Septiembre nos pone felices. Cambia el clima, la gente anda endieciochá' y muchos aprovechan los días libres para hacer algo que les fascina y que no logro entender por qué: el famoso camping.
Mi teoría es que el camping es una religión a la que se pertenece o no. Hay algunos convertidos, pero es raro ese salto de fe. Tengo amigos que le tienen verdadera devoción y aunque han tratado de explicármelo, de verdad me cuesta más que todos los ejercicios del Baldor juntos.
Primero, para salir de la casa no es que haya que hacer maletas, sino ante todo una verdadera MUDANZA. Colchones inflables, sacos de dormir, lamparitas, cocinillas, ollas, saleros, pelelas, hervidores, basurero, esponjas, escobas, cooler y todo tipo de adminículos que nos transforma en un equeco con ruedas. Lo pienso y me canso (y según yo la idea de las vacaciones es DESCANSAR).
Hay que tener además capacidad motriz para armar la famosa carpa que todos me tratan de vender como casi un Hotel Ritz en versión nylon. “Hoy hay carpas hasta con hall de entrada y salita de estar” me dicen las más fanáticas. Bueno, armar esa maravilla implica a alguien talentoso (claramente no es mi caso) que logre que al primer ventarrón la familia completa no quede a la intemperie y que frente a una lluvia no terminemos internados por una neumonía fulminante. Un partner talentoso con las manos, es el “desde” para hacer un camping digno.
Y luego dormir ahí ¿cuál es el afán? Existiendo camas normales que no se elevan si al marido se le ocurre girarse, ni te hacen sentir estar durmiendo sobre una gelatina gigante ¿Cuál es la idea de armar un tetris humano para caer en los brazos de Morfeo? ¿Duermen de verdad bien así? Y para que hablar de los 456 Rasguña las piedras que hay que escuchar por noche, sumándole unos 45 Los Momentos de Eduardo Gatti y unas 85 versiones de Mira Niñita. No lo niego… todas melodías bonitas y emotivas, pero que no sé si elegiría como canciones de cuna para mis ansiadas vacaciones. Y eso que estoy obviando todas las otras intimidades (de los más variados tipos y sonoridades) que no me interesa escuchar. Porque al otro día… sÍ, hay que mirarle la cara a ese vecino de sitio.
Amaneces con el cara de gallo en los ojos y la hazaña de encontrar el traje de baño puede ser digna de la más alta autoridad de la PDI. Porque no me vengan con que es fácil encontrar la ropa en la carpa. Más fácil es poder recuperar los archivos de Dávalos de su misterioso PC.
Encontraste la pilcha que te querías poner después de media hora y ¿qué ganas? Aumentar tu escoliosis porque vestirse encorvada es un mandamiento del que hace camping. Después de vestirte así durante una semana tienes dos posibilidades: pedir una terapia kinesiológica anual o mandar tu CV al American Circus como contorsionista.
¿Y qué hacemos con la arena o la tierra? No hay lugar del cuerpo que quede libre de ella. Y ni hablar de mudar guaguas en carpas con arena. Te encargo la irritación y la necesidad de Hipoglós diario. La vida no es fácil cuando hasta tu apéndice parece escalopa.
¿Y el baño? Hay algunos campings más estirados que tienen baños propios, pero en buena los estándares están muy lejos de ese lugar en el que uno quiere estar en paz. O peor, hay quienes ven como una acción poética y mística hacer sus necesidades en la naturaleza misma. Todo puede ser muy bucólico pastoril si es que no tienes la desgracia de que algo te caiga mal a la guata. Ahí los quiero ver con un rotavirus en medio de una araucaria milenaria.
Fuera de bromas, sé que muchos me odiarán por estas líneas (incluso mi compañero de isapre). También mis amigas que hacen camping desde hace más de 30 años. Muchos me dirán superficial y cómoda. Y en serio, los admiro. Sé que la experiencia familiar es maravillosa, que la calidad del tiempo juntos es espectacular, que el ruido del mar o los pajaritos a muchos los relaja, que el trabajo en equipo engrandece y que para gran cantidad de gente el estar sentado a patá pelá mirando un cerro es el verdadero sinónimo de descanso. Pero ¿qué quieren que haga? Frente a una cama que no se mueve como medusa, un baño con puerta y olor a Glade y poder encontrar mis calzones en un cajón del closet normal, queridos y admirados camperos…no tengo donde perderme.