Está de moda. En las librerÃas chilenas están casi agotados los libros para pintar mandalas. A todo el mundo le bajó las ganas de ponerse a colorear. Dicen que hace bien, que relaja, que sirve para concentrarse, para rendir mejor en el trabajo, para “resetear†la cabeza. ¿Es cierto todo eso?, ¿qué son los mandalas?, ¿cuál es su verdadero poder?
Los mandalas son representaciones del cosmos, con una utilidad espiritual o ritual. Son la forma en que el budismo y el hinduismo dibujan el universo. La palabra “mandala†–o “mándalaâ€, pues la RAE acepta ambas acentuaciones-, es de origen sánscrito y significa “cÃrculoâ€, “disco†u “óvaloâ€.
Antes de conocer el significado más profundo de esta técnica, los invito a pintar un mandala y disfrutar del momento. Pueden imprimir uno en el computador, buscando en Google. Pongan atención a las sensaciones que provoca en su cuerpo y mente. Lápices en mano, eligiendo con rigor las tonalidades, estuve ayer 45 minutos pintando. Es algo adictivo. A pesar de la concentración que exige –pues no hay que pasarse de los bordes-, las energÃas se canalizan todas hacia un único objetivo, y entonces uno “desconectaâ€, se entra en una suerte de “piloto automático†cerebral con el que se logra un descanso más pleno. La experiencia es tan nÃtida como satisfactoria.
Los mandalas, en el fondo, son representaciones pictóricas del Cielo, del hogar donde habita aquel Dios en el que cada uno cree. El propio arte cristiano medieval utilizó mandalas. ¿Han visto aquellos rosetones de vitrales en las iglesias góticas? Son también mandalas: ilustraciones de la creación. En el mundo andino, asimismo, existieron las chacanas… muy similares a los diagramas de los pueblos indios. Por eso, enseña el budismo, el pintar mandalas puede ser considerado un ritual que nos “enciende†espiritualmente, facilitando una “iluminación†interior.
Los estudiosos del tema plantean que es altamente probable que esta “universalidad†de las figuras mandálicas se explique gracias al hecho de que las formas concéntricas sugieren una idea de perfección, de equidistancia con respecto a un centro (la divinidad). Otros aseguran que el perÃmetro del cÃrculo evoca “el eterno retorno de los ciclos de la naturalezaâ€.
El psiquiatra Carl Jung fue un entusiasta investigador del efecto curativo que poseen las imágenes circulares en el alma. Sin ambigüedades, él planteó que pintar mandalas ofrece “tranquilidad y sosiegoâ€, tanto a personas psÃquicamente sanas como a los enfermos.
¿De qué manera se produce esta “magiaâ€? En tres pasos que concretamos casi de modo inconsciente: en la búsqueda inicial de los colores estimulamos la mente y su creatividad (capacidad creadora), en un segundo momento organizamos nuestras ideas y decidimos el orden que queremos darle al conjunto, y finalmente mediante la meditación nuestra cabeza descansa. En pocas palabras, nuestra mente “se estimula, se organiza y se liberaâ€, enseñaba Jung.
Quienes pintan mandalas con cierta regularidad aseguran que esta técnica “sagrada†es útil para combatir el estrés, la angustia, el insomnio, la ansiedad, la depresión, mejorar la paciencia, la autoestima, la memoria y la capacidad de concentración, y flexibilizar nuestra manera de pensar y enfrentar los problemas. ¿Dónde estarÃa el secreto? En que al pintar se activan ambos hemisferios del cerebro, sacándole máximo brillo a nuestras potencialidades. Es nuestro inconsciente el que se manifiesta en los colores y formas. Por eso, de hecho, se recomienda tanto que los niños pinten mandalas durante sus primeros años de desarrollo cognitivo.
Cuando no está tejiendo, mi abuela Cristina, a sus 97 años, pinta mandalas. Ella dice que se entretiene y relaja, que le hace bien. Testimonios como el suyo hay cientos. Colores para elegir, miles. Mandalas por pintar, millones.