Oz: El Poderoso

Nuestro amigo el Barbón se introduce en la crítica de espectáculos

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-03-21 | 18:49

Todos los que me conocen saben que me las trato de dar de duro y no me resulta. Con esta película me pasó de nuevo. Fui al cine con las manoplas listas para destruirla, pero al rato de comenzar la proyección me conquistó. Supongo que me pasó por ir desprevenido, es que Oz tenía todo para no gustarme nada. De partida es el típico proyecto que busca ganar plata a costa de una obra anterior y cortar entradas aprovechándose de la nostalgia. Además es dirigida por Sam Raimi, quien perdió todo mi respeto luego de Spiderman 3 (película que nadie se atreve a defender) y protagonizada por James Franco, a quien sólo he visto haciendo de niño bonito (aunque reconozco que no he visto aún “127 horas”). En resumen, “Oz: El Poderoso” tenía todos los ingredientes para ser un verdadero fiasco. Pero no lo fue, al menos para mí.

Resumen introductorio tipo reverso de carátula de DVD: La película cuenta la historia de Oscar Diggs, más conocido como Oz: un mago chanta que trabaja en una feria ambulante y que sueña con convertirse en un hombre admirado y famoso. Por las vueltas de la vida (y de un tornado también) va a parar al mundo de Oz, donde existe la leyenda que un mago súper poderoso, también llamado Oz, librará al mundo de las terribles fuerzas del mal y gozará de fama y fortuna. Obviamente Oscar trata de aprovecharse de la situación y termina por aceptar, sin quererlo, el trabajo de liberar al pueblo de Oz de las manos de una bruja terrible. El resto no lo cuento, para eso véala (o lea el resumen en Wikipedia).

El desafío al plantearse hacer una precuela de uno de los más grandes clásicos del cine y la literatura, es como un suicidio (muy bien pagado). Hay que manejar con cuidado el equilibrio entre contar una historia nueva, con el peligro de separarte demasiado de la película anterior, y homenajear demasiado a la antigua secuela (qué raro suena), sin convertirla en un (auto) homenaje latero y lame botas de su antecesora. Creo que ahí Oz sale súper bien parada, gracias al guión y a la dirección.

Es que cuando uno ve una película normal, uno siempre se pregunta cómo va a terminar. El problema de una precuela es que uno sabe perfectamente cómo debería terminar. Entonces la cosa no es tan fácil, porque el guionista tiene que escribir una historia en que nosotros nos preguntemos “cómo va a lograr este caballero que termine como tiene que terminar”. Uno como consumidor de cabritas espera que las dos películas calcen, pero patudamente también quiere sorprenderse. Se la ponemos harto difícil al guionista, pero al menos en este sentido encuentro que Oz funciona bien.

Y entonces es cuando entra el director, y en vez de dejar la escoba como en Spiderman 3, toma la historia y la narra con mucho amor (o al menos eso me pareció a mí). Amor que mezcla el cariño por el clásico de 1939 con el guión que tiene en sus manos. Y es que sentí que Raimi, lejos de engolosinarse con lo técnico y lo estético, siempre trató de involucrarnos en lo que le pasaba a los personajes, logrando momentos emocionantes, esos en los que justo te entran basuritas en los ojos. Como anexo les comento que me gustó mucho, a pesar de su espectacularidad visual (que a mí al menos no me impactó nada), que Raimi optara como decisión estética mantener las pifias de la película antigua. ¿A qué me refiero? A que hicieron que algunos efectos se vieran más rascas de lo normal para que nos recordara la onda de la Oz anterior.

Ojo, esta no es ni por si acaso una película perfecta. Tampoco creo que se conviertaen un clásico del cine, para nada. Es bien sobrecargada de efectos, con actuaciones que no brillan y con una onda plástica que no me convence para nada. El punto es que, a pesar de eso, me conquistó y me la gocé como cabro chico. Y cuando eso pasa, todo el resto se vuelve secundario. Porque la gracia del cine no es cumplir con una lista de elementos técnicos; es hacernos creer, por un momento, en la magia, aunque en el fondo sepamos que no se trata más que de un truco. Y cuando eso ocurre, es imposible no hacerse parte de la aventura.