Solidaridad: Ojos que no ven, corazón que no siente

El Barbón se pregunta si entendemos qué es realmente ser solidarios.

Por Alfredo Rodríguez @AlfreoRodriguez | 2013-07-02 | 09:00
Tags | solidaridad, tolerancia, comprensión, sociedad
"Ya no se trata de solucionarle el problema al otro, se trata de apropiarse del problema del otro"

Más que una donación.

“Chile es un país solidario” es un slogan que todos hemos escuchado alguna vez en televisión. Es común que en cada Teletón y transmisión especial producto de alguna catástrofe, los animadores de turno nos convocan a apoyar a la causa y ayudar, apelando a esa solidaridad que “caracteriza” a los chilenos. Pero ¿tú realmente crees que Chile es un país solidario, porque una vez al año recauda el monto suficiente para solucionar momentáneamente un problema social específico? ¿Crees que se ve esa solidaridad cada día cuando salimos a la calle? Y la pregunta más importante de todos ¿Creo yo que actúo de forma solidaria día a día?

Mi propia definición.

Cuando estudiaba ingeniería, en una clase de Estática (física) nos dieron una definición de solidaridad que cambió para siempre mi visión de la palabra. El profesor nos explicaba que dos objetos tenían un comportamiento solidario cuando ante una fuerza externa reaccionaban como un solo objeto (sólido). La verdad es que desde el día que la escuché, decidí adoptar esa como mi definición de solidaridad, porque me pareció una excelente forma de verlo. Solidaridad, entonces, ya no se trata de solucionarle el problema al otro, se trata de apropiarse del problema del otro, de compartir su sufrimiento y sus alegrías. Es decir, que la persona que tenemos al lado nos importe. 

La gracia es que una vez que hacemos nuestro el problema del otro, el actuar para solucionarlo deja de ser un esfuerzo y una limosna, pasa a ser una reacción natural frente a un problema que también nos aqueja. 

Pero este vínculo necesario para comportarnos de manera solidaria no es gratuito e instantáneo, y es ahí donde se requiere nuestro esfuerzo. Porque la única forma de que algo nos importe verdaderamente es primero conociéndolo.

No me importa lo que no conozco.

Podemos echarle la culpa de no conocer a personas de otros estratos sociales, a que vivimos en un país profundamente segregado geográficamente, donde las instancias para descubrir realidades de las otras clases sociales son muy escasas, pero creo que no es una justificación suficiente. Yo creo que la vida nos da miles de oportunidades para aprender de otras realidades, y que depende de nosotros estar dispuestos a verlas, a involucrarnos, a dejarnos tocar por las historias de quienes nos rodean. Además, no se trata sólo de un problema de clases sociales, estoy hablando de abrirnos a conocer otras formas de pensar, otras opciones de vida, otras necesidades. 

Ojo, no estoy hablando de leer libros ni ver la televisión, estoy hablando de conversar con quienes nos rodean y preguntarles cómo viven y cómo se sienten. ¿He pensado en lo difícil que es para un gay enfrentarse a la discriminación? ¿Conozco el drama de un padre que no puede pagar la operación que necesita su hijo? ¿He visto lo difícil que es lidiar a diario con una discapacidad? ¿Conozco las experiencias vividas por quienes tienen un pensamiento político o valórico totalmente diferente al mío? ¿Estoy dispuesto a conocer, a generar un vínculo, a dejar que me toque el sufrimiento de aquellos quienes viven en condiciones diferentes a las mías?

El ser humano es solidario.

Yo más que creer que Chile sea un país solidario, creo que el ser humano, como ser social, emotivo, racional y sensible es profundamente solidario con el sufrimiento. El problema es que aunque vivimos hacinados en enormes ciudades, pasamos más preocupados de solucionar nuestros propios problemas que de conectarnos con quienes nos rodean.

Paradójicamente, considero que una excelente forma de solucionar nuestros problemas es viéndolos desde otra perspectiva, y ¿qué mejor para lograrlo que conectarnos con vivencias diferentes a las nuestras? Es difícil, pero no imposible. Sólo necesitamos perder el miedo al ridículo, al rechazo, a lo diferente, pero más que nada necesitamos perder el miedo a dejarnos afectar por otras realidades, a cambiar de opinión, perder el miedo a lo desconocido. 

Una vez que logremos ir rompiendo esas barreras, podremos entonces ejercer ese enorme potencial solidario que llevamos dentro, ese que va a hacer de éste un mundo mejor. Depende de nosotros hacerlo y una buena forma de comenzar, es animarse a conversar con esa persona que vemos a diario, que saludamos a diario, pero no sabemos nada de su vida, de sus dramas y de sus sueños.