Imagen: Rodrigo Avilés

Por qué deberíamos cambiar nuestro sistema de propinas a uno de pago obligatorio

“¿Desea agregar el 10%?". Es la pregunta de rigor al momento de pagar la cuenta en un local de comida, pero detrás esconde una amplia gama de emociones. ¿Qué tiene de malo? ¿Hay algo que se pueda mejorar? Esto es lo que creo a modo personal.

Por Rodolfo Westhoff @rwesthoff | 2016-06-14 | 16:45
Tags | propina, sistema, sushi, obligatorio, 10%, cuenta, pago, plata

Hace tres años estuve en un local de sushi en Providencia trabajando como garzón. Estaba en la universidad, pero recién habían empezado las vacaciones de invierno y sentí que sería mejor aprovecharlas trabajando, en vez de quedarme acostado todo el día jugando League of Legends (aunque no sonaba para nada mal).

Desde un principio supe que la paga formal no era buena. “En este rubro los garzones siempre se hacen la plata con propinas. Eso pasa en todas partes”, me dijo la dueña del lugar. Y era algo que había escuchado varias veces antes, así que tenía sentido. Además, el trabajo me quedaba cerca de la casa, mi mejor amigo también se había puesto a trabajar conmigo y no tenía nada más que hacer, por lo que me metí al mundo chilensis del sushi occidentalizado con queso crema y palta.

Primer problema: la "buena voluntad"

Una vez adentro, confirmé el primer “pero” que tengo en contra de nuestro sistema de propinas: dependía de la buena voluntad de la gente para volver a la casa con una cantidad “decente” de dinero, ya que lo que recibía por jornada, descontando las propinas, era menos de lo que correspondía con el sueldo mínimo.

Sin embargo, eso cambiaba considerablemente si se cumplían dos variables. La primera era que acudiera una gran cantidad de gente al local. La segunda, era que ese grupo de personas decidiera pagar el 10% sugerido de la cuenta. Lamentablemente, las dos no siempre ocurrían.

Cada vez que iba a cobrar las cuentas a las mesas y llegaba el momento de preguntar por ese famoso porcentaje opcional, me daba un mini retorcijón en el estómago. No era algo de vida o muerte, pero al final, la justificación de que estuviera ahí se resumía en ese momento. Después de todo, trabajaba para juntar propinas.

Si me decían que no (algo que pasó con más frecuencia de lo que me habría imaginado), tenía que preparar mi mejor poker face que me permitiera ocultar mi frustración. “Que estén muy bien. ¡Ojalá vuelvan pronto!”, les decía con una enorme y fingida sonrisa en la cara.

Ya sabía a lo que iba cuando me metí ahí, pero nunca dejó de sorprenderme que la remuneración de mi trabajo de ocho horas dependiera casi que del estado de ánimo de los consumidores. Eso sí, está de más decir que no me quejaba cuando las propinas estaban buenas, pero eso no cambiaba lo inestable del asunto.

Segundo problema: pedirla más de la cuenta

Como dije, el trabajo fue sólo durante las vacaciones de invierno, así que no duró mucho. Aunque recientemente he dado con otro “pero” que tengo sobre nuestro sistema, y es que, al ser tan necesaria la propina para los trabajadores del rubro, a veces terminan pidiéndolas hasta por si acaso. De esto me he fijado en dos ocasiones distintas.

Por supuesto que una de ellas tenía que incluir sushi. El otro día hice un pedido con despacho a domicilio, así que tuve que pagar el -siúticamente llamado- delivery. Al momento de cancelar, me preguntaron si quería añadir el 10%. Al tiro, lo que pensé fue: si ya pagué por el despacho y no me están sirviendo la comida en una mesa, ¿por qué debería pagarlo? Pero sólo atiné a decir: “sí” para no quedar como el tacaño mala onda.

En otra ocasión, hice un pedido de comida, pero avisé que iría a retirarlo al local para después comérmelo en la oficina. Al llegar, nuevamente me preguntaron si quería dejar el 10%. Esta vez no me habían despachado la comida, de hecho, yo fui a buscarla. Tampoco me la habían servido, porque me la llevaría a mi trabajo. Y ni siquiera me habían dado un servicio excepcional, porque no hubo espacio para que eso ocurriera dentro de los 20 segundos que estuve ahí. Así que dije que no.

Ojo, que no quiero decir que hayan tratado de aprovecharse de mí. Sólo creo que este tipo de cosas ocurren cuando nuestro sistema de propinas obliga a los trabajadores a pedirlas en cualquier contexto para poder ganar algo más de plata.

Tercer problema: trabajo informal

Más allá de las complejidades domésticas que puedan salir de esta discusión, hay un elemento muy importante que no nos debería dejar indiferentes: nuestro sistema de propinas favorece el trabajo informal.

A fin de cuentas, los empleadores no van a contratar a alguien si le pagan, en teoría, menos del sueldo mínimo. El mecanismo actual hace que no exista un incentivo para hacerlo, toda vez que la mayor parte de los ingresos de los trabajadores viene desde las propinas.

Esto hace que muchos de ellos no cuenten con los beneficios que tiene alguien que pertenece a la masa de trabajo formal: protección legal, seguridad social, mejor cobertura de salud, seguro de desempleo, cotizaciones previsionales, etc. Y también está la parte de los impuestos. Alguien podría trabajar de garzón toda su vida y jamás pagar los gravámenes a los que el resto de los mortales nos tenemos que someter, ya que en muchos casos el asunto no está regulado.

¿Cómo podemos solucionar esto?

No soy un experto en propinas (si es que existe algo así), pero a partir de mi experiencia, creo que sería una buena idea transformar ese 10% opcional en uno obligatorio. Después de todo, ya es parte de nuestra cultura pensar en ese porcentaje extra cada vez que salimos a comer con alguien.

Así, no le temblaría la mano a los garzones cada vez que vayan a cobrar la cuenta, ya que sabrían que van a recibir ese dinero. Además, ya no habría excusas para seguir pidiendo propinas en contextos que quizás no lo ameriten realmente.

Por otro lado, los dueños de los locales tendrían una mayor noción de cuánto dinero recibirán por esa vía, lo que les ayudaría al momento de calcular cuánto le pagarán a sus trabajadores. La mayor estabilidad de esta medida también podría incidir en que se extienda la formalización de este trabajo: si se sabe el monto que se les pagará mes a mes a sus empleados, la posibilidad de hacerles un contrato sería más factible.

¿Será tan así?

Algunos podrían decir que ese 10% no tendría que existir de ninguna manera, ya que es el deber del empleador pagarle el sueldo a sus trabajadores. Pero sería ingenuo pensar que eso se llevaría a cabo sin que el costo adicional se traspase a la cuenta de nosotros (por lo que terminaría siendo lo mismo).

Así también, otros podrían argumentar que nuestro sistema de propinas promueve un buen servicio por parte de los garzones. Pero, si un cajero de supermercado nos llegara a atender con una mala cara, ¿no le pagaríamos los productos que llevamos? Creo que frente a un mal servicio, lo mejor sería hacer el reclamo pertinente, en vez de considerar el no pagar como una posibilidad.

De todos modos, el tema es amplio, la discusión está abierta y experiencias al respecto deben haber millones, pero nunca está de más cuestionarnos cosas a las que estamos acostumbrados, sobre todo si hay aspectos que podrían ser mejorados. En todo caso, si quieren saber cómo funciona el asunto en otros lugares, pueden leer un artículo que publicamos hace un tiempo sobre las curiosidades de las propinas alrededor del mundo.

¿Cómo crees que debería funcionar nuestro sistema de propinas?