Imagen: César Mejías

10 técnicas para no rendirse con el gimnasio

Pagaste el año completo para forzarte a ir, estrenaste zapatillas, buzo y bolso nuevos, partiste como caballo de carrera... y a los dos meses figuras una vez más en tu sofá mascando papas fritas. ¿Cómo evitar que esta historia se siga repitiendo?

Por Marco Canepa @mcanepa | 2016-04-06 | 15:28
Tags | deporte, gimnasios, gym, ejercicio, entrenamiento, salud, motivación, fuerza de voluntad, técnicas, consejos, life hacks

*Esta nota fue originalmente publicada el 6 de abril de 2016. Hoy la destacamos pensando en quienes buscan entrenar más durante este nuevo año. 

Siempre he pensado que tener un gimnasio debe ser de los negocios más sencillos que existen, por el simple hecho de que la mayoría de la gente que contrata tu servicio, jamás llega a usarlo más de un par de meses. Y al poco tiempo vuelve a inscribirse creyendo que "ahora sí que sí" va a ponerse en forma, solo para repetir el ciclo una y otra vez. Es que parece que pocas cosas hay más difíciles para aquellos de nosotros que no nacimos con una tendencia natural a repetir rutinas y someternos al sufrimiento físico, que mantenernos en el gym por más de un par de meses. ¡No lo sabré yo, que ya voy en mi tercer intento!

Y sin embargo, el ejercicio es una necesidad esencial para la salud, y como nuestra sedentaria vida urbana ofrece pocas oportunidades para realizar ejercicios completos que quepan dentro de nuestra rutina o que puedan practicarse con tranquilidad en el espacio público; los gimnasios son, hasta cierto punto, una necesidad. Por lo tanto, desarrollar estrategias para permanecer en esa fábrica de sudor, músculos y, ocasionalmente, pie de atleta, es una necesidad imperiosa.

Aquí, basándome en mis experiencias anteriores y la actual, y recogiendo sugerencias ajenas, les comparto las que, para mí, son las mejores estrategias para aumentar tus probabilidades de pagar un gimnasio y no perder el dinero.

1. Elige bien el gimnasio

Es un hecho, si tendrás que caminar 35 minutos cargando un incómodo bolso de gimnasia o mamarte un taco de una hora diaria para ir a ejercitarte, ese buzo nuevo pasará a ser un trapero para el piso en menos de un trimestre. Busca un gimnasio que te quede cerca o al menos en el camino entre trabajo y casa, cosa que no tengas desde el principio un factor jugándote en contra.

Por otro lado, un gimnasio que en invierno es más frío que saludo presidencial y en verano se siente como si quedara a 4 kilómetros del Sol, difícilmente te va a motivar a ir. Lo mismo si las máquinas pasan malas, son pocas o hay tanta gente que debes luchar con los otros comensales para poder conseguir una pesa (especialmente cuando tu contrincante tiene brazos del grosor de tu cabeza).

Así que el trabajo de prospección es más o menos importante: revisa el trayecto al lugar, recorre su interior, ve la calidad y estado de las máquinas, observa qué tan lleno está en el horario que piensas ir, pregunta si hay aire acondicionado, verifica el estado de los baños y lockers, pregunta por las clases que allí se imparten y habla con otros clientes. Si puedes, habla también con el trainer que te armará la rutina. Si algo no te gusta de entrada, probablemente será un obstáculo que irá creciendo cada vez más entre tú y el gym. El precio no es lo único que cuenta.

2. Asócialo a una rutina

Uno de mis mayores errores en mis intentos anteriores con el gym, fue no haberlo transformado en un sistema. Iba, simplemente, cuando sentía las ganas de ir y tenía el tiempo para hacerlo. Y como el tiempo tiene esa particular cualidad de extenderse o comprimirse de acuerdo a las ganas que tengas de hacer algo, curiosamente, nunca encontraba tiempo para ir, especialmente después de llegar agotado del trabajo. ¡Pero para Netflix sí que había tiempo!

Por eso, asegúrate de fijar tu rutina gimnástica a un horario específico en torno al cual puedas ordenar tu día, o asociarla a alguna otra actividad recurrente. En mi caso, siguiendo el ejemplo de un par de colegas, empecé a usar la hora de almuerzo en la oficina para ello, un horario en que no tenía ninguna otra obligación y en que tampoco hay muchas alternativas de actividades que pudieran tentarme a fallar, y ha funcionado de maravilla.

Claro, no todos tienen horarios de colación tan amplios o les aguantan que coman en su escritorio para compensar el tiempo perdido, pero siempre se puede negociar con el jefe adelantar la hora de entrada a la pega para tomarse media hora más al almuerzo, o simplemente buscar otro horario que se pueda asociar a una rutina. Lo importante es que ordenes tus otras actividades en torno al gimnasio y no al revés.

¡Y trata de hacerlo a diario! Es mucho más fácil romper una rutina cuando hay un esfuerzo mental de por medio "¿me toca hoy o no?" o una decisión que tomar "¿voy o no voy?". Cuando es algo que haces todos los días sin excepción, se vuelve una rutina y casi un acto reflejo.

3. Fíjate cuándo tienes más energía

Otro error en mis intentos anteriores, era dejar el gimnasio para la tarde, después de la universidad / trabajo. Claro, a esa hora estoy "libre", pero también agotado. Muchas veces no fui porque sencillamente me sentía demasiado molido para siquiera animarme a armar el bolso. Por otro lado, tampoco soy una persona mañanera. Despierto con la cabeza pesada, el cuerpo cortado, de mal humor, con fatiga y nada de hambre, definitivamente tampoco podía insertar el ejercicio en ese horario. En cuanto a la noche, suele ser mi momento más creativo y prefiero dejarla para otro tipo de actividades (escribir, leer, dibujar y... eh... jugar Playstation).

Por eso la alternativa de ir a la hora de almuerzo (uno igual come algún snack saludable para tener energía antes de ir) resultó ser la opción ideal para mí: a esa hora estoy bien despierto, en "piloto automático" intelectualmente hablando y con la batería llena. Ahí, el ejercicio, lejos de descargarme, funciona como una segunda carga de ánimo justo cuando más lo necesito.

Todos somos distintos, así que ese horario puede no funcionar para el resto, pero lo que importa aquí es que pongas atención a los momentos del día en que tendrás la mejor disposición y el tipo de energía necesaria para hacer deporte, y metas el gimnasio ahí.

4. Si te aburren las rutinas, incorpórate a una clase

Eso de pasarse el día haciendo 4 series de 20 levantadas de pesas en cada máquina del gimnasio, no es para cualquiera. Yo, personalmente, me aburro como cajero de peaje, sobretodo en la elíptica y la bicicleta estática. Es que hay gente que no tiene dificultad para repetir un ejercicio o practicar un movimiento hasta la perfección (músicos y atletas olímpicos, los admiro), pero otro enorme grupo de gente prefiere la variación y sentir que van aprendiendo cosas nuevas todos los días, incluso al costo de hacerlas sólo medianamente bien antes de pasar al siguiente tema.

Afortunadamente, muchos gimnasios también ofrecen clases: artes marciales, baile entretenido, aerobox, TRX, etcétera, que te pueden ayudar a romper la rutina. Yo ahora hago máquinas 3 días a la semana (cada día trabajando áreas distintas del cuerpo) y los otros dos hago artes marciales. Así, cada día voy a hacer algo nuevo y además, ambos ejercicios se complementan bien, pues uno trabaja fuerza, mientras el otro ejercita la resistencia, rapidez, coordinación y equilibrio.

Otra ventaja de tomar este tipo de actividades, es que tienen horario, y eso te ayuda a formar una rutina. Por último, como habitualmente se hacen en grupo, con el tiempo te vas haciendo de un grupo de amigos, un refuerzo social fundamental para disfrutar cualquier actividad.

¿Y qué hago con la trotadora / bicicleta / elíptica? Toda rutina incluye sus 10 a 20 minutos de cardio, así que son inevitables. Primero intenté escuchar música, pero además de que sudor y audífonos no combinan bien, terminé aburriéndome de la música y me pasó que los ritmos más lentos me hacía trotar más lento también, así que no mantenía un ritmo constante. Lo que sí resultó fue llevarme mi Kindle (libro electrónico) y leer mientras ejercito. Como le puedo regular el tamaño de la letra, lo puedo dejar apoyado en la máquina y leer sin problemas. ¡El tiempo vuela y combino dos actividades en una! Win-win.

5. Usa tu contexto para darte ánimo

Solemos pensar que nuestro estado de ánimo determina nuestras acciones, pero la verdad es que es una calle de doble sentido. Así como estar de buen ánimo te permite reír con más facilidad, fingir una sonrisa o una carcajada cuando no estás bien, puede mejorar tu ánimo.

Así mismo, el ponerte zapatillas de gimnasia puede ponerte de ánimo para hacer ejercicio y hacerte sentir más "deportista". Así que no te sientas culpable o tonto por comprarte el vestuario completo de Usain Bolt para trotar 5 minutos en nivel 1 en la trotadora. Si eso te hace sentir mejor y te dan ganas de hacer ejercicio, hazlo. Si funciona, no es tonto.

De hecho, procura tener cosas que te recuerden hacer ejercicio y te animen a practicarlo por todos lados. Por ejemplo, media hora antes de partir al gimnasio me como un plátano. Pero ese plátano lo compro a primera hora, de camino al trabajo, y lo tengo todo el día en mi escritorio. Ese sencillo recordatorio me va poniendo de ánimo para el ejercicio. Aquellos que entrenan por la mañana suelen dejar sus zapatillas y vestuario listo al lado de la cama por la noche, con el mismo objetivo.

Ve qué cosas de tu entorno puedes modificar y cómo usar tus accesorios para animarte a hacer ejercicio.

6. Suma a un compañero

Si el contexto es un potente incentivo para ponerte en ánimo de ejercicio, un amigo que comparta la actividad contigo es un aliado casi infalible. El solo hecho de verlo prepararse para partir al gimnasio es un potente gatillador de la decisión de hacerlo tú mismo. En mi caso, la idea de sumarme al gimnasio a la hora de almuerzo surgió justamente porque dos de mis colegas ya lo hacían. Mientras más, mejor: trata de sumar a todo tu círculo social (colegas, familia, pareja) al gym y verás cómo la cosa se hace más fácil.

Eso sí, procura buscarte gente que tenga más fuerza de voluntad que tú mismo, o pueden tener el efecto contrario si ellos dejan de ir antes que tú.

7. Que tu objetivo sea un sistema

La primera vez que me sumé al gimnasio, le dije al trainer que mi intención era sencillamente tener un buen estado de salud, así que me puso una rutina más que nada aeróbica (que era una lata). Para peor, después de meses, no veía cambio alguno en mi físico y eso de "sentirse mejor" es tan subjetivo, que era imposible de verificar, así que el entusiasmo se fue disolviendo.

En mi segundo intento, cambié de estrategia, y dejé claro que quería ver resultados físicos. Esta vez me dieron una rutina más intensa y centrada en pesas. Aunque al principio casi sentía los músculos creciendo bajo mi piel, el problema es que el físico de Schwarzenegger (cuando joven) no se obtiene en un par de meses, así que mi curva de entusiasmo cayó más rápido que mi capacidad de generar musculatura.

Esta vez mi objetivo es muy distinto, porque no se centra en conseguir un resultado, sino en un mantener un sistema. Esta vez, mi único objetivo es, precisamente, ir al gimnasio todos los días laborales de la semana, a menos que sea realmente imposible. No es que no me importe mejorar mi físico o cuidar mi salud, sólo que sé que esos serán resultados inevitables si cumplo mi objetivo de ir todos los días. Lo bonito de enfocar el problema así, es que si antes mi objetivo se veía lejano e inalcanzable, con mi objetivo actual, con el solo hecho de entrar al gimnasio ya estoy lográndolo. Y no hay nada mejor para mantener tu motivación, que cumplir tus objetivos.

Nota aparte: Independiente de tu objetivo, recuerda que en este otro artículo te contamos por qué el puro ejercicio no te permitirá bajar (o subir) de peso, si no lo acompañas de una dieta apropiada. Si por mucho que sudes no estás viendo resultados, es hora de fijarte en qué, cuánto y cuándo comes.

8. Asócialo a otras cosas positivas

Cuando empecé a ir al gimnasio, otra serie de cosas empezaron a cambiar. Para tener energía antes del ejercicio, en lugar de galletas dulces y café, mejoré mi desayuno y comencé a comer fruta a lo largo de la mañana. Luego, para obtener la nutrición necesaria para que el ejercicio surta efecto, reemplacé mis almuerzos "para quitarme el hambre" por otros pensados para "alimentarme bien". Ambas cosas me tienen menos hambriento y con más energía. Además, para no sucumbir ante el ejercicio, empecé a acostarme más temprano para estar bien descansado, lo que a su vez me tiene más fresco y con mejor concentración en el trabajo. Y como para no aburrirme en la trotadora me puse a leer, ahora leo más que antes.

Lo bueno de este "efecto halo" es que aumenta el costo de salirme del gimnasio: es muy posible que volviera a mis malos hábitos anteriores y eso afectaría muchas áreas de mi vida. Tomar conciencia de todos los efectos positivos del ejercicio está teniendo en tu vida, ayuda a mantenerte motivado de practicarlo.

9. Anda despacio

La presión social de ver a los otros Adonis levantar unas pesas que prácticamente generan su propia gravedad, mientras tú resoplas con una pesa de juguete Fisher Price, es duro para ego, pero no hay mejor forma de cortar de plano hasta el más entusiasta plan de entrenamiento, que provocarse una lesión por intentar ir demasiado rápido.

Obedece las rutinas que te preparó el personal del gimnasio y si te están resultando demasiado fáciles, pregunta antes de aumentarlas. Quizás te toca aumentar las repeticiones antes de subir el peso, o quizás estás haciendo mal el ejercicio y cargando músculos y articulaciones que no debes.

Lo mismo si empiezas a sentir un dolor en tus articulaciones: ¡avisa de inmediato! Nuevamente, es posible que estés realizando mal un ejercicio o intentando levantar demasiado peso. No es llegar y pasar de la inactividad a arrastrar trenes con los dientes. Pide que revisen tu rutina y vean qué se puede hacer para descomprimir la zona afectada.

10. ¿Pagar mes a mes o el año completo?

Aquí la cosa es más subjetiva, así que mi opinión puede no aplicar a todos. La lógica habitual lleva a que uno pague un semestre o un año completo, porque el costo mensual es más bajo y porque cree que el haber hecho esa inversión, lo obligará a ir. 

Respecto a lo primero, convengamos que pagar un año completo e ir solo 3 meses, es mucho más caro que pagar 3 meses individuales. Así que si aún dudas de tu capacidad de permanecer en el gimnasio, lo más razonable económicamente es contratar un mes de prueba. Y luego otro y otro. Hasta que efectivamente veas que has logrado hacerlo una rutina.

En cuanto al segundo argumento, alguna vez leí que eso de pagar todo por adelantado, de hecho, juega más en contra que pagar mes a mes. Es que al pagar mensualmente, renuevas tu compromiso y el gasto que hiciste está fresco en tu memoria. En cambio, ese gran pago que hiciste meses atrás, rápidamente empieza a verse lejano e irrelevante, así que cada vez es más fácil "hacer la pérdida" y dejar de ir.

Mi consejo es contratar mensual o trimestral, para no botar la plata. Si todo sale bien, luego contratas el año con toda confianza.

¿Qué recomiendas tú para perdurar en el gimnasio?