Imagen: Gojko Franulic

¿Cómo es un buen jefe? Seis actitudes que te transformarán en uno

Un buen jefe se ve en los detalles, y estos seis son los más importantes (¡También aplican para colegas!)

Por Magdalena Cárcamo @manecarcamo | 2015-08-24 | 11:38
Tags | empresas, jefes, empleados, personal, relaciones, productividad, oficinas
"Los jefes arriba del pony ya pasaron de moda. Así es que vayan bajándose rápido del equino y ensúciense las manos sin pudor"

He tenido varios jefe/as en mi vida y podría decir que la suerte me ha acompañado. De muchos he terminado siendo amiga e incluso algunas de mis jefas hasta me han prestado su tarjeta de crédito para comprar. Eso es amor profundo.

¿Qué diferencia a un buen jefe de uno malo? Bajo mi punto de vista no son los MBA, ni los doctorados, ni lo glamoroso de su Linkedin. Los buenos jefes de los malos jefes se diferencian en puras tonteras. Pero esas tonteras tan importantes que hacen que seas un empleado feliz o uno con instintos asesinos permanentes.

Así es que si tu carrera está ascendiendo más que el dólar y te salen corazones por los ojos cuando ves esa oficina que podría ser tuya, piensa que ser jefe no sólo implica un tono de voz más alto, mayor cantidad de ceros en tu cuenta corriente y una mamá orgullosa. Transformarse en un buen jefe involucra ciertas exigencias que deberías considerar.

Los buenos jefes contestan los mails

Aparte de los bocinazos para avisar que llegaste a una casa, otra actitud que me molesta profundamente es que no me contesten los mails. Y si es un jefe… PEOR. Porque uno se siente tan lúser como el pobre Absalón de Manos al Fuego. Hay veces que la Gertrudis que una lleva dentro se inspira y manda un correo maravilloso con el título: “GRAN PROYECTO 2016”. Horas de desvelo, creatividad nivel Virginia Demaría en el diseño del power point y escoliosis crónica por el rato que pasaste frente al computador craneando tamaña iniciativa. Lo envías, la ansiedad te domina y aprietas F5 cada quince segundos para ver su reacción, sin embargo, NO PASA NADA. 20 días después cuando ya pediste hora al siquiatra por problemas de autoestima, te llega la tan ansiada respuesta y es un gélido: “Ok, gracias”. Armonyl a la vena y con justa razón.

Los buenos jefes, en cambio, responden rápido, aunque sea un preciso “Estoy full ahora, pero veámoslo esta semana”. Y eso es porque saben que su primer y más importante cliente es el interno (qué bonito me sonó eso).

Los buenos jefes son copuchentos

A los buenos jefes les importa si a tus niños los premiaron en el colegio, te da la tarde libre si tienes una pena de amor, se da cuenta cuando te teñiste las canas, te ayuda a buscar el perro que se te perdió y se sabe el nombre de tu compañero de isapre. Todo eso pasa porque es preguntón, interesado, observador y sapo. Ese jefe que parece vivir en Saturno y que se vanagloria de no saber ningún cahuín de la oficina lo está haciendo pésimo. Si no conoce a las personas, sus alegrías y conflictos ¿cómo va a sacar lo mejor de ellas?

Los buenos jefes son sinvergüenzas

No se asusten. Con esto no quiero decir que les gusten las malas prácticas o sean más chantas que ex ejecutivos de La Polar. Con este punto me voy al origen de la palabra y me refiero que NO TIENEN VERGÜENZA y están dispuestos a hacer el trabajo que sea con tal de sacar adelante el desafío propuesto. El buen jefe lava loza si hay que hacerlo, baja cajas de un camión y es capaz de mudar a una guagua con rotavirus si el objetivo lo amerita. Sabe que frente a la presión, el espíritu de equipo es fundamental y que no hay espacio para divos. Los jefes arriba del pony ya pasaron de moda. Así es que vayan bajándose rápido del equino y ensúciense las manos sin pudor.

Los buenos jefes hacen el trencito

No seamos tan literales. Capaz que usted es jefe y odia bailar el trencito en los matrimonios. De hecho yo también. El tema es que a los buenos jefes los conocemos fuera de la oficina. Va a los happy hours, lleva el hielo en los malones, conoce las tallas internas (no todas obvio, porque varias lo deben aludir a él o ella) y el equipo no se inhibe cuando llega a un carrete. Nadie empieza a hablar en castellano antiguo, ni deja de comentar el último capítulo de Maldita Moda. En resumen, el buen jefe permite que sus empleados no tengan que andar vendiendo la pomá las 24 horas.

Los buenos jefes retan con discreción y defienden con escándalo

Una virtud intransable de un buen jefe es que sea un amante de la verdad. Que ese jefe que tanto respetas, te diga que tu presentación fue más fome bailar con el hermano en un matrimonio se debe agradecer infinitamente. El tema es cómo y cuándo te lo dice. El buen jefe es atinado, no te humilla frente a tus compañeros y es enemigo acérrimo de retar con el famoso CC en los mails (con copia a toda la compañía) Por otra parte, cuando ve que su equipo está siendo cuestionado de manera injusta, hasta Fernando Villegas parece dulce al lado de él y cuando el condoro es real, pone la cara estoico por su gente y asume con heroísmo y elegancia.

Los buenos jefes te corrigen el CV

El buen jefe no es celópata, ni posesivo con la movilidad laboral. Es tan generoso y bien intencionado, que es capaz de ayudarte a buscar pega cuando sabe que no puedes crecer más en el trabajo actual y se alegra genuinamente cuando te llegó una oferta que a todas luces es mejor. Te organiza la despedida con dedicación y sabe que gran parte de que hoy seas reconocido en el mercado se debe a su capacidad para sacar lo mejor de cada uno de sus subalternos. Por lo tanto, un triunfo tuyo aunque implique abandonarlo, él lo siente como propio y lo celebra de corazón.

¿Qué más caracteriza a un buen jefe?