Ya comenzando el nuevo milenio un grupo de personas de Chile tuvimos la oportunidad de visitar Haití, específicamente Puerto Príncipe, y de ser recibidos allí por cinco jóvenes haitianos muy entusiastas, llenos de ideas y trabajando codo a codo por hacer de su país el que ellos ya estaban soñando. A ese espacio local en la periferia de Puerto Príncipe llegaron años después jóvenes profesionales que gratuitamente fueron a servir, allí transformarían las vidas de muchos y las suyas también.
Hace más de una década que la energía solidaria, de amor y de justicia, de cientos de estos jóvenes profesionales se fue propagando silenciosamente, de manera modesta y humilde, por rincones anónimos, comunidades aisladas, territorios segregados y zonas prohibidas, para dejar allí la semilla de relaciones dignas y para recibir el regalo de existencias excepcionales.
Queremos seguir avanzando, sin una prisa desenfrenada sino que con una perseverancia movilizada por la urgencia, en la reducción de la pobreza infantil y adolescente de nuestro continente, nos impulsa la misión de que ninguno de ellos y ellas sobra, de que a pesar de que muchos aún sobreviven en pobreza (cerca del 40%!) y que millones experimentan a diario la exclusión (en barrios segregados de todas nuestras naciones, como lo hemos visto recientemente en la ciudad de Baltimore, EEUU), poseen dones, cualidades, potencialidades espectaculares que estamos llamados a desatar y expandir.
Necesitamos a muchas y muchos sumados a esta tarea, que no es propiedad individual sino colectiva, que no es construcción personal sino social, que no está en una isla sino que se nutre de un colectivo humano que la alimenta y sostiene; es una tarea nuestra a la cual no podemos hacerle el quite ya que realizar es parte de nuestra naturaleza como seres humanos ¡el espacio de mayor realización efectivamente está en el servicio!
Por eso creemos – estamos convencidos-, de que nuestra causa americana puede ser tu causa, que lo que vemos y con quienes nos relacionamos en el continente en esos barrios con pobreza material pero con una inconmensurable riqueza humana y cultural, pueden ser personas que tú aprendas a considerar, querer y respetar, que las incluyas en tu existencia de manera amigable, cercana y comprometida, que no te dé lo mismo lo que les sucede sino, por el contrario, provoquen en ti deseos auténticos de solidarizar no como fruto de sentimientos de culpa malsanos sino como un gozo de poder servir y construir un mundo mejor de la mano con ellos y ellas. Esto requiere salir de sí mismo con valentía y honestidad, como ya lo señalaba Nelson Mandela “el coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él”.