La importancia de la lectura en la toma de decisiones informadas

Artículo enviado por nuestro lector Francisco J. Doren

Con metas más cercanas y concretas, como que cada estudiante lea y entienda una cantidad creciente de libros al año, ya tendríamos ciudadanos capaces de discriminar entre ruedas de carreta, propaganda y realidad.

Hoy día casi nadie lee, muchos vociferan y todos estamos a merced de la propaganda de consumo, política o financiera.

Muy poca gente lee y dicen que cerca del 80% de los que lo hacen no comprenden lo que leen, incluidos los estratos medios y altos.

Esta es una desventaja muy grande de nuestra sociedad, porque reduce el nivel de nuestros debates a una repetición irracional de consignas, orquestadas por las distintas fuentes interesadas en inducir decisiones de consumo, de voto o de inversion.

Más grave aun es lo expuesta que queda nuestra juventud, al mismo fenómeno. Un adulto, al menos tiene la ventaja del tiempo vivido, y sabe, por experiencia, que lo barato cuesta caro y que no existen balas de plata o soluciones mágicas para los problemas que afectan a nuestra sociedad.

Para la asimilación de conceptos más complejos como que el ahorro, la inversión y la formación de capital como alternativas reales de lograr la independencia financiera, no basta, sin embargo, con la experiencia. Una persona puede pasar por la vida, en completa ignorancia del bienestar que pudo haber logrado para sí mismo y su familia, con un esfuerzo similar o menor, si tan solo hubiese tenido en cuenta algunos de estos valores básicos.

El valor del trabajo, la perseverancia y el ahorro, son la moraleja en la Fabula de las hormigas y la cigarra. Estos valores son válidos individual y colectivamente, sea su pensamiento de extrema derecha o de extrema izquierda, aunque me dicen que tales categorías ya no existen.

Más desalentador todavia es el problema de que nadie lee ni entiende lo que lee, cuando pensamos en la internet. La cantidad de información que se encuentra disponible en la red, con acceso libre e ilimitado, se pierde absolutamente, en nuestra sociedad. ¡Es como si en la antigüedad tuviésemos acceso a la biblioteca de Alejandría, pero solo con la luz apagada!

Con metas más cercanas y concretas, como que cada estudiante lea y entienda una cantidad creciente de libros al año, ya tendríamos ciudadanos capaces de discriminar entre ruedas de carreta, propaganda y realidad. Los países que superen esta debilidad, nos dejarán atras con una velocidad de vértigo.