Imagen: Gojko Franulic

Más respeto por la política: Calla Yerko, por favor

Hoy ninguno se salva. Llueven los memes de burlas a políticos. Los insultos ya no son sólo hirientes, sino vulgares con todas sus letras. ¿Paremos un poco o no?, Miguel Ortiz nos invita a aportar a un debate público más digno y menos chabacano.

Por Miguel Ortiz A. @ortizmiguel | 2015-06-10 | 15:00
Tags | Política, memes, burlas, Chile

Es cierto: las personas –sobre todo las autoridades- deben ganarse nuestro respeto comportándose a la altura del cargo que detentan. Sólo entonces pueden exigir de la ciudadanía un trato amable y civilizado. Si ellos se comportan como delincuentes, no pueden esperar aplausos. Pero también es cierto que, si tanto queremos recuperar las confianzas perdidas, requerimos de un cambio de actitud. Necesitamos que Yerko Puchento guarde silencio, que dejemos de hacer y viralizar memes ofensivos, que le demos a los políticos una oportunidad de redimirse, de conquistar nuevamente nuestra simpatía… y eso es imposible en el actual ambiente, en el que se trata a las autoridades a garabato limpio, sin filtro, en el que las conversaciones incluyen permanentemente improperios contra diputados, senadores, ministros y la propia Presidenta de la República.

No se puede confiar en quien ni siquiera tiene nuestro respeto. Por eso creo que para avanzar y superar la crisis político-social en la que estamos entrampados se requiere un doble esfuerzo: que los funcionarios públicos retomen el camino de la probidad y que la ciudadanía les otorgue esa opción de enmendar el rumbo.

Quiero ser explícito: es muy difícil que nuestro país recupere la estabilidad necesaria si hoy un sector político habla de “la gordis” –y elijo aquí el más suave de los adjetivos- para referirse a la máxima autoridad nacional. ¿Tenemos el derecho a tratar de “concha de su madre” a un parlamentario por el simple hecho de que está siendo investigado por la justicia?, ¿no somos nosotros mismos los que, a veces de manera injusta y destemplada, horadamos la fama y el prestigio de nuestros representantes? Y en esto los medios de comunicación cumplen un rol clave. Las portadas del The Clinic, por ejemplo –si bien son ingeniosas-, sólo colaboran en echar por tierra el respeto mínimo que merecen las personas. Lo mismo pasa con el programa Vértigo, que se ha convertido en el espacio de Canal 13 para insultar con ventilador a políticos de lado y lado, y en horario prime. Basta con revisar nuestro Whatsapp (y en esto me incluyo, pues no tengo cara para lanzar la primera piedra): ¿cuántos memes burlándose de la autoridad hemos compartido con nuestros contactos?, ¿qué ganamos haciéndolo? Nada. Peor aún: perdemos. Perdemos respeto, altura de miras, confianza y oportunidades de mejorar.

Estoy consciente de que mi planteamiento no es popular ni “políticamente correcto” (vaya contrasentido). Pero tampoco quiero ser mal interpretado. No estoy haciendo aquí una defensa de la clase política. Es más: creo que en algunos casos hasta se merezcan nuestros reproches más categóricos. Lo que quiero plantear es que el festín que nos damos al desprestigiar gratuita y groseramente a los políticos no es sano ni bueno. Podemos discrepar y criticar sin cruzar la línea de la vulgaridad y la falta de respeto. Podemos pedir explicaciones sin ofender, fiscalizar sin insultar, llamar la atención sin denigrar. No son necesarias las burlas o los tomatazos. No más escupos como los que han recibido Bachelet y Piñera.

Necesitamos más respeto por la política, entendida como esa participación ciudadana que distribuye y ejecuta el poder para promover el bien común. Nos urge contar con más estadistas, de esos a los que Winston Churchill definía tan bien: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.

Por eso resulta tan valiosa la firma de los proyectos de ley anunciados por el Gobierno para asegurar la reposición de la Educación Cívica y un “programa de formación ciudadana” en el sistema escolar. Necesitamos, hoy más que nunca, fomentar actitudes y valores democráticos que perfeccionen la convivencia social. Porque el país, finalmente, lo construimos entre todos, haciendo valer tanto nuestros derechos como nuestros deberes. La crisis de autoridad por la que estamos pasando es la raíz del desconcierto social y la rebeldía con que muchas veces reaccionamos enfrentados al poder.

Las marchas por la Alameda son un buen ejemplo de lo que nos está pasando: las manifestaciones callejeras son un buen ejercicio de compromiso y participación, porque la voz de la ciudadanía se hace escuchar. Lo que no está bien son los desmanes posteriores, los saqueos y el enfrentamiento (casi siempre violento) con Carabineros. En busca de nuestros derechos nos pasamos de revoluciones… y olvidamos los derechos de los demás.

Los invito a colaborar con un clima de mayor cordura y prudencia. Que nos guardemos el “gustito” de denostar o reírnos a costa de unos pocos, y aportar a un debate público más digno, menos chabacano, como el que Chile se merece. Calla Yerko, por favor.