Imagen: Gojko Franulic

El castellano era el latín "flaite": por qué no existe una forma correcta de hablar

¿Cuál es la forma correcta de hablar? Ninguna, solo hay contextos apropiados y variantes dominantes. Pero si la historia sirve de referencia, en el futuro todos hablaremos como las clases más populares. Oezí.

Por Alvaro Lopez B. | 2019-04-23 | 17:00
Tags | castellano, español, lenguas, latín, lenguaje, habla, lingüística, curiosidades, historia, culturas
"No hay por donde perderse: la forma en que hablan las clases sociales más desposeídas, nos da un pequeño atisbo de cómo será el futuro de nuestra lengua"

¿Te lo perdiste? Regularmente republicamos contenidos vigentes que pueden resultarte interesantes. Esta nota fue originalmente publicada el 17 de julio de 2015. Hoy la destacamos para celebrar el Día Mundial del Idioma Español.

Les cuento: en el último tiempo, me he encontrado con varias pequeñas “polémicas” respecto a quién habla mejor, o cuál es la mejor forma de decir algo, lo que a veces lleva a discusiones súper largas y estériles. Aprovechando que es justamente parte de mi campo de especialidad (estudio lingüística), decidí escribir este artículo sobre el tema, que pienso puede ser bastante aclaratorio.

Algunos fundamentos antes de empezar

Antes de entrar en materia, debemos separar dos cosas: una, la idea que tenemos del idioma que hablamos (o sea, sus reglas gramaticales, las palabras mismas, etc.), y otra, la forma en que las expresamos. A una se le llama lengua, y a la otra, habla. Por ejemplo, si decimos “Shile” o “Tchile”, son cosas distintas en el habla, pero la verdad es que ambas significan lo mismo y son formas de decir el término “Chile”, que existe en la lengua. En el fondo, la lengua es la idea, que se manifiesta en el habla. Esto nos va a llevar a interesantes conclusiones luego. ¡Pero falta contarles cosas!

Resulta que aunque la lengua es única (por ejemplo, el castellano), el habla es infinita y múltiple. Varía según el lugar, según la clase social, según la ocupación o profesión (¡sí! no es error de capa 8), según el género e incluso, según la edad de las personas. A cada una de esas formas distintas, se les llama “variantes de habla”, o variantes, para los amigos.

Estas variantes están por todos lados y ninguna es más válida que la otra: todas tienen el mismo “derecho a vivir”, por así decirlo. El que una variante tenga o no más prestigio que otra, se debe a factores extralingüísticos, asociados justamente a quienes hablan la variable: clase social, estatus, profesión, origen étnico, etc.

La evolución de la lengua

Ahora bien, el cambio es inherente al lenguaje, pues las únicas lenguas que permanecen idénticas en el tiempo son las lenguas muertas. Si no varía, no se adapta a los cambios sociales, a los nuevos acontecimientos, termina por ser obsoleta, y muere, sencillamente. (Por supuesto que no es la única manera, hay muchas causas para la muerte de una lengua).

En general, y aunque el proceso de cambio de una lengua sigue siendo muy debatido, existen algunos factores constantes, que pueden ser externos (préstamos desde otras lenguas, por ejemplo) o internos (cambio en el sentido atribuido a las palabras, cambio en la pronunciación, etc.). También afectan la movilidad social, las modas, etc. Todo esto, se traduce en variantes del habla. 

Tenemos que considerar, además, que en general el habla va cambiando a medida que una gran cantidad de personas adopta vocablos o giros lingüísticos nuevos. Esto quiere decir, que los grupos más numerosos de la población, en general, determinan cómo será buena parte del futuro de la lengua. En ese sentido, no hay por donde perderse, si obviamos influencias externas, como préstamos desde otras lenguas, por ejemplo.

Un ejemplo claro de esto, lo podemos ver de manera muy evidente en el Appendix Probi.¿Y qué es eso? Resulta que del siglo IV al siglo VIII, el latín se empezó a desmigajar y deformar, y como únicamente la élite asistía a la escuela, casi todos hablaban latín vulgar y barriobajero, el equivalente a un “lenguaje flaite” de la actualidad. Así que los más puristas, decidieron intervenir un libro de gramática muy famoso, el Instituta Artium, a fin de que se hablara “como debía ser”. Le agregaron un apéndice, el Appendix Probi, que era una lista de “usted no lo diga”. Algunos de sus ejemplos más destacados son:

Se debe decir... No se debe decir... Significado actual
Auris Oricla Oreja
Speculum Speclum Espejo
Oculus Oclus Ojo
Tabula Tabla Tabla
Mensa Mesa Mesa
Rivus Rius Río
Auctor Autor Autor

Por lo tanto, si se dan cuenta, nuestro castellano, fue construido principalmente sobre un latín vulgar y barriobajero, con palabras dichas “como no se deben decir”. Así que no despreciemos tanto al habla “flaitesca”... después de todo, ¡el castellano es un latín “flaite” y mal hablado!

Entonces, ¿cuál es la forma correcta de hablar?

Ninguna. No existe una forma “correcta” de hablar, todas son válidas. Pero sí podemos decir que una forma de hablar se ajusta más o se ajusta menos a la variante dominante. ¿Cuál es la variante dominante? Es aquella que posee más prestigio.

¿Y cómo obtiene prestigio una variante? 

La variante con más prestigio, es la variante que todos quieren hablar. Como por lo general las variantes están ligadas a grupos sociales específicos, la variante con más prestigio, la habla el grupo social al que la mayoría quiere pertenecer. O sea, quienes tienen el poder político, económico o espiritual. Y, naturalmente, los grupos sociales no llegan a posiciones de poder por casualidad. Hay factores sociales (guerras, muertes masivas, etc.), económicos (enriquecimiento), políticos (revoluciones, por ejemplo) e incluso geográficos que determinan cómo un grupo llega a dominar una sociedad y que por ende, determinan qué forma de hablar será la dominante. En nuestra sociedad occidental, se trata de la variante utilizada por aquellos que poseen poder e influencia política y económica.

Entonces, es obvio. Respecto al habla dominante, es muy incorrecto decir: “oe cabroh, vamoh a zaludah a la gente, c...s!”, pues se aleja mucho de, por ejemplo: “estimados colegas, reunámonos para ir a saludar a nuestro público”. Pero ojo: ello ocurre únicamente en un ambiente que exija el habla en esa variante. Aunque no debemos olvidar que, a medida que pasa el tiempo, la variante más prestigiosa, muy lentamente, va incorporando elementos del habla popular, hasta cambiar por completo. Por ejemplo, la expresión "hubieron", muy mal mirada en su momento, ya está en vías de reemplazar la expresión "hubo", que es la forma oficialmente aceptada como correcta.

Y la Real Academia Española, ¿qué?

El Diccionario de la Real Academia, desde esta perspectiva, tiene un papel un poquito triste. Esto a pesar que es sumamente útil, pues sirve de marco de referencia para las variantes que dominan la lengua, y en consecuencia, visto desde ese punto de vista, sirve también para ayudar a mantener cierta estructura central del idioma.

Pero como el lenguaje es una criatura viva, el Diccionario tiene que normar y actualizarse al mismo tiempo, o corre el riesgo de quedar obsoleto y nadie lo consultará. ¿O sirve de algo, para fines cotidianos, consultar un hipotético diccionario del año 1.400?

Por lo tanto, la Real Academia anda “corriendo” tras los cambios que se producen en la lengua viva. La Real Academia no inventó ninguno de los términos en su diccionario, por ejemplo, no inventó la palabra “tuitear”, sino que la recogió del habla común. Por lo tanto, no es que la Real Academia defina qué se dice… lo que se dice, define qué abarca el Diccionario de la Real Academia. Naturalmente, tras un proceso de selección adecuado.

Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Todo vale?

No. Tampoco es que “todo vale”. El sentido de las palabras y expresiones, dependen del contexto en que se emitan. Por ejemplo, así como no voy a hablar a garabato limpio, en una cena con mis hipotéticos suegros de alta alcurnia, tampoco voy a brindar con mis hipotéticos amigos en una fiesta, diciendo: “Dilectos coterráneos, os diré que sois el súmmum de mi existencia”. Cada expresión, cada palabra, está bien o mal dicha dependiendo del contexto en que se emita. Hablar usando jerga, neologismos o escribir con faltas de ortografía, es aceptable dentro de su contexto correspondiente. Sin embargo, cuando se trata de escribir formalmente, en un medio o ámbito que exige dicha formalidad, uno se remite a la variante dominante, que posee reglas rigurosas sobre cómo se debe y no se debe escribir o hablar. Así, no puedo entregar un informe en mi colegio, universidad u oficina, escrito “entéééro beyáááco azíiicalaaaoo oezíííí”, porque sencillamente estaría fuera de todo contexto y sería erróneo hacerlo. Pero eso no quiere decir que, en sí, sea “malo” hablar como “thú bellááquito azííícááálaóóó”, es sólo que no es aceptable fuera de su contexto social correspondiente. Por lo tanto, ojo con lo que decimos y cómo hablamos, porque no todo el mundo nos aceptará o le parecerá correcto. Y por más que reclamemos por nuestros derechos y la libertad de expresión y todo eso, de todas formas nos rechazarán el informe, nos discriminarán cuando se trate de entregar beneficios y el jefe nos mirará feo, oezí. Todo, por no usar el código correcto, en el lugar correspondiente. ¿A cuántos de ustedes les ha pasado?

¿Y tú, cómo hablas? ¿Te parece importante hablar "bien"?