El Gran Gatsby - La intriga no es suficiente

El Barbón encontró técnicamente impecable esta película, pero aun así no le gustó. Averigua por qué.

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-06-07 | 09:00
Tags | cine, critica, Gatsby, cultura, entretención, Di Caprio
"Terminamos quedándonos solos en el cine, como simples espectadores de un drama que no nos afecta"

Leí la novela en el colegio, pero no me acordaba de nada. Lo que sí recordaba bien eran las anteriores dos películas del mismo director: Moulin Rouge (2001) y Australia (2008). La primera me fascina y la segunda me pareció extremadamente aburrida. Así que partí al cine a ver el Gran Gatsby con entusiasmo y miedo y, lamentablemente, no salí muy contento que digamos. 

La sinopsis. 

Basada en la novela de F. Scott Fitzgerald (1925), la película cuenta las aventuras de Nick Carraway (Tobey Maguire), un joven que se va a vivir a Nueva York con el sueño de hacerse una fortuna trabajando en la bolsa. A los pocos días de instalarse, Nick comienza a escuchar rumores acerca de su misterioso vecino, Jay Gatsby (Leonardo DiCaprio) de quien cuentan las más increíbles historias, aunque nadie parece conocerlo personalmente. Para sorpresa de Nick, un día como cualquier otro, y sin una explicación aparente, recibirá una invitación de Gatsby para asistir a una de sus monumentales fiestas. 

Todo parecía bien. 

La verdad es que técnicamente no tengo ningún reparo contra esta película. La fotografía, la música, los vestuarios, las actuaciones y hasta la historia técnicamente están muy bien. Me parece que esta vez el director controla muy bien el exceso de frenetismo, con el que a ratos se excede un poco en Moulin Rouge. Las actuaciones funcionan perfecto, en especial la de DiCaprio, a quien el papel le queda perfecto (y no soy fan de DiCaprio ni por si acaso). Incluso el argumento me pareció redondo y consistente. Pero aun así, me aburrí viendo la película. ¡Cómo es eso posible! Debido a que sufre de un fenómeno que llamo “el mal de Lost”. 

El mal de Lost. 

Independiente de las inconsistencias y problemas que pudo sufrir la serie, Lost marcó una generación. Es que, en algún momento, parecía que todos veíamos la serie (durante la primera temporada). Pero para sorpresa de todos, al poco tiempo muchos fueron perdiendo el interés, sólo algunos llegaron hasta el final y muy pocos quedaron felices. ¿El problema? El gancho para verla terminó siendo la promesa por revelar y no la historia (y en el caso de Lost la promesa era tan grande, que era imposible de satisfacer). Algo parecido me pasó con Gatsby: La historia era intrigante, pero nada disfrutable, porque más que disfrutar el momento estabas preocupado de lo que vendría después. 

Es que la película no contaba con una figura con quien empatizar, ese protagonista carismático con quien te asocias para acompañarlo durante la historia. Por un lado, el personaje de Maguire se convierte en un mero espectador cuyas motivaciones se diluyen pronto y reaparecen recién a minutos del fin. Gatsby, por otra parte, es un personaje atractivo y misterioso, pero tan misterioso que no te permite vincularte a él durante la historia. Y terminamos quedándonos solos en el cine, como simples espectadores de un drama que no nos afecta, que no nos habla directamente, que no nos hace partícipes. 

Perfección innecesaria. 

Actualmente, una gran parte de la crítica de cine se centra en los errores de las películas: si la continuidad está bien, si las fechas coinciden, si los acontecimientos son lógicos, etc. Muchas veces son puntos importantes, porque tales errores te pueden sacar de la historia, devolviéndote al terrenal asiento del cine. Pero lo que muchas veces olvidamos es que esos problemas son secundarios, que lo que realmente nos transporta y nos hace creer lo que estamos viendo, más que la factibilidad técnica, es el vínculo emotivo. Cuando nos involucramos emocionalmente con las películas, nos deja de importar si Marty McFly pudo nacer luego de tantos cambios en la historia de sus padres, o si el Halcón Milenario puede frenar en el espacio sin motores delanteros. 

Gatsby, a pesar de estar tan bien filmada como Moulin Rouge (o quizás mejor), no me conquistó. Es que el valor de una película no está en su construcción, está en su corazón. Aunque suene cursi.