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Cinco lecciones “incas†tras visitar las ruinas de Machu Picchu

Desde Perú, Miguel Ortiz nos escribe sobre porqué todo el mundo queda tan maravillado con Machu Picchu y nos da sus reflexiones sobre por qué es una aventura que vale realmente la pena.

Por Miguel Ortiz A. @ortizmiguel | 2015-05-06 | 11:48
Tags | Machu Picchu, Perú, viaje, vacaciones, aventura

Escribo estas líneas en mi celular, sentado sobre el césped, al sur del Perú… a 2.490 metros sobre el nivel del mar. Estoy en Machu Picchu –“montaña vieja†en quechua-, el pueblo andino que construyeron los incas a mediados del siglo XV. El cielo está despejado y el sol me calienta la piel. Los turistas, como en rebaño, avanzan lentamente por los pasillos y rincones de la ciudadela, escuchando a los guías y tomándose selfies. Yo quise hacer un alto. Detenerme. Observar. Subí desde el pueblo de Aguas Calientes caminando, en empinada pendiente con cientos de escalones de piedra: fue más de una hora de ejercicio, casi 2 kilómetros de cuesta, hasta llegar a la cumbre, transpirando orgullo. La Pachamama me dio la bienvenida.

Mi intención era descubrir qué tiene Machu Picchu que logra volver locos a todos sus visitantes. Todos quedan “rayadosâ€, alucinados, encantados, hipnotizados no sólo por el imponente paisaje, sino que también por la historia que hay detrás de su construcción. ¿Qué intención tenían los indígenas que trabajaron durante años en levantar este “castillo†sagrado?, ¿qué lecciones se pueden sacar tras una visita a esta “nueva maravilla del mundo modernoâ€?

Entendiendo que los viajes son experiencias personales y que por tanto buscar patrones comunes es poco provechoso, quiero compartir con ustedes cinco reflexiones personales que me surgieron durante la visita al santuario. Reflexiones que, creo, son una buena invitación a visitar Machu Picchu y viajar al pasado para comprender mejor nuestro presente: una aventura que vale la pena.

Hacer bien el trabajo

Los muros de piedra que fueron diseñados y construidos hace siglos… siguen ahí, firmes, sobreviviendo a lluvias y terremotos. El esfuerzo de los incas –a diferencia de lo que vemos en la sociedad actual, donde hasta los rascacielos parecen ser desechables-, apuntaba a un resultado perenne. Con ingenio y vanguardia cranearon un sistema de drenaje que le permite a la arquitectura mantenerse en pie. ¿Cómo hago yo mi trabajo?, ¿improviso?, ¿soy creativo?, ¿trabajo en equipo?, ¿tengo resultados exitosos y duraderos?

La verdadera Fe

A veces los creyentes nos preguntamos si estamos viviendo en profundidad nuestra fe en Dios. También nos convencemos de que “cumpliendo†con ciertos mandamientos y reglas, estamos OK. Ese conformismo, sin embargo, se derrumba en el mismo instante en que ves la fuerza con que los incas creían en sus divinidades, sin escatimar en tiempo ni en recursos para alegrarlos y rendirles culto. ¿Puede un pueblo indígena y politeísta enseñarnos algo sobre cómo relacionarnos con Dios? Vengan a Machu Picchu y verán la respuesta: aquí la Fe tiene cimientos más firmes que el de muchos cristianos.

Existencia de Dios

Es imposible que Dios no exista. Aquello que uno aprendió en el colegio de que “Dios está en todas partes y se manifiesta en su creación  aquí se hace patente. El paisaje es tan sobrecogedor que se encarga de subrayarnos la pequeñez humana y la perfección en el diseño del planeta… y el universo. Nada fue puesto al azar. La selva amazónica del Perú es lo más similar que he visto a aquellas representaciones pictóricas del Paraíso de Adán y Eva, donde la naturaleza se expande a sus anchas, y dan ganas de cuidarla, de mantenerla virgen. Ese sólo ambiente –y no un letrero con instrucciones- consigue que los visitantes hablemos en voz baja, con un respeto reverencial similar al que guardamos al entrar a un templo: uno se siente en territorio sagrado. La presencia de Dios es nítida.

El valor de lo mágico

Aquello que llamamos “ser civilizados†nos ha hecho olvidar cuán importante es cuidar los misterios. Hoy tratamos de resolverlo todo, tenerlo todo zanjado, explicado, analizado mil veces, solucionado, acotado, embotellado, encasillado, etiquetado. Hemos perdido espacios de silencio, de ambigüedades, de desconcierto, de grises… las no respuestas nos ponen nerviosos. Los incas, en cambio, preferían mantener encendidas sus ilusiones, y las alimentaban con rituales que –a ojos de nuestra cultura- podrían parecer absurdos. ¿Tiene lógica sacrificar una alpaca sobre una piedra sagrada? No, ninguna lógica. Pero tiene algo mucho más valioso: tiene magia.

Paseo inolvidable

Finalmente, y tal como se enseña hoy a los niños peruanos en los colegios, los incas tenían una predilección especial por los bonitos paisajes. Elegían con pinzas aquellos lugares donde instalar sus aldeas, porque sabían que rodeados de hermosura estarían también cobijados por Inti (el Sol). Desde el punto de vista netamente turístico, una visita a Cusco y Machu Picchu es, por lejos, la experiencia más valiosa (y económicamente conveniente) que he vivido: por precios que a veces cuesta creer se puede comer, beber, festejar, descansar, vivir aventuras inolvidables, aprender… y crecer.