¿Transar la felicidad para conseguir el éxito?

Una sociedad que admira el éxito suele olvidar que a veces, para conseguirlo, se están sacrificando cosas más importantes. El Barbón nos llama a reevaluar nuestras prioridades.

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-06-25 | 08:45
Tags | barbón, felicidad, éxito, vocación, familia, relaciones, inteligencia emocional
"¿Qué demonios pasa por nuestras cabezas cuando pensamos que sería genial parecernos a alguno de estos canallas?"

¿Se acuerdan de Doctor House, la serie de ese médico con una inteligencia a un nivel casi sobrehumano y una nula capacidad para empatizar con las emociones humanas? Era un muy buen show, yo disfruté mucho las temporadas que vi (las 5 o 6 primeras), pero hubo algo que nunca pude entender del todo. No tenía que ver con el programa en sí, sino con nuestra reacción como televidentes. Era común pensar “qué ganas de ser como House”, y toparse cada semana en las redes sociales con comentarios que hacían alusión a cuanto admiraban al protagonista de la serie. “Es genial”, “qué bacán” o “quiero ser él” eran frases cotidianas que acompañaban memes desmotivacionales con las citas más desalentadoras pronunciadas por el personaje en la serie. 

El fenómeno se repite con muchos otros como Barney Stintson de How I Met Your Mother, Christian Troy de Nip/Tuck, Francis Underwood de House of Cards y un largo etcétera de personajes de series y películas, fieles representantes de las miserias humanas. Yo considero que todos son personajes geniales y le dan vida a las historias, pero existe una enorme diferencia entre disfrutar con un personaje y querer ser cómo él. Y es entonces que me pregunto ¿qué demonios pasa por nuestras cabezas cuando pensamos que sería genial parecernos a alguno de estos canallas?

Mi única respuesta es el éxito. No el éxito de la serie, sino el éxito de ellos dentro de la historia. Todos estos personajes son muy exitosos en lo que se dedican, pues consiguen todo lo que se proponen en su “vida”. House (casi) siempre llega al diagnóstico, Barney (casi) siempre logra su conquista, Troy lograba ambas (médico y mujeriego) y es especificamente en ése aspecto donde uno engancha y piensa “¡Qué genial sería tener la habilidad que tenía House para SIEMPRE ganar todas las discusiones!”. Pero ¿estamos viendo el cuadro completo? Porque si miramos más allá de sus triunfos locales... ¡todos ellos viven su vida de manera vacía y miserable!

Ok, ok... ya sé que estoy hablando de personajes, seres ficticios, pero ¿se les ocurre alguna forma de compatibilizar una vida plena y feliz con los niveles de sarcasmo, egoísmo, envidia y soledad con los que vive alguien que pone su desempeño laboral por sobre cualquier contacto emocional? Y entonces vuelvo a preguntarme ¿realmente queremos parecernos a ellos? ¿Tan importante se ha vuelto, incluso en nuestros pensamientos más light, el destacar, triunfar y ganar, que el ser feliz se ha vuelto algo secundario?

Todos tenemos la idea de que si le damos todo lo que queremos a nuestros hijos pequeños los vamos a malcriar... pero yo pienso que ese mismo principio es válido también para nosotros mismos. Creo que estamos obviando el simple ejercicio de preguntarnos si aquello que queremos es lo que realmente necesitamos, si aquellos objetivos que nos planteamos a corto y a largo plazo han sido elegidos acorde con el proyecto de convertimos en la persona que queremos ser. O en palabras más simples, si estamos trabajando realmente para ser profundamente felices. 

El ejercicio no es fácil, porque el resultado puede ser inesperado. Cuando alcanzar un objetivo nos está cegando o nos está quitando libertad, quizás lo mejor sea desistir, y cuando podemos perder un amigo por culpa de una pelea, quizás lo mejor es tragarse el orgullo y declararse derrotado. Porque a veces es la derrota lo que realmente nos lleva a ser más felices.

No me malentiendan, no digo que en esta vida no sea bueno ganar, conseguir logros, tener victorias. Lo único que digo es que una verdadera victoria es aquella que representa un aporte para nuestra vida, que nos acerca a aquello que nos hace verdaderamente felices. Y acá no hay reglas generales, porque aquello que a unos puede hacerles muy bien en cierto momento, a otros puede hacerles mal. Y por eso mi invitación es a revisar aquello que es realmente importante para nosotros, independiente de lo que sea socialmente aceptado o valorado. Teniendo esto definido, tendremos claro qué batallas vale la pena dar y podremos evitar aquellos esfuerzos por alcanzar logros que no nos sirven de nada. 

Puede sonar cursi, e incluso obvio, pero creo que nunca está de más decirlo. Porque en la vida no existe mayor éxito que ser verdaderamente feliz.