Imagen: César Mejías

Por qué deberíamos empezar a dar las gracias... por todo

Quejarnos nos sale hasta por los poros, pero dar las gracias por todas aquellas cosas buenas que damos por sentadas, rara vez nos resulta natural. ¿Por qué deberíamos hacerlo más seguido?

Por Magdalena Cárcamo @manecarcamo | 2016-02-08 | 11:36
Tags | gratitud, gracias, alegría, felicidad
"No todo es un derecho, mucho de lo que vivimos es un regalo"

Hace poco estuve de vacaciones. Hablamos de muchos temas, del amor, la amistad, los trabajos y la fe. Cuestionamos cada noche las formas de mirar el mundo, de disfrutar, de ser feliz y de vivir. Nos reímos y dimos discusiones lateras. Pero algo me hizo clic en una frase que dijo una amiga “Que bacán es la gente agradecida, la que valora lo que tiene”. Y me quedé pensando profundamente en eso. En lo que agradezco, en lo que que creo que soy bendecida, en los que es obvio que no es obligatorio. En lo que tengo que estar consciente que debo disfrutar, porque no todo es un derecho, mucho de lo que vivimos es un regalo.

Pero el agradecimiento debe pasar ojalá de ser un mero sentimiento interno, a una acción concreta, dedicada y bien ejecutada. No esperar que el otro asuma que estoy agradecido por lo que hizo por mí, sino manifestarlo las veces que sea necesario. La palabra GRACIAS no se agota nunca. No aburre y sólo genera cosas buenas. Es hasta mágica en situaciones conflictivas, cuando uno la dice de corazón en medio de la batalla, la violencia comienza a decaer abruptamente.

Comprobado científicamente

La sicología se ha metido en el tema con seriedad. Acá no hablamos de puras tarjetas Village y power points pasados de moda manifestando esa virtud llamada gratitud.

Según los psicólogos Emmons y McColloug, aquellos que tienen el hábito de ser agradecidos presentan menos síntomas de enfermedad, hacen más ejercicio, son más optimistas y se sienten mejor con su vida. Además aquellas personas agradecidas tienen más emociones positivas a largo plazo. (Emmons y McCollough, 2003). La gratitud también trae mayores beneficios interpersonales, aumenta la sensación de conexión con otras personas, nos vuelve más altruistas, y mejora la calidad de nuestras relaciones sociales (Peterson y Seligman 2004). Por último se demostró que la gratitud es una importante emoción que ayuda a la gente a superar el estrés y a construir mas resiliencia. (Fredrickson 2003)

También se plantea que las personas agradecidas son tan consientes y bacanes, que incluso agradecen lo que no aún no ha pasado. Disfrutan con gratitud la preparación de un viaje, la posibilidad de estudiar algo que les apasione e incluso un simple almuerzo al que fueron convidados. Anticiparse al agradecimiento. Hagámonos esa.

Para entrenar mejor esta virtud, se recomienda hacer listas de personas a las que uno debería darles las gracias, mandar notas (o para ser más actuales, whatsapp) diciendo lo mucho que valoramos tal o cual gesto, pensar cada noche lo que ocurrió durante el día y descubrir aquello por lo que deberíamos sentirnos afortunados.

Mi lista

Hice una mini lista, con algunas cosas muy superficiales, pero que me hacen sentirme suertuda. Los invito a hacer la suya, perder el pudor y dar las gracias sin miedo (¿habrá algo más tonto que avergonzarnos de dar las gracias?). Serán más sanos, bacanes y ante todo: FELICES.

Aquí mi pequeña lista en la que agradezco:

  • Ser sana y poder educar a mis hijos con libertad. Sin que nadie me diga cuántos hijos tener, ni cuál Dios enseñarles, ni cosas tan cotidianas como cómo los debo alimentar o vestir.
  • Estudiar lo que quise y trabajar en lo que me hace feliz.
  • Discutir con mis amigos sin picarnos y entender que lo que le digo es sin anestesia, pero con mucho amor.
  • A la mamá del creador de Netflix. Sólo por traerlo al mundo.
  • Leer mucho, sin censura y en un país que confía en que soy responsable de mí misma
  • Tener a mis papás vivos, contar con ellos para querernos, cuidar a mis niños y pelearnos como cuando tenía doce años
  • Tener amigas a las que confidenciarles mis alegrías, mis dolores, mis banalidades y mis frikeríos. Enojarme con ellas cuando me parece y saber que a pesar de todo, siempre nos perdonaremos (a excepción que nos quitemos el marido).
  • Contar con mis primos que son como mis hermanos, a los que adoro, les pido ayuda y apaño en sus momentos de dolor como si fueran propios.
  • Tener unos vecinos bacanes, que me pasan las crackelets cuando no me quedan, me miran a los niños cuando están en riesgo y me eligen de madrina cuando jamás lo esperé (prometo buenos regalos).
  • Comer un picoteo rico con una champaña barata y ser feliz solo por compartir con gente que quiero.
  • Poder darme una ducha caliente sin tiempos ni límites. Un lujo impensado para muchos.
  • Tener la posibilidad de navegar por los diarios del mundo, acceder a internet y elegir lo que me parece sano y responsable consumir.
  • Votar por quien se me cante. Sea de derecha, izquierda, centro, comunista, ecologista, pro, radical o whatever.
  • Mirar el mar cuando quiero. Cuando voy a la oficina a comprar el pan, a sacar el bono a la isapre e incluso a pelear con el marido. Suertuda real.
  • También agradezco creer en Dios. Para mí es un don. Que me salva, me acompaña, me alivia y me fortalece. Lo agradezco aunque para muchos sea ñoño y políticamente incorrecto.
  • Agradezco las risas que me sacan abdominales. Las que me dan calambres e incontinencia y me recuerdan que la vida es mucho más simple de lo que uno cree.
  • Doy gracias porque mis niños duermen en silencio. Otros, a la misma edad lo hacen con ruidos de golpes, balazos, bombas o gritos.
  • Y ante todo, gracias por tener la posibilidad de querer y sentirme profundamente querida. Parece muy básico, pero es potente y profundo. Difícil y ambicioso. Mágico y milagroso. Algo simple que los que tenemos la suerte de vivirlo, tenemos que decir: en verdad… GRACIAS.

¿Qué hay en tu lista?