Muchos lo intentaron antes. Corría el año 1978 cuando Richard Donner decidió empezar su película de Superman justamente con las páginas de un cómic siendo leídas por un niño. Aunque ya se habían hecho seriales y películas viejas con superhéroes antes, esta fue la que dio el (súper) puntapié inicial al cine de superhéroes actual, no se hagan los lesos. Con los efectos especiales más a toda zorra de la época, y superestrellas tanto delante como detrás de las cámaras. ¿Se imaginan hoy día una película de superhéroes con la participación de dos de los jugadores más importantes de El Padrino? Bueno esta Superman los tenía: Marlon Brando como el papá de Superman, y Mario Puzo escribiendo el guión. Probablemente dos personas que nunca habían leído un cómic en sus vidas, partían la que hoy es una de las tendencias más populares y ñoñas y rentables que existen: Las películas de cómics.
Pero volvamos al tema. Desde don Donner han sido muchos los que han tratado de replicar en películas el efecto que nos produce el “leer cómics”. Así de memoria no más me acuerdo de varios. El compadre que hizo Dick Tracyusó puros colores primarios para imitar los colores de las revistas antiguas, además de usar maquillajes monstruosos para los malos. El mismísimo Anticristo Joel Schumacher usó la misma chiva para transformar Ciudad Gótica en un carnaval flúor de neones fosforescentes. Otros se fueron más en la literal como Ang Lee cuando hizo Hulk y llenó la película de “viñetas” mula, letras en pantalla, transiciones animadas y otros “efectos” similares para que a nadie se le olvidara que esto era una revista de monitos. Otros más “respetuosos” y con ganas de “homenajear” los cómics que adaptaban se fueron en la onda más “calco”, quebrándose con que las películas iban a ser EXACTAMENTE iguales que las páginas de la historieta. Y aparecieron películas como Sin Cityque eran básicamente fotocopias con actores de carne y hueso de los dibujos en blanco y negro de Frank Miller. El mismo dibujante que inspiró el estilo ultra estilizado y cámara lenta épica de 300, otra que se creía la muerte por ser tan igual al cómic que un nerd murió de un infarto viendo el puro tráiler. Incluso el compadre que hizo Scott Pilgrimse sacó la mugre para que todo le quedara igual a las revistas.
Pero saben qué, nadie lo consiguió. Muchas de estas películas son filete, varias las he visto muchas veces y las pondría dentro de las mejores “adaptaciones” de historietas que he visto. ¿Pero esa sensación de estar viendo un cómic que cobra vida delante de tus ojos? ¿Algo que siempre te gustó de chico, con todas sus gracias, ocurriendo delante de ti en una pantalla de cine? Eso lo consiguió por primera vez mi compadre Joss Whedon en una pequeña peliculita independiente llamada Avengers Age of Ultron que no sé si han visto pero creo están dando por ahí en el Biógrafo y el Normandie, no sé, consulten su cartelera de etc.
Cuando uno era chico y apenas entendía el mundo, ahí estaban los cómics. No hablo de las “novelas gráficas” más adultas ni de esas historias cuáticas que duraban cuatro números y terminaban y uno quedaba para dentro. Esas son las que uno recuerda, las que se compra de viejo y las que menciona cuando quiere defender el cómic como arte. Cuando uno dice “Dark Knight Returns”, “Watchmen” o “Daredevil Reborn” en verdad está hablando de los cómics cabrones, de historias para adultos que te pueden volver loco (“Arkham Asylum” a ti te hablo). Pero cuando uno era más chico y se quedaba leyendo cómics en el recreo como un loser, lo que leía eran los capítulos de las series regulares, que a veces contaban una historia completa en varios números, pero que en general eran un entretenimiento más light, con muchos superhéroes haciendo cosas de superhéroes. Pasando páginas y páginas de compadres musculosos y colorinches con minocas esculturales tirando tallas, luchando contra invasores alienígenas y donde lo que más importaba era que cada uno tenía su propia personalidad y hacía cosas cool.
Seguro muchos de ustedes (losers) también leyeron de estos cómics, y se quedaron pegados en una de esas “splash-pages” (viñetas gigantes que ocupan una página entera, o hasta dos), mirando los detallitos. Eran dibujos increíbles, donde diez personajes estaban peleando todos con todos, donde en un rincón hay uno tirando rayos mientras un avión explota, y al otro lado hay uno rescatando civiles, y al medio el superhéroe más grande está con la boca abierta poniéndole un cornete al villano, y el chistosito está tirando una talla en el otro rincón, y así. Si no leyeron nunca cómics pueden hacerse una idea con las puras portadas, cáchense esta:
No tengo idea qué está pasando ahí, pero una cosa es segura: Está todo pasando. Cuando uno es cabro chico y tiene una revista con ese tipo de cosas en las manos, da lo mismo que no se entienda qué está pasando, porque con procesarlo todo basta, y se ve todo lo increíble que tenían los cómics y sus personajes. Uno ve por ejemplo a Wolverine enojado sacando sus garras, ve a Cyclops soltando el rayo más pulento imaginable, ve al Coloso y al Bestia congelado en pleno ataque, y ve a las minocas más hot que nunca existieron colaborando con las mismas ganas que los demás compadres. Y por sobre todo, uno ve a Magneto, completamente a salvo de todo el ataque porque es el más groso de todos.
Lo que estoy tratando de decir con estas palabras tan ñoñas, es que no sentía ese placer desde chico, y creo que se me había olvidado. Hasta que vi Avengers Age of Ultron. Como película es cierto que tiene muchos condoros. Que es demasiado liviana, que todo pasa muy rápido, que las cosas no tienen el peso que tenían en la primera, que hay demasiados personajes, y todo lo que quieran. Como crítico famoso tengo que admitir que esos problemas son ciertos. Pero por las barbas de Stan Lee, qué manera de chorrear amor por el cómic y todo este tipo de cosas que uno sentía siendo cabro chico. Qué manera de celebrar todos esos años de revistas de monitos en el recreo, de dibujos que uno admiraba por horas, una y otra vez.
Fanáticos de los cómics, vean Avengers Age of Ultron y dedíquense a contar cuántas PORTADAS de revistas hay en esa película. Cuántos planos de todos los personajes saltando en el aire, con sus respectivas poses y cada uno con sus superpoderes en acción. En esa batalla al principio por ejemplo, con todos los personajes en cámara lenta. O ese momento más adelante cuando todos pelean contra todos en una escena en que literalmente uno no sabe qué mirar, o ese momento glorioso en que tres personajes le tiran rayos a otro. Cuenten también las frases para el bronce en plena batalla que no cuesta nada imaginarse en un globo blanco flotando encima de las cabezas de los personajes, y fíjense también que toda la gracia de Avengers radica precisamente en ver a estos personajes interactuando los unos con los otros.
Costó años, y cientos de millones de dólares, pero Joss Whedon finalmente lo logró. Y aquí tenemos por fin una película hecha para todos esos niñitos solitarios encorvados durante el recreo, con los ojos pegados a una revista de cómics. Por eso, amor eterno al compadre, y larga vida a los Avengers.