Imagen: César Mejías

Destruyendo las críticas destructivas: ¿de dónde vienen nuestros prejuicios?

¿Por qué nos molesta tanto lo que hace o deja de hacer el resto? ¿Es que lo que hacen realmente nos afecta, o es que tenemos temas no resueltos con nosotros mismos?

Por Natalia Pumarino | 2016-02-10 | 15:33
Tags | críticas, autocrítica, pelambre, tolerancia, intolerancia

Hace tiempo que me pregunto algo: de dónde surge esa obsesión que en Chile parecemos tener con lo que hace el otro, y no precisamente “en buenas”. Me refiero a todas las veces que criticamos o nos sentimos objeto de críticas sobre una gran variedad de temas: aspecto físico, la manera de vestir, las cosas que nos gustan, ciertos comportamientos que quizás tenemos y cosas que en general no le afectan mayormente a nadie, salvo a quien las hace. Desde ahí me cuestiono, ¿Por qué hacemos esto? ¿De dónde viene esta obsesión con el otro, incluso cuando a veces son personas que prácticamente no conocemos?

Aclaro: No me creo ninguna santa ni por encima de nadie en lo que a este tema respecta. Yo también miro a la gente, pienso cosas, critico y pelo. Pero con el paso del tiempo, siento una cada vez mayor necesidad de cuestionarme este comportamiento. No pretendo convertirme en el Dalai Lama de la noche a la mañana, pero sí quisiera convertirme en una persona un poco mejor con el paso de las años, aunque sólo sea un poco, y tratar de dar vuelta la tortilla y cuestionarme si las cosas que a mí me molestan de otros (supongamos que me enteré de que alguien habla mal de mí a mis espaldas) acaso no las hago yo también. Y por qué las hago, qué hay de fondo.

Es súper fácil quedarse en decir que criticamos y hablamos mal de otros porque “es divertido”. Lo difícil es salir de esa superficie y bucear en aguas un poco más profundas. Yo he llegado a una conclusión, al menos: cuando nos enfocamos excesivamente en lo que hacen otros, o nos hacen demasiado ruido ciertos aspectos de otras personas que, objetivamente hablando, no nos afectan en nada, generalmente es por un tema no resuelto que tenemos con nosotros mismos. Quiero enfatizar aquí el “excesivamente”, porque reitero que no me considero una santa y no pretendo que nadie lo sea. Creo que es normal que todos tengamos de vez en cuando pensamientos negativos sobre alguien o algo que realmente no tiene importancia. Pero una fijación excesiva con “éste se viste así, este otro mira cómo anda”, creo que da para un mayor análisis.

En un momento se viralizaron varios testimonios de chicas a las que gente que no conocían las hizo sentir mal por su peso o su aspecto físico en algún lugar público. Sé que puede parecer psicología barata decir que las personas que les hicieron esos comentarios desubicados, sin siquiera conocerlas, probablemente tienen un problema o un tema no resuelto con su propio cuerpo, pero cada día me convenzo más de que por ahí va la cosa, basado también en lo que he descubierto de mí misma. Es que creo que es más fácil tirar esas molestias hacia afuera, proyectarlas en otro, en vez de revisar lo que pasa con nosotros mismos. Creo que nos pasa a todos, pero con distintos temas.

Comencé el ejercicio hace un tiempo al cuestionarme por qué me molestaba tanto ver a mujeres en la calle con chalabotas. Una tontera, claro, una humorada de la moda. ¿Pero a mí qué me importa? Encuentro que las chalabotas son feas y nunca me van a gustar. ¿Pero no es lo importante que le gusten a la persona que las usa? Al hacer este simple ejercicio lógico, solté un poco el tema, me empezó a importar menos. Dudo mucho que esa persona al vestirse haya pensado “sí, con esto me veo pésimo, con esto voy a salir”. Lo que probablemente esa persona pensó era que se veía bien, que se sentía bonita con eso, o por último, que le daba lo mismo. ¿Quiénes somos nosotros para decirle que le debería importar lo mismo que a nosotros, o que debería tener nuestra misma percepción de lo que es bonito y atractivo? Cuando llegué a esa otra conclusión, de que nadie se viste para tratar de verse mal a propósito (a menos que estén haciendo un experimento social o algo así), pude soltar mucho más el tema.

Y al final del día, para mí al menos, es eso. Soltar esos temas y dejar ir esas preocupaciones ridículas por cosas que hacen otros que quizás a ellos los hacen felices. Porque quiero vivir en una sociedad en la que la gente sea feliz, y también libre, no les quiero imponer que sean felices sólo con lo que a mí me parece correcto. Y quiero ser feliz yo también y dejar de mirar con molestia a quienes hacen algo que a mí no me parece y que no le hace daño a nadie. La libertad personal termina donde empieza la del otro, y si estas personas no están pasando a llevar a nadie –y no me vengan con eso de “me pasa a llevar porque es algo que no quiero ver”, si hablamos en serio, sabemos que no nos afecta realmente–, ¿qué nos importa? O más importante, ¿POR QUÉ nos importa tanto? Y acá viene la parte más difícil, porque los ejercicios lógicos anteriores dentro de todo no lo son tanto: encontrar ese por qué.

Yo personalmente concluí que tenía varios temas no resueltos con mi propio físico. Si bien no los tengo 100% resueltos ahora, creo que en parte por eso me generaba ruido el supuesto “descuido” de otros, era quizás una crítica inconsciente a los que veía como mis propios descuidos. No digo que todo el mundo tenga un tema así, somos todos tan increíble y extraordinariamente distintos que no pretendo adivinar por qué a otra persona le molesta quizás un hobbie de otra persona, o que salgan adultos disfrazados a la calle el día de la Comic-Con. Creo que ése es un trabajo que cada uno debe hacer, y lo recomiendo mucho, porque es muy sano. Que cuando algo nos moleste de sobremanera, dar vuelta las cosas, que esos prejuicios y esas cosas que creemos saber del otro, las cuestionemos, que consideremos nuevas posibilidades y que al ver que no son cosas que realmente nos afecten, finalmente podamos poner la lupa no sobre ese otro, sino sobre nosotros mismos. Creo que es un ejercicio que ayuda a cualquier persona a crecer y a estar un poco más en paz. E igual es rico estar un poco más en paz, con menos cosas externas que nos molesten y con los propios temas un poco más resueltos. ¿Y quién sabe? Capaz que a la larga hasta nos ahorremos un par de idas al psicólogo, lo que nunca es malo... excepto, claro, para los propios amigos psicólogos.

¿Qué cosas irrelevantes te molestan más de lo que deberían?