriba y bajar la cabeza. La posición no puede ser más extraña para un humano, razón por la que –además del placer muscular- te darás cuenta de que lo haces riendo.
4 Guante de cola fría
Apuesto a que alguna vez lo hicieron cuando chicos: embadurnarse la mano con cola fría, esperar a que se seque, y luego sacársela como si fuera un pellejo muerto, una segunda piel. ¿Habrá felicidad mayor? Es inexplicable lo entretenido que puede resultar algo tan absurdo. Inténtalo.
5 Revisar fotos viejas
Nuestro pasado nos hace reír. Eso es ley. Desempolva aquellos álbumes antiguos, de cuando eras chico, y revisa el look y el vestuario de tu familia en los años ´80. ¿Conservas la revista de tu colegio? Cuenta la cantidad de espinillas que tienes en la foto de 4° Medio. Risas al por mayor.
6 Leer un libro infantil
No es necesario adentrarse en las complejidades de la literatura rusa para disfrutar de la lectura. A veces basta con tomar un libro para niños de 7 años de edad y entretenerse con las aventuras de una cuncuna, una bruja o un platillo volador. Son “recreos” que le damos a nuestro cerebro, con historias simples que sirven para ventilar la cabeza. Recordar lo sencilla que es la vida de los niños te hará meditar sobre tu adultez… y sonreirás.
7 Hacer una pitanza
A un amigo o algún desconocido, da igual. La clave está en pillar volando bajo a otro, y hacerlo pisar el palito. Hoy por hoy estamos tan acostumbrados a recibir llamados al celular y saber quién es el que se intenta comunicar, que cuando contestamos un teléfono fijo somos más vulnerables a caer en una broma. ¿Qué pitanzas hacer? Busca en Google, está lleno.
8 Hacer algo que no sabes hacer
¿Hay un piano en tu casa?, ¿o una guitarra? Imagina que eres el mejor concertista del planeta Tierra, cierra los ojos e improvisa una melodía. Hacer cosas que no sabemos hacer, perdiéndole el miedo al fracaso o al ridículo, produce en nosotros una sensación nueva. Extraña y placentera. ¿No tienes aptitudes para el dibujo? Toma un lápiz y un papel y atrévete a hacer un autorretrato. El resultado, estoy seguro, te sacará una carcajada.
9 Dirigir la Orquesta Filarmónica de Viena
¿Tienes 10 minutos? Busca un lápiz: será tu batuta. Haz click en el este video, ponte de pie, y dirige esta magnífica interpretación del vals “El Danubio azul” de Johann Strauss que hace la Orquesta Filarmónica de Viena. Mueve los brazos, hazles señas a tus músicos, sacude la cabeza… y en el aplauso final, por cierto, anímate con una reverencia al público imaginario.
10 Bailar
Antes de acostarte, solo o acompañado, sin más razón que pasarlo bien y moverse un poco. Una sola canción. Son 3 o 4 minutos. Un twist, una lambada… o un lento. Te irás a la cama con un ánimo diferente, sonriendo, y seguramente soñarás algo macanudo.