El lenguaje del cuerpo

Existe todo un lenguaje paralelo al verbal, que es de hecho mucho más significativo que las palabras que pronunciamos. Estar atentos a él, puede ayudarnos a entender mucho mejor a otros y a nosotros mismos.

Por Marianne Lacaze | 2013-06-27 | 09:00
Tags | cuerpo, lenguaje corporal, posturas, emociones
"Nuestro cuerpo está moldeado por lo que hemos vivido"

Cuando nacemos, nuestra única forma de comunicarnos con nuestro medio es a través de nuestro cuerpo. El bebé llora cuando tiene hambre, frío o sueño; cuando son más grandes extienden los brazos cuando quieren “upa” o hacen “no” con la cabeza cuando algo no les gusta. En el mundo animal, la comunicación a través del cuerpo es "la" forma en que los animales defienden su terreno, muestran su poderío o conquistan al otro sexo.

¿Qué pasó con ésta forma de comunicación a lo largo de nuestra vida y a lo largo de la historia? ¿Qué fue cambiando desde que nacimos y nos fuimos haciendo adultos? ¿Qué cambió desde tiempos pasados hasta la actualidad? Hoy en día el conocimiento y el saber pasan por la razón y el control. Sabemos, conocemos, cuándo podemos entender racionalmente algo y cuándo lo podemos predecir y controlar. Tanto las emociones como el cuerpo quedaron afuera de esta forma de saber las emociones están adentro nuestro y el saber quedó fuera, en el mundo exterior.  

Hoy podemos afirmar que los seres humanos nos comunicamos a través del cuerpo y que el comportamiento no verbal es un tipo de lenguaje, como está también el lenguaje verbal y el lenguaje emocional. De hecho, obtenemos las primeras impresiones de una persona con lo que ésta nos transmite con su postura, presencia, gestos, expresión facial, tono de voz, etc. Y a partir de ahí emitimos juicios, que nos llevarán a interactuar con el otro desde el condicionamiento que nos proporcionan los mismos. 

Aprendemos con y a través de nuestro cuerpo, estando inmersos en determinadas experiencias que, valga la redundancia, nos determinan. Nuestro cuerpo está moldeado por lo que hemos vivido; si bien venimos con una determinada carga genética; el inconsciente, nuestra historia, nuestras interacciones cuando éramos pequeños, los mensajes que recibimos de personas importantes de nuestro entorno, en fin, todo fue moldeando, además de nuestra emocionalidad, nuestro cuerpo. Entonces nuestra corporalidad se expresa a través de la palabra y del silencio, del gesto y del no-gesto, del movimiento y de la inmovilidad, de la coraza, la contractura, etc. El cuerpo tiene memoria. En él quedaron grabadas experiencias de vida, traumas inconscientes, etc. Podemos ver cuerpos rígidos, otros más relajados, algunos que tienden a la expansión, otros a cerrarse y parecer más contraídos, también hay dolores en diferentes partes del cuerpo o posturas que inevitablemente hablan de quienes somos y cómo estamos.

Son distintos los cuerpos de la depresión, el miedo o la alegría. Son emociones particulares y hay un cuerpo que acompaña a cada una. Si alguien está deprimido, es muy probable que sus hombros se encorven, sus brazos caigan, su pecho se cierre, su tono de voz sea bajo. El miedo nos muestra un cuerpo rígido, una respiración agitada, sudoración, o una expresión facial con los ojos abiertos si tenemos un susto.

Hay ciertos movimientos corporales que claramente tienen que ver con ciertos estados emocionales. Por ejemplo, cuando nos sentimos con poder, nuestro cuerpo está erguido, la cabeza en alto, hay una apertura corporal. Si ganamos una competencia o un negocio, aparece el orgullo y la alegría y abrimos los brazos en V en signo de victoria. Si nos sentimos inferiores frente a una persona, nuestro cuerpo se  cierra, nos hacemos pequeños. Y esto ocurre también en el mundo animal. Yo puedo decir una misma frase, por ejemplo: “que amable eres” en un gesto corporal de acercamiento y seducción o decirla en una forma irónica y despectiva con un gesto facial y movimiento corporal que acompaña ésta intención.

El cuerpo tiene muchas formas para comunicarse, entonces los invito a aprender a escuchar y estar atentos, no sólo al cuerpo de los otros, sino también a nuestro propio cuerpo, como una forma de interpretar y conocernos a nosotros mismos y a los demás, quizás no tanto desde la razón, sino más desde la intuición.