Imagen: Gojko Franulic

Micro furias: ¿Por qué te enojas tanto cuando dejan arriba la tapa del WC?

¿Por qué pequeñas molestias pueden hacernos arder de furia? ¿Qué hay detrás de esas explosiones emocionales repentinas y sobredimensionadas? Nuestro columnista Miguel Ortiz salió en busca de una explicación.

Por Miguel Ortiz A. @ortizmiguel | 2015-04-22 | 15:00
Tags | Mal genio, relaciones, enojo, actitudes

Esta columna se trata de cosas chicas que nos hacen enfadar mucho. A todos nos pasa. Reaccionamos desproporcionadamente ante estímulos comunes, cotidianos, ordinarios… pequeños detalles del día a día que logran sacarnos de nuestras casillas. El ejemplo más clásico es la tapa del WC: ¿por qué las mamás se enojan tanto cuando sus hijos (o el marido) la dejan abierta? Es cierto, cerrada se ve más ordenado, pero que se quede arriba ¿es motivo suficiente para que se desate la III Guerra Mundial?

Y como pasa con el inodoro, pasa con otras cosas.

Veamos diez casos (aprovecha de contar con cuántos te sientes identificado)

-Cuando el auto de adelante en el taco no avanza apenas ponen la luz verde. Si tarda tres fracciones de segundo… ¡bocinazo! Y si el bocinazo es para ti, el otro conductor queda empapelado en saludos a su madre.

-Cuando dejan la toalla mojada en el suelo del baño, o sobre la cama… hay quienes llegan a dar vuelta la cabeza como Linda Blair de El Exorcista.

-Alguien no te responde un e-mail el mismo día en que se lo enviaste… “¡¿Cómo se atreve?!” O tu mensaje tiene doble ticket azul en Whatsapp, pero no reciben nada de vuelta… “¡¿Qué se ha creído!?”

-Si hace un favor y no te dan las gracias… quedas indignado, sentido: “¡Nunca más le hago un favor a nadie!”

-Cuando la persona con quien agendaste una reunión llega un poco tarde (menos de 15 minutos) a la cita… “¡Qué irresponsable, ya no se puede confiar en nadie!”

-¿Eres peatón y ves a un ciclista avanzando por “tu” vereda? Entonces arde Troya, escupes un garabato entre dientes y llegas a casa a mandar una carta al director, para reclamar por la falta de educación cívica de tus compatriotas.

-En casa hay una luz prendida y nadie la está usando… “¡¿acaso eres un magnate millonario o accionista mayoritario de Chilectra?!”

-La señal de wifi de tu casa está demasiado lenta y los videos en Netflix no se cargan tan rápido como quisieras… he visto personas pegándole patadas al router.

-Entras a la cocina y te percatas de que alguien usó un vaso o un par de platos… y no los dejó lavados. ¡Esto puede ser causal de divorcio!

-Incluso a veces nos enfadamos porque otra persona opina diferente a nosotros y nos damos cuenta de que, quizás, las ideas ajenas son mejores.

Explosiones vemos, rollos no sabemos

¿Por qué nos pasa esto?, ¿por qué asuntos sin mayor importancia logran sacar el demonio que llevamos dentro? Conversé el tema con la psicóloga Dominique Karahanian, en busca de explicaciones y posibles soluciones.

“A veces nos enojamos por tonteras porque tenemos una acumulación de estrés que necesita salir por algún lado (…) Si estamos pasando por un mal momento en la oficina, por ejemplo, entonces mejor me enojo y me descargo con mi marido porque deja abierta la tapa del WC. Es más seguro 'explotar' en el ámbito privado… porque si le respondo con un grito al jefe, quizás me quedo sin pega”, explica.

Somos una sociedad estresada y tenemos razones suficientes: el colapso de las micros, del Metro, la delincuencia, el chaqueteo, el aumento del costo de la vida, las deudas, los políticos corruptos, la mala onda en las redes sociales, etcétera: a ratos vivimos dentro de un verdadero huracán de presión y estímulos negativos.

Este fenómeno de “grandes enojos por problemas pequeños” es algo “muy común en el mundo de hoy”, asegura Dominique: “Instintivamente activamos válvulas de escape, para no colapsar. Entonces le damos más importancia de la que tienen a conflictos menores, para que se justifique una reacción enfática, con fuerza”.

- ¿Qué se puede hacer para mantener la calma y no perder los estribos?

- Lo primero que hay que saber es que este tipo de reacciones son una alerta, una señal de la que hay que ser consciente para abordar y disminuir nuestros niveles de estrés. Yo recomiendo la práctica del yoga, la meditación o el deporte: podemos mantener nuestra mente en paz a través del ejercicio.

Lo cierto es que, tal como recomiendan los expertos, la clave está en que sepamos sopesar nuestras reacciones y solucionar nuestros temas pendientes con una buena dosis de asertividad. Siempre es conveniente tomarse 10 minutos y planificar con calma la forma en que enfrentaremos nuestros problemas. Así no nos convertiremos en un Gremlin cada vez que alguien cambia nuestros planes… o deja abierta la tapa del water.

¿Cómo lo haces tú para no reventar?